Fundada hace noventa años en el segundo piso de una casa colonial de Cartagena, la disquera Discos Fuentes ha sido una de las protagonistas en el mercado musical colombiano. De hecho, no se puede hablar de la música colombiana –ese universo sonoro que va del bambuco a la cumbia– sin hacer alusión a los discos grabados y distribuidos por la empresa de Antonio Fuentes, un costeño que se enamoró de una paisa y encontró en Medellín el escenario para popularizar en el interior del país las canciones de Guillermo Buitrago, Andrés Landero, los Corraleros de Majagual y toda esa corte de juglares costeños.
Los puentes unen dos orillas. En el caso de Discos Fuentes su trabajo no consistió exclusivamente en popularizar los aires de la costa en las ciudades de los andes colombianos. También cumplió un papel importante en la difusión de los trabajos de los músicos antioqueños en el resto del país. Tal vez nadie encarna mejor ese otro movimiento sonoro que Fruko, el intérprete que hizo sus primeros toques con Los Corrales de Majagual –a instancia de Antonio Fuentes– y alcanzó la celebridad nacional con las canciones de Fruko y sus Tesos. Tan larga es la historia de Fruko con Discos Fuentes que su firma ocupa un lugar visible en el mueble con forma de noventa que el visitante ve una vez entra en la sede de la disquera, ahora ubicada en Castropol, El Poblado.
Se ha dicho mil veces que los espacios son las proyecciones del interior de las personas. La disposición de los muebles y la paleta cromática de las paredes dejan entrever los gustos y las pasiones de los que habitan las casas. Esto salta a la vista en Discos Fuentes, cuya sede no está muy lejos de ser un museo. Luego del mueble con forma de noventa el visitante repara en un piano negro, de la marca Yamaha, sobre cuyo lomo descansan los bustos en material ligero de Pastor López, Joe Arroyo y Rofolfo Aicardi, pesos pesados del catálogo de la disquera. Apenas se pregunta por el piano, José Miguel Gómez, director de comunicaciones de la compañía, tararea los primeros compases de Rebelión, el mítico tema de Joe Arroyo sobre las luchas afrocolombianas. “En ese piano Chelito de Castro tocó la introducción de esa canción”, dice. Es evidente: este lugar es un acervo de la memoria melódica de Colombia y hay otros objetos que guardan la memoria de la industria musical colombiana (ver imágenes).
En 1932, Antonio Fuentes fundó una emisora con el intención de rescatar la música de su tierra. Dos años después, comenzó a trabajar con músicos locales y, tras adquirir los equipos, inició las grabaciones. Sus primeros temas fueron Dos almas y Deuda al reverso, seguidos de Doble cero, de Lucho Bermúdez, y La vaca vieja, de Clímaco Sarmiento. Producciones que lo convirtieron en uno de los pioneros de la industria fonográfica de Colombia.
Hasta mediados de los cincuenta una de sus grabaciones más populares fue la de Guillermo Buitrago. También en su catálogo se consolidaron artistas de la talla de Bovea y sus Vallenatos, Julio César Sanjuan, Esther Forero, José Barros, Charlie Figueroa, La Sonora Malecón Club, Los Trovadores de Barú, Lucho Bermúdez con sus vocalistas Matilde Díaz y Bobby Ruiz, así como la Orquesta Emisora Fuentes y Pedro Laza, quien grabó con Daniel Santos.
Una de las principales razones que llevó a Antonio Fuentes a mover su negocio fue la influencia de su esposa, Margarita Estrada, originaria de Antioquia, quien quería estar cerca de su familia. Además, el auge del turismo en Cartagena y el crecimiento industrial de Antioquia, especialmente en Medellín, también jugaron un papel importante en su decisión. Además, Fuentes es recordado en la industria nacional por introducir el sonido estéreo en Colombia y por publicar catorce canciones en un LP. De esta manera se creó 14 Cañonazos Bailables, el primer variado musical bailable del país lanzado para las festividades de fin de año.
A grandes rasgos, la palabra dominante de la industria musical del siglo XX fue el pop. En estricto sentido este es un concepto que sobrepasa los límites de los géneros musicales y se refiere a dinámicas de producción y de consumo. No hay nada tan ambiguo y tan vendedor como el pop. Porque, ¿qué une a las canciones de Michael Jackson –con sus influencias del soul y de los cantos afroaméricanos– con las baladitas de amor de Lana de Rey, Olivia Rodrigo y Taylor Swift? No mucho, salvo que todas cargan sobre sí el rotulo de pop.
En la otra esquina del dial apareció el concepto de world music (música del mundo) para agrupar géneros alternativos, de fuerte conexión con la idiosincracia de ciertas zonas del mundo. Tal ha sido el éxito de la nueva categoría que investigadores a lo ancho y largo del mundo emprenden viajes a países que están por fuera de los circuitos convencionales de producción musical para conocer y estudiar autores e interpretes que están en los márgenes de la industria. Y no son pocos los que llegan a los estudios de Discos Fuentes, atraídos por Andrés Landero y otros juglares cuya música es escuchada por fuera de Colombia en virtud de su color local. “Discos Fuentes es reconocido como un sello seminal en la música del mundo. Atraemos la atención de investigadores y festivales musicales, siendo un generador de cultura y música, y representando la rica herencia musical de Colombia”, dice el gerente de la disquera, Tony Peñarredonda.
Ya no existe el universo musical en el que Antonio Fuentes creó su disquera. En estos noventa años el mercado de la música ha cambiado de forma y de fondo. Por ejemplo, las disqueras de hoy recolectan el grueso de sus sumas de dinero gracias a las reproducciones en las plataformas de audio y no tanto con la venta directa de los discos. Y, al cambiar el camino por el que llega el dinero, el negocio mismo muta. Y no solo esto, también es distinta la manera en que las audiencias se relacionan con la música. Antes, el oyente tenía que disponer de un tiempo y de unos aparatos especiales para oír un disco de su artista favorito. Ahora la música está en todas partes y acompaña la cotidianidad de la gente.
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Por supuesto, estas modificaciones han dejado huella en los músicos. Los intérpretes de la época dorada de Discos Fuentes fueron gente más interesada en la música que en el negocio. De ahí las historias respecto a sus rumbas eternas o a la liberalidad con su talento. Por el contrario, el artista contemporáneo es ante todo una marca que crece o decrece por los caprichos del mercado. Esto no significa que los músicos del pasado hayan sido más talentosos que los actuales –aunque si uno se toma el trabajo de comparar sus trabajos parece que así fue–, pero si deja a la vista que hay un universo de distancia entre Guillermo Buitrago y cualquier adolescente que ahora mismo sube a la web sus canciones.
En Discos Fuentes son muy conscientes del valor de la nostalgia para su negocio. De hecho, algunos de sus proyectos recientes le apuntan a hacer rentable el peculiar valor del pasado. Entre esas iniciativas se destaca la herramienta virtual que le permite al público saber cuál fue el cañonazo del año de su nacimiento. Tal estrategia conecta el catálogo de la disquera con la vida de los oyentes. También, el 19 de octubre se realizó la primera versión del Catorce Cañonazos Fest, un evento que une la música del pasado con la onda actual de los festivales. Aunque la asistencia a esta edición estuvo lejos de las cifras registradas por otros eventos similares, lo cierto es que durante las cinco horas y media de concierto setenta y cuatro músicos hicieron bailar a casi tres mil asistentes.
El lanzamiento de 14 cañonazos marcó un antes y un después en la industria musical colombiana. Este vinilo, creado por don Antonio Fuentes, revolucionó la manera en que los colombianos disfrutaban de la música en sus hogares y celebraciones. Con 14 temas en lugar de los 12 habituales, se convirtió en un compendio de los éxitos del año. Este año salió al mercado la edición sesenta y cuatro de los 14 cañonazos.
Un tesoro escondido de esta historia es un piano que ha sido testigo de la creación de numerosas melodías emblemáticas. Este instrumento ha sobrevivido múltiples mudanzas y cambios en la industria, siendo parte esencial de la grabación de canciones icónicas, como ¿Qué le pasa a Lupita?, la versión de Fruko y sus Tesos. La historia de este piano resalta la conexión emocional que tenemos con nuestra música y con los momentos que ha acompañado.
El micrófono RCA 77 DX se ha convertido en un símbolo de la calidad sonora de Discos Fuentes. Su diafragma de cinta lo hace extremadamente sensible, preferido por artistas como el maestro Joe Arroyo. Este micrófono ha sido clave en la búsqueda del sonido de alta fidelidad
El gramófono con corneta metálica utilizado por don Antonio Fuentes es otro de estos grandes tesoros. Este dispositivo fue fundamental para la reproducción de música en un formato masivo. Su diseño inicial, que carecía de altavoces modernos, permitió la difusión de los primeros discos y marcó el inicio de la música grabada en Colombia.
Un avance crucial para la música colombiana fue la máquina digitalizadora que permitió transformar más de 50.000 fonogramas a formato digital. Este proceso no solo preservó nuestro patrimonio musical, sino que también facilitó su acceso en plataformas digitales. Gracias a esta tecnología, se han redescubierto joyas ocultas que ahora forman parte de nuevas producciones.