Camila Loboguerrero fue la primera mujer colombiana en dirigir un largometraje. Ese hecho que, para algunos ahora suena minúsculo, hace décadas parecía imposible. “Aquí no había nada”, asegura la directora mientras recuerda sus inicios en el mundo del cine, en el cual ocupa un lugar que ha construido con ingenio y valentía durante sus 84 años de vida.
Directora de películas como Con su música a otra parte (1984) y María Cano (1990), ahora Loboguerrero se prepara para recibir un galardón que celebra su carrera artística. EL COLOMBIANO conversó con ella sobre el Premio Macondo de Honor que recibirá hoy en Bucaramanga (con transmisión en Colombia por TNT y MAX desde las 6:30 p.m.), el estado actual del cine colombiano y las historias que están por venir.
“Me llamó un miembro de la junta que había trabajado conmigo en una de mis películas. Él me contó que había solicitado que le dieran la autorización para darme la noticia porque ya nos conocíamos, entonces fue muy emocionante y muy bonito. Es que lo más lindo de este premio es que lo dan los colegas. Es muy diferente cuando vienen del gobierno o algo similar. El hecho de que la propia gente con la que uno trabaja decida darle un premio a uno da mucha alegría porque son los que más que nadie te conocen a ti y a tu trabajo”.
“No hubo un momento en particular. Ese proceso tuvo muchas etapas. Cuando yo llegué a París en 1966 a estudiar Licenciatura en Historia del Arte en la Universidad de la Sorbona gracias a una beca del gobierno francés, descubrí el cine brasilero y el cubano, que no llegaban a Colombia. En ese momento para mí fue el gran descubrimiento, el cine de Latinoamérica y yo entendí que ese era el cine que teníamos que hacer los latinoamericanos, pero nosotros como sociedad, no yo. A mí me parecía que el cine era una cosa que la hacían unos países ricos y unos hombres, porque en ese momento yo no conocía mujeres que estuvieran haciendo eso. Era una cosa masculina, de países muy ricos, de hombres muy grandes con unas cámaras enormes y unos grandes capitales. O sea, no se me ocurrió que eso fuera para mí, pero sí pensé que Latinoamérica debía hacer su propio cine.
Luego, por pura casualidad, conocí un peruano que venía de estudiar cine en Roma y que llegó a París a buscar cómo hacer un corto. Él se había conseguido a alguien que prestara una platica, otra persona una cámara y así. Una vez él me escuchó hablar y se me acercó a preguntarme si era colombiana. Yo le dije que sí y él me dijo si podía ayudarle en la producción que iba a hacer porque necesitaba a alguien que le tradujera ya que no hablaba francés.
A mí eso me pareció súper emocionante, entonces yo me metí en ese rodaje como traductora en un comienzo y en algún momento hice como un papelito, como un extra y ahí yo me dije a mí misma: ´Si este peruano que no tiene un peso, que no habla francés, logró hacer una película aquí en París, ¿por qué yo no voy a poder?´. Entonces vino mayo del 68, estuve allá en París cuando esto sucedió y más tarde ese mismo año entré a la Universidad de Vincennes a estudiar cine. Ahí comenzó todo”.
“Eso fue muy difícil porque no había nada: no había un peso, no había equipos para cine. Los pocos que existían eran cámaras de personas que se dedicaban a realizar comerciales. Había muy poca gente haciendo cine, no había ninguna productora que te financiara proyectos. Además, que yo no conocía a la gente del cine de acá porque antes de irme para Francia yo estudiaba Bellas Artes en la Universidad de los Andes y mi mundo era el de los pintores. Fue muy lento ese proceso de conocer quién era la gente del cine aquí. Había muy pocos antecedentes y fue muy difícil. Yo poco a poco comencé haciendo montaje para que estas personas me comenzaran a conocer y así poco a poco me fui metiendo en el gremio”.
“Ha sido inmenso el crecimiento del cine colombiano. De las épocas de Focine se hacían unos tres o cuatro largometrajes al año y cuando cerró pasamos a un largo al año. Luego, a partir de la ley de cine, que es la 814 del 2003, se ha venido incrementando muchísimo la producción, tanto que ahorita ya vamos en 50, a veces 70 películas en un año. Eso es muy interesante porque hay una producción enorme de cine colombiano. Esa es la parte buena: que hay una producción enorme, que se viene preparando mucha gente en la técnica, que ahora sí hay buenos productores, hay muy buenos directores de fotografía, buenos guionistas, buenos directores, o sea, hay de todo.
Pero hay un problema grave y es que no le llegamos al público. Al cine colombiano le va muy mal con el público. Me parece que hay un énfasis muy grande en gustar en Europa con unas historias siempre al gusto de la mala conciencia de los europeos y entonces nos hemos olvidado del público local. Hemos hecho lo contrario de lo que ha hecho la televisión, que llegó a tener el público colombiano a sus pies. La televisión era maravillosa porque le hablaba al colombiano. En cambio, el cine le da la espalda al público y no le llegamos a nuestra audiencia, no la seducimos y eso es muy grave”.
“El problema es largo porque resulta que Colombia es un país acomplejado. Aquí nos acompleja nuestra lengua, entonces todo lo ponemos en inglés, queremos ser gringos. Nos avergonzamos de nosotros mismos y pareciera que nuestro cine nos da pena. Por otra parte, el estado ha enfocado todas sus baterías en ganar premios en Europa y nunca se ha preocupado por hacer circular el cine colombiano en el territorio nacional. El cine de acá se ve en Bogotá, Medellín, Barranquilla y, de pronto, en Cali y en Bucaramanga. Pero el cine colombiano no llega a otros sitios y eso es algo que han hecho muchos países, intentar que su gente consuma su cine, porque el cine tiene que vivir de la taquilla nacional, porque el cine con la taquilla internacional no subsiste como industria.
Aquí el problema es que los del gremio miramos a ver si las producciones tienen un premio en Cannes o en San Sebastián, pero a la familia colombiana que va a ver cine un domingo le importa un bledo si esa película tuvo un premio europeo. Lo que le importa es ver el afiche y ver si eso lo va a divertir, si tiene caras conocidas. Entonces hay muchos problemas que han alejado al público local del cine colombiano porque finalmente estamos llenos de películas que fueron hechas para otra gente”.
“Siempre hay crisis. Yo me acuerdo cuando apareció la televisión y la gente del gremio se horrorizo porque creyó que se iba a acabar el cine. No se acabó, se transformó. Ahora, por una parte, vino la pandemia, que nos encerró en nuestras casas y nos hizo abandonar las salas de cine por la fuerza y ahí llegaron todas las plataformas y nos devoraron el cerebro, entonces evidentemente salió perdiendo el cine y yo no sé cómo se va a recuperar, pero se recuperará. Entonces viene el drama con las plataformas: soy crítica de ellas, aunque las miro, pero es muy grave porque lo que se perdió fue la producción con sabor local.
Yo creo que a eso hay que volver, no se sabe cómo ni cuándo, pero el cine debe regresar a eso. Nunca hay que perder las esperanzas porque el cine es muy vital, apasionante y tiene un poder enorme de emoción, que no se compara con el de una serie de plataforma”.
“Que como industria es poco industria. De las 54 o 57 películas que se hacen al año, solo una recupera su inversión y las demás van a pérdida. De manera, que es una industria muy coja. El cine sobrevive porque es cultural y porque lo salimos a defender nosotros los loquitos. Mientras no recuperemos la inversión somos muy frágiles porque estamos sometidos a los vaivenes políticos.
Otra cuestión es que todavía no nos quiere el público y eso es muy grave. La primera tarea del cine nacional es conquistar a los colombianos”.
“Hay un guion que tengo entre pecho y espada sobre cómo era la violencia en contra de las mujeres en la época de La Violencia. No es que haya renunciado a él porque yo aún produzco. Vamos a ver qué sucede, está en el tintero. Nunca hay que claudicar, hay que seguir peleando y más en estas profesiones.
Yo creo que todas mis colegas somos muy batalladoras, nos ha tocado ser muy persistentes. Admiro mucho a las que logran hacer una película, y después otra, y después otra. Ahorita hay una explosión de mujeres en el cine y eso me alegra mucho. Yo creo que hay más mujeres dirigiendo que hombres.
Además, que ya hay muchas más universidades donde enseñan cine y audiovisual y así podemos prepararnos mejor técnicamente. Yo creo que hay un gran futuro por delante. Vamos a ver qué se les ocurre a las colegas para salvar esto”.