El empresario Mario Hernández llegó a los 83 años y lleva los últimos cinco preparando a su hijo menor, Lorenzo, para que tome las riendas de la marca y casa de moda y accesorios de lujo Mario Hernández y la mantenga como la joya que es desde hace casi 30 años. Actualmente, trabajan juntos y le han dado a la compañía una renovación que la mantiene como una de las más destacadas en el país dentro de su sector. Esta es la historia de padre e hijo, del hombre de negocios y de su juicioso aprendiz. Esta es la entrevista de ambos con la Revista BOCAS.
Sentado en una mesa en forma circular dentro de su oficina, ubicada en la planta superior de su fábrica, en la zona industrial Montevideo, en el occidente de Bogotá, y rodeado de fotos de sus padres, de sus tres hermanos y de sus tres hijos; de un sinnúmero de reconocimientos académicos, políticos y empresariales; de imágenes y de una pequeña escultura suya y de su amada Olga Lucía Olarte abrazados; y teniendo cerca el té chino y el té coreano que tanto le gustan, el empresario Mario Hernández Zambrano recuerda que hace casi 9 años, en abril del 2016 y con 74 años, reconoció para la edición 51 de la revista BOCAS que él era quien estaba siempre al frente de todo su negocio, porque “¿qué hago desocupado?”.
Ahora, a sus 83 años (31 de octubre de 1941), admite que su trabajo sigue siendo su “entretención” y que sigue teniendo la última palabra en su empresa, pero esta vez reconoce que en estos tiempos ya no asiste a la oficina desde tan temprano y ya no se está “metiendo en absolutamente todo”, y que su labor se está enfocando en tener comités diarios, en ser “como un asesor” y en “dejarlos volar a ver cómo nos va… aunque sí me toca mirar los balances”.
Mario, o ‘Don Mario’, como se refieren a él todos sus colaboradores con un tono de absoluto respeto y admiración, habla de Álvaro Camaro, su gerente general y, sobre todo, de Lorenzo, su hijo menor y al que, en palabras de su propio padre, están preparando para que aprenda a manejar la compañía familiar.
A sus 83 años (31 de octubre de 1941), Mario Hernández admite que su trabajo sigue siendo su “entretención” y que sigue teniendo la última palabra en su empresa, pero esta vez reconoce que en estos tiempos ya no asiste a la oficina desde tan temprano y ya no se está “metiendo en absolutamente todo”. Alejandra Quintero / Revista BOCASLorenzo Hernández Olarte tiene 31 años (Bogotá, 29 de septiembre de 1993) y se graduó de Diseño Gráfico en Londres, después de pasar un año sin encontrarle la pasión al Diseño de Interacciones, una carrera que consiste “en diseñar las interacciones humanas desde el código y la programación”. Entró a trabajar con ‘Don Mario’, como también se refiere a su padre, en el 2019, y es el actual director creativo de la marca. Es la mente detrás de Capitanejo, la tipografía que usan en Mario Hernández y cuyo nombre es un homenaje al lugar donde nació el ‘jefe de jefes’.
La entrevista con Mario y Lorenzo Hernández está en la nueva edición de Revista BOCAS. Pablo Salgado / Revista BOCASAdemás de Lorenzo, nacido de su segundo matrimonio, Mario Hernández es padre de María Fernanda y Mario Hernández Pérez, de su primer matrimonio. Todos hacen parte de la compañía familiar, como accionistas y miembros de la junta directiva, pero es al menor de ellos al que están formando, moldeando, para que el negocio perdure.
En la mesa circular que compartimos, Mario habla y Lorenzo escucha como si estuviera tomando notas mentales. Ambos intercambian miradas y sonrisas de afecto, de respeto, de enseñanza, de aprendizaje. Su complicidad familiar y laboral es palpable.
Mario afirma que Lorenzo debe aprender a seleccionar muy bien a los empleados, a trabajar en equipo y a vigilar cada aspecto de la empresa minuciosamente, como lo hace él. Lorenzo responde que para eso se está formando administrativamente y está haciendo un programa de desarrollo creativo en la Escuela de Negocios de la Universidad de La Sabana.
Mario, con una mirada paternal, pero con la exigencia de jefe, le dice a Lorenzo que los negocios y la vida dependen de constancia, de hacer las cosas bien y de ir mejorando. Y le reconoce su sensibilidad por el negocio, esa que le fueron formando con su crianza en fábricas y tiendas.
Padre e hijo son amantes del golf, aunque juegan poco juntos. Alejandra Quintero / Revista BOCASPadre e hijo son amantes del golf, aunque juegan poco juntos. Comparten el gusto por asistir a ferias en Italia y China, por cocinar espaguetis al tomate, asados, paella, puchero, sopa de arroz con menudo, quinua, espinaca, coliflor, brócoli, garbanzos, frijoles. Son defensores de no olvidar sus raíces, de ser autóctonos, algo que Lorenzo reconoce mucho de su papá.
Les agrada la música, boleros para el papá y popular para el hijo. Siempre usan la marca familiar: con chaqueta y mocasines de cuero para Mario, y con tenis, camiseta, gafas y accesorios para Lorenzo. Y su gran amor es Olga Lucía, esposa y madre, quien falleció hace dos años y medio.
Mario Hernández no necesita presentación. Tiene más de 50 años llevando la marca a lo largo y ancho del territorio nacional, desde Bogotá, Cali, Medellín, Cartagena, Barranquilla y Santa Marta hasta Villavicencio, Cúcuta, Tunja, Bucaramanga y Popayán, gracias a sus más de 60 locales. También está referenciado en el extranjero, en Costa Rica, Panamá y Venezuela, donde tiene presencia actualmente, y en Aruba y Rusia, donde llegó a vender. Lorenzo recién empieza y está estudiando los pasos de su papá y mentor, hasta para desenvolverse en entrevistas.
Después de sus estudios y algunos viajes, Lorenzo regresó del todo a Colombia en el 2017, ¿cuál fue la razón para tomar esa decisión?
Lorenzo: Aunque venía cada Navidad, cumplí varios años viviendo afuera del país y me pregunté si me veía por fuera de Colombia más tiempo. La respuesta fue no y regresé. Recién llegué, en el 2017, empecé a trabajar en el estudio gráfico de Lucho Correa y a inicios del 2019 entré a Mario Hernández.
¿Qué lo motivó a querer trabajar en la empresa familiar?
Estaba pensando en qué me gustaría hacer en la vida y un sueño siempre fue tener una marca de accesorios, de ropa y dije: “Pues es que ya está, ya existe”. Me tocaba ganarme el puesto, entrar y aportar las cosas que había aprendido.
¿Fue fácil la entrada de Lorenzo a Mario Hernández?
Mario: Había que darle una oportunidad y ver qué tal, pero la empresa no es para hacer favores. Muchas compañías familiares ponen a gente que no sabe, y eso aquí no pasa. Yo vi la madera de Lorenzo, el entusiasmo que le pone y que le gusta mucho el producto, que es muy importante. También es que uno con la edad tiene que oír a los jóvenes, porque traen ideas nuevas, tienen una educación diferente a la mía. Entonces, oírlos y darles el chance de que lo hagan; uno no aprende sino embarrándola.
¿Para qué están Lorenzo y sus otros dos hijos en Mario Hernández?
Mario: Lorenzo es la persona que estamos preparando para que siga con esta empresa; estoy haciendo el pase que se le hace al torero. Mario y María Fernanda son brillantes y excelentes administradores, y Lorenzo tiene la madera y la sensibilidad del negocio y aporta juventud, que es muy importante para nuestras innovaciones. Los tres son socios, hacen parte de la junta directiva y se complementan. Va a ser excelente cuando yo no esté.
Lorenzo: Quiero agregar que mi relación con mis hermanos es increíble: ellos han sido muy presentes en mi vida. María Fernanda es muy especial, demasiado inteligente y echada para delante. Mario es increíble, muy inteligente y demasiado capaz y fuerte.
"Lorenzo tiene la madera y la sensibilidad del negocio y aporta juventud, que es muy importante para nuestras innovaciones", dice Mario Hernández. Alejandra Quintero / Revista BOCASLorenzo, ¿cuál fue el punto de inflexión que usted tuvo en Mario Hernández?
Estaba en mi primer año en la empresa y estábamos en Italia con mis papás en una feria de cueros. Yo estaba tratando de meterme un poco más en la parte financiera, en la parte de estrategia, y me sentía frustrado. Mi mamá me vio, se acercó a mí y me dijo: “Lo mejor que tú puedes hacer es nunca ser competencia de tu papá, sino ser complemento; entra por lo que a ti te gusta y vas a ver que se van a encontrar en el camino”. Ahí se me prendió el bombillo: me metí cien por ciento por la parte creativa, por todo el tema de producto, todo el tema conceptual de marca. Gracias a eso, a hacer lo que a mí me gusta, aprendí de toda la parte del negocio, pero nunca tratando de hacer lo que hace mi papá; él es fenómeno en su trabajo.
En ese momento llega todo el ‘rebranding’ de marca de su mano…
Sí. Algo que quizás me echan en cara es el tema de sacar el unicornio, porque el unicornio era como el logo de la marca. Lo que pasa es que cuando uno quiere crear un herraje, se necesita un logo que sea muy imparcial, que no tenga mucha información. Los mejores logos del mundo, como Nike, Apple, son demasiado simples y la gente los puede dibujar, entonces vimos la necesidad de dibujar un logo que hoy en día es un monograma, la M y la H juntas, que fuera tan simple que funcionara como un herraje.
Mario: Por ejemplo, en este caso le dije: “Me cambió el unicornio”, pero le hicimos. Si funciona, perfecto. Si no funciona, volvemos al unicornio. Quien no arriesga un huevo no saca un pollo.
También le dieron vida a Capitanejo, la tipografía para Mario Hernández y en honor al municipio donde nació Don Mario…
Lorenzo: Cuando entré a Mario Hernández, en el 2019, ese año se ganó un premio una tipografía que se llama Montserrat, la más usada en el mundo, nosotros incluidos. Caí en cuenta de que un valor que nosotros resaltamos de la marca es la exclusividad, y no era tan coherente estar utilizando la tipografía más usada en el mundo y ser una marca exclusiva. Me puse a investigar, a buscar estudios de tipografía y encontré Bastarda Type. Empezamos a trabajar directamente con ellos y queríamos dibujar una tipografía humanista, que reflejara los trazos de un marroquinero, y así nació Capitanejo, que es una tipografía muy elegante, completamente humana en sus trazos y, lo más importante, es exclusiva de la marca.
¿Cómo viven un día en la oficina?
Lorenzo: Lo más importante es el respeto y creo que muchas veces los hijos, en general, empezamos a pensar que los papás no saben las cosas. Ese es el peor error. Las cosas en Mario Hernández son muy claras: el que toma la decisión final es mi papá. En el trabajo yo nunca le digo papá, él siempre es Don Mario. Por fuera las cosas no son muy diferentes: siempre nos tratamos bien, con mucho respeto, con mucha admiración; eso sí, le digo papá (risas). Él siempre ha sido el mentor, ese ejemplo a seguir, la persona que yo admiro.
¿Con qué se puede comparar Mario Hernández a nivel mundial?
Mario: Las marcas europeas llevan ya más de 100 años y nosotros, Mario Hernández como marca, llevamos menos de 30 años. Estamos haciendo la tarea, nos buscan los turistas, alcanzamos la calidad, fábricas como la nuestra no hay en América. Ahí vamos, estamos en primaria, vamos con constancia.
¿Qué piensan del presente del país y su actualidad económica?
Mario: Desafortunadamente, a la izquierda no le va bien gobernando, están haciendo muchas locuras, y la situación del país está muy difícil, vamos para abajo, estamos en retroceso. Ojalá que nos hayamos vacunado y votemos bien en el 2026. Que los políticos piensen en la gente, porque los países no se acaban, las empresas tampoco, pero los políticos vienen y van.
¿Y la reforma pensional aprobada y los proyectos de la laboral, la salud qué?
Mario: Todo eso sube costos y esos costos los paga el producto, o sea, los va a pagar la gente. Dizque a vivir sabroso y mire: todo está más caro, más impuestos. Lo más grave es que se están gastando la plata quién sabe en qué y están desmantelando el país.
Lorenzo: Estamos en una situación relativamente compleja. Hablar es muy fácil, pero ejecutar las cosas es muy difícil y creo que ese es el reto que tenemos. Tenemos que cambiar la mentalidad como país. Lastimosamente somos demasiado individualistas: todo el mundo siempre está tratando de cuidar su pedazo. Si no tenemos la oportunidad de cambiar eso y trabajar todos juntos para salir adelante como país, no creo que logremos mucho.
Don Mario, ¿cómo es eso que usted hizo un MBA cuando tenía apenas 10 años?
En 1948, cuando tenía 7 años, salimos de Santander, en parte huyendo de la violencia, y nos vinimos para Bogotá. Llegamos a vivir a la calle Cuarta con carrera Novena, en el sector de Las Cruces. Era una casa grande. A los 10 años, me quedé huérfano por la muerte de papá y siempre digo que ese momento fue mi primer MBA (Master of Business Administration – Maestría en Administración de Empresas). Era el mayor de cuatro hermanos: Ladis, quien es una belleza de mujer; Álvaro, quien es el menor, y Marvin, quien ya falleció, por lo que a los 14 ya trabajaba como mensajero para ayudar en mi casa. Recuerdo que también vendía tamales que hacía mamá y cuando no me levantaba a trabajar, ella me daba juete, me echaba un baldado de agua fría. Fue una gran mujer, impresionante, y murió a los 97 años, en el 2014.
"En 1948, cuando tenía 7 años, salimos de Santander, en parte huyendo de la violencia, y nos vinimos para Bogotá. Llegamos a vivir a la calle Cuarta con carrera Novena, en el sector de Las Cruces", recuerda Don Mario. Alejandra Quintero / Revista BOCASDesde muy joven, entonces, comenzó a trabajar y a tener varios negocios…
A los 21 años ya trabajaba independiente. Vendí zapatos; tuve una inmobiliaria que abrimos con Rafael Mayorga y se llamaba Hernández & Mayorga Limitada; en 1968 me casé con Yolanda Pérez, mi primer matrimonio, y le monté unas boutiques; en 1971 compré un almacén de cuero, Cuerolandia, que quedaba en la calle 19 n.° 4-90 y que pagué en 8 meses porque de las deudas hay que salir rápido; en 1978, nació Marroquinera, la fábrica, y la creamos porque no encontraba ese producto explosivo, de calidad, que quería para mis tiendas. En 1978, 1979, lo que se vendía eran esos maletines de cuero que hoy en día ya nadie usa, por lo que año a año hemos venido evolucionando para tener un producto que compita con las marcas europeas. Yo creo que somos los únicos, desde Canadá hasta Chile, que estamos haciendo lo que hacemos en Mario Hernández y eso es gracias a nuestra gente, artesanos que hemos formado y que llevan con nosotros 10, 20, 30 años.
En medio de ese viaje que ha hecho en todos sus años de trabajo, usted conoció a Donald Trump, uno de los empresarios más famosos del mundo. ¿Cómo fue esa experiencia?
En 1992, abrí una tienda en la Torre Trump, en Nueva York (Estados Unidos), con la marca Marroquinera. Era un lugar que tenía matas de café colombiano, muebles colombianos, los colores que hacíamos eran café y negro; no sabía que había estaciones. Esa experiencia fue mi otro MBA, pero no lo veo como un fracaso, ya que aprendí mucho. Hasta conocí al señor Trump y me bajó el arriendo.
Usted es pionero en el país en tener una marca que lleve el nombre de su dueño…
En 1995, estuve en España con Carlos Carrión, un hombre de negocios, y él me dijo: “Usted fabrica producto de lujo y eso debe ir respaldado por el nombre del dueño”. Yo no había querido hacer eso para no figurar, pero acepté el consejo, llamé a Colombia para que bajaran los letreros de Cuerolandia y de Marroquinera y pusimos Mario Hernández. El problema es que nadie compraba porque no se llamaban Mario Hernández y hoy en día, si el producto no dice Mario Hernández, no se vende. Eso es porque tenemos calidad, diseño, nos diferenciamos y nuestra organización y distribución es única.
¿Cómo es eso que a usted no le gusta figurar?
Así es. Yo tengo una frase que es “prefiero facturar en vez de figurar”.
Lorenzo, ¿y usted qué tan de acuerdo está con esa opinión?
Creo que figurar es una receta que lo puede llevar a uno a problemas y no necesariamente a facturar.
Ustedes se ‘conocen’ en septiembre de 1993, con el nacimiento de Lorenzo, y él fue un hijo muy buscado, muy deseado…
Mario: El éxito mío es que tuve dos señoras (esposas) y las dos se hablaban. Yo me casé con Olga Lucía Olarte nueve años después de estar separado; no es que hubiera salido de una casa para la otra. Del primer matrimonio hay dos hijos, Mario y María Fernanda, quienes son excelentes, y del segundo está Lorenzo. Con Olga Lucía, primero iba a nacer Pamela, pero la niña tuvo una enfermedad y tuvimos que interrumpir el embarazo. Después llegó Lorenzo, el consentido y el niño criado por la mamá.
Lorenzo: Mi mamá era todo. Era la persona que más me cuidaba, más estaba pendiente de mí, se hacía matar por mí, era una fiera. Yo sentía un respaldo muy grande de su parte y eso, con el tiempo, cuando crecí, evolucionó en que mi mamá y yo éramos muy amigos, muy cercanos. Todos los miércoles salíamos a comer los dos, a tomar cocteles los dos, siempre la llamaba seis veces al día.
Si el primer MBA de Don Mario fue a los 10 años, ¿entonces el primero de Lorenzo fue a los 4 años, cuando se desmayó en la fábrica de su papá por el olor a bóxer?
Lorenzo: ¡Yo crecí en una fábrica! (risas). Lo que ocurrió fue que a los 4 años me trajeron, en una de mis primeras veces, a la fábrica para aprender cómo se armaban los productos. Entré al área de prearme y hace mucho tiempo, estoy hablando de hace 27 años, se usaba bóxer para pegar los productos. Fue tan fuerte el olor que yo me desmayé y todo el mundo cagado del susto. Jaime, un cortador que ya lleva 43 años con nosotros, me sacó en hombros.
Mario: Eso fue un aprendizaje. Asumió riesgos y aprendió (risas).
Cuando Lorenzo tiene 4 años, se van a vivir a Estados Unidos, ¿por qué toman esa decisión?
Mario: Eran finales de la década de 1990, en época del presidente Ernesto Samper, y el país estaba muy complicado. A Olga Lucía le gustaba mucho Estados Unidos y decidimos irnos un año. Vivimos en Boca Ratón (Florida), abrimos almacenes allá y terminamos quedándonos 10 años. Fue una gran experiencia y Lorenzo estuvo muy feliz.
Lorenzo: Fue una década viviendo en Estados Unidos, pero yo ya quería volver y les dije a mis papás. A mi mamá le gustaba mucho ese país, pero mi papá no aprendió inglés y quería volver a estar al frente de la fábrica, trabajando. Cerramos las tiendas, volvimos y al poco tiempo cumplí 14 años.
La nueva edición de BOCAS tiene dos portadas en calle: el director de cine Andi Baiz y la actriz Marcela Mar. Juan Pablo Gutiérrez / Revista BOCAS¿Cómo fue su niñez en Estados Unidos?, ¿cómo lo formó como persona?
Lorenzo: Fui criado como un niño inmigrante y eso en Estados Unidos es un choque cultural fuerte. Yo iba al colegio y hablaba inglés, en la casa hablaba español, y el estadounidense es muy de tildarlo a uno: ‘Ah, usted es latino, entonces vaya y límpieme la casa, vaya y me corta el césped, vaya y me lava el carro’. En el colegio en el que estudié, todos los que eran trabajadores de servicios varios eran ecuatorianos, colombianos, dominicanos, y yo me volví amigo de ellos. Fueron personas que me enseñaron mucho.
Esa actitud suya tuvo mucho que ver con la formación que le dieron sus papás, con la crianza…
Lorenzo: Nosotros teníamos todas las comodidades posibles, pero siempre tuve claro que para que mis papás consiguieran todo lo que tenían y todo lo que nos pudieran dar, tenían que trabajar muy duro.
Regresaron a Colombia, Lorenzo terminó el colegio y se fue a estudiar Diseño Gráfico a Londres, ¿por qué se decidió por esa carrera y por qué se fue a esa ciudad?
Lorenzo: Estudié Diseño Gráfico, con énfasis en Branding, en la University of The Arts London. Me decidí por eso porque estando en mis últimos años de colegio en Bogotá, en el Anglo Colombiano, me la pasaba dibujando y obsesionado con las letras, era lo que más me gustaba. El rector, un señor inglés, me recomendó la universidad, me dijo un día: “Lorenzo, usted es muy mal estudiante, no por bruto, sino porque no está haciendo lo que le gusta, y en la University of The Arts London va a encontrar su lugar en el mundo”.
¿Qué le dejó la experiencia de vivir en Londres a nivel profesional?
Lorenzo: Yo terminé saliendo del país por mi mamá. Ella me inculcó que estudiara lo que quisiera, pero que fuera en el exterior, y le tomé la palabra y me fui. La experiencia en Londres fue muy buena. Uno en Colombia está muy acostumbrado a que lo lleven de la mano en el estudio y allá no es así: en mi primer día, el profesor nos dijo cuáles eran los libros que teníamos que leer, los proyectos a realizar y listo. Nos aclaró que no había forma de perder por fallas y que nos veíamos en tres meses. Yo llamé a mis papás, les dije que se me hacía muy mal eso, que no me iban a enseñar nada. Esos tres meses me fui de fiesta, a conocer, a pasear, y estaba muy confiado en que 2 o 3 días antes de la entrega nos recordarían y que mis compañeros tampoco estaban haciendo nada. Pero le pregunté a un amigo inglés y me dijo que ya estaba terminando el proyecto… Me tocó trasnochar como tres noches seguidas para salvar el semestre, logré pasarlo y entendí que a uno le dan las herramientas, los mejores profesores, las mejores bibliotecas, pero aprender y crear depende de cada quien.
¿Y a nivel social, personal, cómo fue?
Mario: Hicimos un presupuesto para él, apenas para que viviera decentemente, que le alcanzara, pero que no le sobrara la plata. Primero le mandaba lo de un mes, luego lo de dos meses y luego lo de seis meses, para enseñarle a manejar el dinero.
Lorenzo: Me alcanzaba para los huevos, pero si quería jamón, tenía que buscar otra forma de conseguirlo. Si quería ir de fiesta, no me alcanzaba: para salir de rumba necesitaba 70 libras esterlinas, que eran 20 para entrar, 20 para tomarme unas cervezas, algo más para comer y algo más para el transporte. Entonces, para eso necesitaba trabajar en un empleo que me pagaban 6,70 libras, por lo que me tocaba dedicarle 11 horas al trabajo para un dinero que me gastaba en 3 horas.
¿En qué trabajó?
Lorenzo: Mi visa de estudiante me permitía trabajar 25 horas a la semana y yo tenía universidad presencial tres días a la semana, entonces tenía el resto libres. Mi primer trabajo fue de vendedor en una tienda de zapatos de la marca Aldo, en el centro de Londres, el local que más vende, o por lo menos en ese momento, en toda Europa.
¿El ser inmigrante lo sintió en Londres de alguna manera?
Lorenzo: Precisamente en Aldo. Fui a la entrevista con el administrador de la tienda y me preguntó si tenía experiencia, yo le dije que sí, desde niño, y me contrató. Me aclaró que se iba de vacaciones y que volvía en una semana, pero que empezaba a trabajar al otro día y que debía ir con mi pasaporte y bien vestido. Llego al otro día y la asistente me recibió mis documentos, me miró y me preguntó por qué estaba tan bien vestido. Le respondí que eso me dijeron y ella solo negó. Me pidió que siguiera a la bodega, que me estaban esperando. Pues resulta que en la bodega todos eran colombianos, la asistente me había perfilado como al resto. Igual, eso resultó siendo buenísimo: me volví amigo de quienes trabajaban en bodega y cuando el administrador volvió todo bronceado, vació a la asistente, me subió al puesto de vendedor y mis parceros en la bodega me mandaban más rápido los productos solicitados a mí, por lo que era quien más vendía y compartíamos comisiones.
Mario: ¿Si ve cómo sirven todas esas experiencias? Si le dábamos mucho dinero, no aprendía y no valoraba lo que tenía. No hay mal que por bien no venga.
Para Olga Lucía y para usted, ¿cómo fue ver a Lorenzo solucionando su vida mientras estudiaba?
Mario: Yo siempre he pensado que a los hijos hay que dejarlos volar y ellos tienen que hacer lo que les gusta. Mi Dios nos manda aquí para hacer algo en este planeta, y Lorenzo ha vivido experiencias muy valiosas, haciéndolo más internacional, y eso es algo que nos falta a todos en el país, a los políticos, a los empresarios, a los jóvenes, porque tenemos que competir con el mundo.
Lorenzo: Mi vida en Inglaterra me marcó en todo, porque, por ejemplo, y pasa en una empresa familiar, uno no va a tener la persona que le está diciendo a toda hora qué hacer. Mi experiencia me formó para tener claros los proyectos, establecer metas y cumplirlas.
"Yo siempre he pensado que a los hijos hay que dejarlos volar y ellos tienen que hacer lo que les gusta", dice Mario Hernández. Alejandra Quintero / Revista BOCAS¿Hay alguna receta especial para enseñarle a un hijo que lo tiene todo a ganarse las cosas y a valorarlas?
Mario: Manejar el dinero es muy importante. Mucha gente se quiebra por no saber. Hay que ser organizados, saber invertir la plata. Cuando tenía la inmobiliaria, mi socio se compraba carros y yo andaba en bus. Les he enseñado a mis hijos a tener cuidado, a no despilfarrar; es como una escuela: no falta nada, pero tampoco botamos la plata. Me acuerdo que una vez, con Olga Lucía en Nueva York, ella compró un banano a 1 dólar y yo le dije: “Nena, ve y devuélvelo que hay sitios que lo venden en 30 centavos”. Le dio mucha risa, pero lo hizo. ¡Es que el dinero es muy difícil de ganar y hace mucha falta! Yo prefiero ayudarle a mi gente en lugar de botar la plata.
Olga Lucía, la madre, la esposa, es el pilar de ustedes. Era una mujer amorosa, entregada a su familia, ¿qué recuerdos tienen de ella?
Mario: Yo le llevaba a ella casi 20 años y yo me caso con Olga Lucía para que me entierre y me tocó enterrarla a mí… Pensándolo bien, fue mejor eso, porque si yo hubiera fallecido, habría sido muy duro para ella. Era una gran mujer, una belleza.
Lorenzo: Para mí, mi mamá lo es todo.
Don Mario, usted todavía tiene la argolla de matrimonio y la usa…
Mario: Sí. Usar la argolla es una forma de sentirla conmigo, y vivo en la misma casa y ahí está la ropa de ella como si estuviera con nosotros.
Lorenzo, su mamá, además, era vegetariana, ¿eso cómo influyó en usted?
Lorenzo: Lo veo como algo demasiado positivo. Yo fui vegetariano hasta los 4 años, básicamente hasta que pude decir que quería comer carne, pero yo siento que tuve lo mejor de los dos mundos: tenía en un lado lentejas, arroz, brócoli, todo muy saludable; y al otro, un pedazo gigante de carne. Era en un plato ver a mi mamá y a mi papá unidos. Mi mamá también me enseñó a hacer ejercicio, a meditar, y eso junto con la comida sana son tres cosas de ella que llevo conmigo.
¿A quién admiran?
Mario: A empresarios como Steve Jobs, a Jeff Bezos, a Bernard Arnault, a Sam Walton, a Elon Musk, a Simón Bolívar, a Napoleón.
Lorenzo: Después de Mario Hernández, a Ralph Lauren. Son las personas que más admiro en el mundo de diseño de producto. De mi papá debo decir que tiene un ojo para lo que será un éxito, como con las mariposas que se usan en la marca: al departamento de diseño no le gustaban tanto y él les pidió que lo hicieran de todas formas, desde entonces no se han descontinuado. Es un hombre al que le gusta arriesgarse.
¿Qué usan a diario de Mario Hernández, qué no les puede faltar en el día a día?
Lorenzo: Todo lo que uso es Mario Hernández, excepto pantalones porque no vendemos, de resto todo: bóxers, gafas, accesorios, camisetas. Hasta tengo tatuado el unicornio de la marca en el pecho, en la zona del corazón.
Mario: Yo uso medias, calzoncillos, el cinturón, camisetas. Todos los días uso algo de la marca.
¿Qué hay que aprenderle a Don Mario, además de esa visión para los productos que van a tener éxito?
Lorenzo: Lo primero es la simpleza para ver las cosas, el manejo de caja en cualquier negocio, el tener una estrategia muy clara de qué se quiere hacer y también, algo demasiado importante, el ser muy perseverante y muy consistente.
¿Qué hay que aprenderle a Lorenzo?
Mario: Es un hombre responsable, tiene mucha humildad y sabe para dónde va.
¿Cómo ven la empresa en los próximos años, partiendo del liderazgo y las enseñanzas de Don Mario y la visión innovadora que está inyectando Lorenzo?
Lorenzo: Estamos trabajando para una renovación muy fuerte que se va a venir no solo de marca, sino de estrategias, puntos físicos, de todo. La última vez que tuvimos una renovación fue en el 2019 y ya estamos en el tiempo de hacer otra. Buscamos ser una marca que represente un estilo de vida y ese estilo de vida es de una persona que ha venido de tener nada y que hoy en día lo tiene todo, pero que sigue con la misma sencillez y humildad como el primer día de su vida. Así mismo, vamos a lanzar nuestra línea de tenis. Llevamos más de dos años trabajando en eso, desarrollando dos suelas completamente exclusivas. Es un proyecto al que le metimos muy duro. También se nos viene la renovación de gafas, toda la línea de cuero y la línea de viaje.
Mario: Queremos ser una marca prémium; no de lujo, sino prémium, que dé estatus.
¿Para cuánto tiempo tiene vida Mario Hernández?
Lorenzo: Para siempre. Yo creo que esta marca existe para inspirar a las personas que están persiguiendo sus sueños, y ese es un concepto que nunca se va a acabar. Existe gente con mucha plata, otra gente con menos plata, pero personas que están luchando para salir adelante siempre van a existir y esta marca es la voz para todas ellas.
Mario: La marca la estamos construyendo es para que perdure, como Mercedes-Benz, Apple, Microsoft. Lo que hacemos, lo que invertimos, es para perdurar.
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