El arte de Auschwitz: 80 años de la liberación del mayor campo de concentración nazi

“Por la mañana, cuando nos despertamos en libertad, fue como si hubiéramos renacido”, escribió Thomas Geve al recordar el día en que terminó su cautiverio en un campo de concentración, en 1945. Para este joven judío de 15 años, que pasó su infancia bajo el yugo nazi, ese momento cerró un capítulo profundamente marcado por el horror.

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Poco después de su liberación, Geve creó una serie de casi 80 dibujos que documentan paso a paso lo que vivió en Auschwitz. Según Sydney Yaeger, coordinadora de programas públicos del Museo de la Herencia Judía, “los dibujos, representados con detalles simples pero conmovedores, reflejan su vida en los campos, al tiempo que revelan la humanidad compartida entre Thomas y los otros prisioneros”.

A 80 años del día en que el Ejército Rojo liberó Auschwitz, el mayor campo de concentración y exterminio de la Segunda Guerra Mundial, su frase resuena como un testimonio universal de quienes sobrevivieron a la Shoah en esa parcela olvidada por Dios, en el sur de Polonia, donde más de un millón de personas fueron asesinadas. Pero en medio del horror, la belleza se abrió paso como un acto de resistencia.

Cientos de dibujos y obras creadas en secreto por otros prisioneros judíos no solo documentaron la brutalidad vivida, sino que dejaron un legado que refleja su lucha por preservar su dignidad frente a las condiciones más deshumanizantes. Como señala el Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau, “el arte sirvió para múltiples propósitos: una distracción de los horrores, un medio para preservar la memoria y una forma de luchar por la supervivencia”.

Hoy, esa institución, fundada en 1947, alberga la mayor colección de arte relacionado con los campos de concentración. Desde piezas creadas en secreto hasta documentos gráficos de la vida cotidiana, estas obras constituyen un testimonio invaluable que permite comprender, desde una perspectiva artística e histórica, las experiencias de los prisioneros y las extremas condiciones en las que fueron creadas.

En EL COLOMBIANO rescatamos algunos de estos testimonios gráficos:

Franciszek Wieczorkowski, un prisionero polaco del que se dispone de información limitada sobre su vida personal, pero al que se le reconoce su contribución artística en la Segunda Guerra Mundial, encontró en el dibujo un resguardo en medio de la brutalidad a la que se vio sometido en Auschwitz, pues dibujos como Trabajar en un rodillo, creado en 1942 y que retrata a un grupo de prisioneros empujando un pesado rodillo utilizado para nivelar y compactar el terreno del campamento, captura con desgarradora sencillez la extenuante labor forzada y la vigilancia opresiva de los guardias, convirtiéndose en más que un mero registro gráfico, en un testimonio del sufrimiento y la fortaleza de los internos, ya que, a través de sus trazos firmes pero austeros, el artista inmortalizó la resiliencia de quienes, a pesar de la deshumanización, se negaron a ceder por completo su dignidad.

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Wincenty Gawron, un artista, soldado y miembro de la resistencia polaca durante la Segunda Guerra Mundial, fue arrestado por la Gestapo en 1941 y deportado, posteriormente, a Auschwitz, donde trabajó en el comando Abbruch, un lugar en el que se realizaban demoliciones agotadoras bajo constante vigilancia y donde utilizó su talento artístico para documentar la vida en el campo, por ejemplo, en su obra más destacada, Marchando hacia Abbruch, que fue concebida en 1942 —año en el que escapó—, capturando la monotonía opresiva y el desgaste físico y psicológico de los internos.

Tras la guerra, Gawron emigró a Estados Unidos, donde continuó su labor artística y estableció el Museo del Ejército Polaco en Chicago.

Mieczyslaw Koscielniak, un pintor y dibujante polaco prisionero en Auschwitz, utilizó su talento para registrar la humanidad que persistía incluso en las condiciones más deshumanizantes. En Concierto Auschwitz, fechada en 1943, el artista retrató a un grupo de prisioneros interpretando música dentro del campo, imagen cargada de simbolismo que no solo representa un momento de abstracción espiritual, sino que refleja cómo el arte y la música fueron ventanas de escape frente al horror.

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Hoy en día, Koscielniak, quien creó cerca de 300 obras en el campo, es recordado por legar un testimonio visual de la vida y la lucha de los prisioneros, mientras sus dibujos, recordatorios vivos de cómo la creatividad y el espíritu humano sobrevivieron incluso en el abismo de la barbarie, son resguardados por el Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau.

Wlodzimierz Siwierski, otro prisionero polaco en el campo de concentración de Auschwitz, creó durante su cautiverio alrededor de 200 pequeños bocetos que retratan a los internos tanto en sus labores diarias como en momentos de descanso impuestos por las regulaciones del campo.

Una de sus obras más destacadas es Sopa, un dibujo a lápiz sobre papel realizado en 1940 que retrata la distribución de alimentos, un acto aparentemente banal pero que simbolizaba la lucha diaria por la supervivencia, puesto que Siwierski capturó con trazos mínimos la desesperación y el desgaste de los internos, obligados a pelear en su cotidianidad por cada mísera ración.

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