El fin de semana se estrenó, en la octava edición del Festival de La Tigra, Rumba Parabólica, el primer disco de La Bellecera, una orquesta atípica, dirigida por Edson Velandia e integrada por músicos y curiosos que van de los 4 a los 76 años de edad, porque en La Bellecera todo el mundo es bienvenido. Para hacer parte de la orquesta solo hace falta llegar a los ensayos de todos los martes en la biblioteca que lleva el mismo nombre, ubicada en el barrio Cabecera, en Piedecuesta, Santander.
La orquesta hace parte de la biblioteca, la cual nació del Festival de La Tigra, porque es tradición en esta celebración hacer un mural. Buscando la pared para realizarlo, se encontraron un salón y lo volvieron biblioteca.
–Esa construcción llevaba unos 3 o 4 años abandona, un elefante blanco, entonces le pedimos a la Junta de Acción Comunal del barrio y a la alcaldía que nos permitieran hacer el mural ahí y cuando abrimos el espacio para hacer el mural nos dimos cuenta de lo grande que era, de lo bello entonces empezamos a hacer gestiones para que se creara una biblioteca que era el sueño que teníamos de tener una sede y un programa permanente para que el festival no se limitara a una semana al año, dice Edson.
–¿Por qué una biblioteca?
–Entre otras cosas porque sentíamos que era una buena manera de acercarnos como comunidad, de tener un espacio en el que la lectura fuera el centro, pero que no se limitara a los libros, sino que nos imaginamos la biblioteca como un organismo vivo donde se puede ampliar el concepto de lectura a otras maneras como son los conversatorios, el cine, la música, que también son formas de leernos. La biblioteca es un lugar de encuentro, un salón comunitario donde todo el mundo puede entrar, no hay condiciones.
–¿Cómo empezó la orquesta?
–Yo empecé ese proceso de la orquesta sin saber cómo. Sabía que quería invitar a todo el mundo y probar otro tipo de formación que no fuera la convencional, empecé enseñándoles a escribir pero yo mismo me aburría y el grupo no conectaba emotivamente, y ahí es que me encuentro con el maestro Antonio Arnedo y le pregunto: “¿Qué hago?” Y el me dice: “Toquen”. Así empezó el proceso, por eso la primera canción que lanzamos se llama Mar-Zoúno, porque ese es el día que yo marco como el inicio de la orquesta, el 1 de marzo de 2023, desde ese día hasta hoy nos encontramos cada martes a las 4 de la tarde.
Ese día Velandia puso en marcha la recomendación del maestro, cantó una melodía para el bajo y otra para los vientos y poco a poco los otros se fueron uniendo, improvisando, jugando a hacer música, y así terminaron haciendo el disco, que incluye 11 temas donde todo es emoción y comunión.
–¿Cómo es el proceso?
–Lo que hago es tratar de provocar el juego, poner a sonar las ideas que los otros traen o tirar alguna idea, la que se me ocurra. Canto algo y, mientras eso suena, puede ocurrir otra cosa, y los invito a proponer sobre esa base y ahí se va armando. Yo como moderador de una conversación voy dando la palabra y eso se va organizando como una canción, es un juego, muy infantil en últimas, dice Edson.
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Y ese juego como principio, le da a la música y los músicos otras expectativas. No es la música por el arte y el comercio, es la música por la celebración, por el encuentro con los otros.
–Arte por naturaleza es artificio, es una cosa que se hace para vender o comprar. Así nació en Europa, pero aquí y en cualquier lugar del mundo han existido el canto, el baile, no cómo show, sino como ceremonia, como ritual, es decir, dentro de nuestros conceptos humanos más ancestrales y primarios, que no por ser primarios son bestiales. La música y todo eso que llaman arte se conectan con el universo entero, acompañan entierros, matrimonios, cumpleaños... La música es eso, unión. En un cumpleaños todo el mundo canta, afine o no, de eso se trata, y nadie va a decir que eso es arte porque no lo es, pero es lo que hacemos en la orquesta, todos cantan, todos tocan y no se ensaya como una orquesta sinfónica con el director al frente. Es un círculo, y quién dirige es más un profe, un moderador, es otra cosa. Esa es la vuelta, poner en función del colectivo las cosas, no dejárselas a los especialistas, dice Velandia.
Ese proceso que hace Edson Velandia con la orquesta lo hacen también los vecinos y los demás colectivos que integran la biblioteca y el festival. Es un intento por pensarse y contarse distinto, dándole otro sentido a las palabras, al encuentro, al diálogo, a la música, que es comercial, sí, pero no solo eso.
Es un proceso donde todos participan, donde se piensa con los otros, se dialoga. Un proceso comunitario que busca, sobre todo, plantear otros principios para encontrar otras finalidades, la música por el juego, por la diversión, por la comunión, la biblioteca como salón social, espacio de todos, para el encuentro, el refugio, para leer y contar el mundo distinto, y el festival para la celebración, para el intercambio, para todos.
–Si nosotros intentamos y trabajamos por fortalecer nuestras comunidades, y fortalecernos como parche, como grupo, si valoramos esto que tenemos acá y no nos comemos el cuento de que afuera es mejor, que aquí nada sirve, de que esto no va para ningún lado, y en vez de despreciar lo que tenemos porque no sirve, más bien lo ponemos a servir, a funcionar, te pones tú en función de que sirva, es una forma de hacer paz, de crear comunidad, de crear tranquilidad, dice Velandia.
Ese es el fin de la biblioteca, el festival y la orquesta, hacer paz, crear comunidad, vivir el mundo distinto.