El valor del agua en un mundo en llamas
La sede, de Virginia Mendoza, ofrece una historia global y familiar de la relevancia del agua en la vida de las comunidades españolas. Ella es una de las invitadas al Hay Festival de este año. No hay nada más grave que la falta de agua. De ahí que muchos profetas del presente hablen de que las guerras del mañana ya no tendrán de excusa el dominio de los pozos petroleros sino de las fuentes hídricas. Cuestiones de futurología aparte, lo cierto es que el agua ha sido uno de los motores más importantes de la historia de la humanidad, el más importante, de hecho. La periodista española Virginia Mendoza pertenece a una familia que por generaciones ha luchado contra la falta de agua. A partir de esa experiencia y gracias a sus estudios de historia, escribió La sed, un libro en el que señala las conexiones de la carestía del líquido vital con decisiones políticas y económicas. EL COLOMBIANO habló con ella.
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Usted nombra la falta de agua no como sequía, sino como la sed, entendiendo que esta última es la consecuencia de la política, la economía...
“Decidí que quería hablar de la sed porque, aunque me interesaban las sequías, no quería que quedara limitado a eso. Una sequía ocurre y tiene unas consecuencias, pero quería que quedara claro también el papel del ser humano a la hora de provocar esta situación. No es solo el hecho de que llueva poco, sino también que se agoten las aguas subterráneas. Quería insistir también en el componente de desigualdad que ha sido siempre tan frecuente, y que he visto desde pequeña con esa sequía que afectó muchísimo en los años 90 a mi tierra”.
En su libro, usted también destaca el papel del ser humano en provocar la falta de agua...
“Quería que quedase claro el papel del ser humano tanto a la hora de provocar estas circunstancias como también, posteriormente, ser víctima de las mismas. Y en los momentos en los que la sequía se convierte en hambruna, quería que quedase claro que suele haber otros componentes alrededor, como el abuso de poder, la desigualdad en el acceso al agua, etc. Me interesaba que tuviera ese enfoque antropológico y fuera más allá de la mera sequía”.
En la introducción de su libro, menciona un episodio donde un noble se apropia del agua de un pueblo...
“Bueno, en mi pueblo nos resulta bastante conocida una historia que se dio el año en el que yo nací, en 1987. Ese verano, después de varios años de sequía, los vecinos de Villanueva de la Fuente se dieron cuenta de que lo que se estaba dando no solo era una escasez de lluvias, sino que habían descubierto que alguien se estaba quedando con el agua. Se dio cuenta de que había un sistema de regadío que necesitaba mucha agua, y al final entendieron que el problema no era solo la sequía. Cuando lo descubrieron, lo que hicieron fue volcar los postes del tendido eléctrico para paralizar la finca. Al hacerlo, poco a poco empezaron a recuperar el agua”.
¿Cómo fue la relación de los habitantes de su pueblo con el agua durante esta época de sequía?
“Mi pueblo, Terrinches, está muy cerca de Villanueva de la Fuente. En mi pueblo recuerdo que vivíamos una situación de extrema escasez de agua, especialmente a principios de los 90, cuando hubo una sequía más grave. En esa época, mi abuelo era el responsable del agua en el pueblo. Él iba a los depósitos cuando había restricciones y se encargaba de abrir y cerrar el agua, y yo le acompañaba. Recuerdo que solo había media hora de agua al día, especialmente en verano. Aunque era algo muy duro, recuerdo que de pequeña, en cierto modo lo vivía como algo normal, sin entender completamente la gravedad de la situación”.
Las sequías no son un fenómeno reciente, sino que han sido motores de transformaciones sociales y culturales. ¿En que se diferencian estas sequías de las del pasado?
“Tiene mucho que ver con el hecho de que hay personas con más poder y que tienen mayor facilidad de acceso al agua. Ellos consumen mucho más de lo que se consumía antes. Por ejemplo, en mi pueblo, cerca de Las Tablas de Daimiel, está el pozo más antiguo de la Península Ibérica, que perteneció a la cultura de las Motillas. Ellos vivieron una mega sequía hace unos 4.000 años, y se dieron cuenta de que debajo de la tierra había agua, y eso les permitió salir adelante en un momento de extrema escasez. Hoy ese pozo está seco, no porque la sequía actual sea más grave, sino porque el agua se está extrayendo de manera intensiva”.
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Uno se da cuenta de la importancia del agua cuando ya no está...
“Sí, hasta cierto punto sí. Creo que hasta que no vive una situación extrema con algo que hemos normalizado, como el agua, no te das cuenta realmente de su valor. Recuerdo que en un momento viví en Armenia, en el Cáucaso, y no sentí un choque cultural hasta que llegué a ciertos pueblos donde dejaban que el agua corriera. Yo venía de un lugar donde teníamos que cuidar el agua, y eso me hizo darme cuenta de esa diferencia. Pero, efectivamente, no es hasta que vives con restricciones de agua que realmente te das cuenta de su importancia”.
Y ahora hasta la inteligencia artificial consume agua...
“Me impresionó mucho una noticia reciente sobre la instalación de Amazon en un pueblo de Zaragoza, que va a consumir una cantidad de agua comparable con todo Aragón. A veces me pregunto si las pequeñas decisiones personales, como no llenar una piscina por conciencia medioambiental, sirven de algo frente a algo tan grande. En este caso, la instalación de Amazon requiere una cantidad de agua que supera lo que cualquier individuo podría hacer, pero igualmente uno se siente obligado a hacer su parte. Es una reflexión interesante sobre el impacto de la tecnología y el consumo de agua”.
En cuanto a la estructura de su libro, ¿cómo llegó a la decisión de combinar su historia personal con la historia general?
“La estructura estaba cambiando bastante. Al principio lo tenía todo muy claro, pero no tenía tan claro que mi historia personal fuera a estar tan presente. Mi idea inicial era contar la historia de la España seca, pero a medida que investigaba sobre mi familia, me di cuenta de que varias generaciones habían vivido lo mismo. Fue algo que fui entendiendo poco a poco, y fue importante incluir esas historias familiares, ya que es una forma de conectar con la historia más remota. También me permitió reflexionar sobre cómo el problema de la sequía ha afectado a muchas generaciones y diversas culturas”. ***
Lecciones de las aves para tiempos convulsos Autora de libros que son éxitos de ventas, Jennifer Ackerman ha cultivado una obra rigurosa que invita a la contemplación y el conocimiento de las distintas especies de aves. La vocación naturalista de Jennifer Ackerman surgió de compartir en la infancia con su padre las expediciones para contemplar la vida de los bosques, de las aves. De una práctica tan sencilla y profunda -sentarse en silencio a ver al otro en su estado natural- surgió la obra de una de las divulgadoras científicas más prestigiosas de los últimos veinte años.
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Además de estar bien escritos -en nuestro caso, traducidos-, los libros de Ackerman tienen la virtud de recordarle al lector que hace parte de algo más grande que su yo, su familia, su nación, su especie. Hace parte del ciclo de la vida, para bien y para mal. EL COLOMBIANO habló con ella.
Comenzamos con el origen de su vocación de divulgadora científica...
“Yo estudié inglés en la universidad. No tomé muchas ciencias, pero siempre me ha interesado el mundo natural. Crecí observando aves con mi papá. Era una de cinco chicas en nuestra familia, y mi papá era un hombre muy ocupado. Tenía un trabajo importante en Washington, D.C., pero había aprendido a observar aves cuando era niño y le encantó toda su vida. Así que si quería pasar tiempo a solas con mi papá, la mejor manera era salir a observar aves con él los fines de semana. Así que eso es lo que hice. Y desde que tenía alrededor de siete u ocho años, salía al río donde vivíamos y observaba aves. Nos levantábamos antes del amanecer, salíamos en la oscuridad y escuchábamos a las aves primero. Luego, una vez que salía la luz, empezábamos a observarlas. Mi papá me dio mi primera guía de campo de aves y mi primer par de binoculares. Y así quedé enganchada para toda la vida. Me interesé en escribir sobre algunas de las complejidades del mundo natural. Y he estado escribiendo sobre ciencia durante años. He escrito sobre biología humana, genética y biología marina. Pero volví a las aves alrededor de 2013 y realmente he estado con ellas desde entonces. Y estoy encantada. Me encanta escribir sobre ellas. Me encanta aprender sobre ellas. Me encanta seguir a los científicos en el campo”.
¿Esta relación con la naturaleza ha formado su carácter y su visión de la vida?
“Es una pregunta maravillosa, y voy a tener que pensarlo un momento. Creo que lo principal que diría es que estar en contacto con el mundo natural, ya sea con aves o hacer senderismo en las montañas o estar cerca de los árboles, me hace sentir parte de algo más grande. Y creo que esa es una especie de hambre que tengo en mi alma: sentirme parte de algo realmente grande y algo que inspire asombro. Así que sí, creo que ha formado mi carácter. Y creo que mi trabajo con búhos ha cambiado la forma en que me muevo por el mundo. Realmente admiro lo matizados que son, lo silenciosos y camuflados que son, y cómo se mueven por el mundo sin hacer mucho ruido. Y me encanta esa manera de ser. Así que creo que he interiorizado algo de su forma de moverse por el mundo”.
¿Qué eventos en su vida le hicieron decidir escribir sobre aves?
“Después de graduarme de la universidad, viví un tiempo en la playa, en la costa del Atlántico, en Delaware. Y me di la maravillosa tarea de caminar por la playa dos veces al día, temprano en la mañana y al atardecer. Y lo que realmente me llamó atención la fue la actividad de las aves en estos momentos del día. Las aves son muy, muy activas al amanecer y al atardecer. Y me dio tanta curiosidad. Lo interesante de las aves en la orilla es que son muy visibles. En general, las aves son la forma de vida silvestre más visible, pero en la costa realmente destacan porque están simplemente en la playa. Y había tantos comportamientos diferentes que me encantaban. Y decidí aprender de un hombre mayor que salía a observar aves cuatro horas cada mañana. Y él me enseñó muchísimo sobre cómo observar el comportamiento de las aves. Estaba casi sordo, pero tenía una visión maravillosa. Y me enseñó a identificar aves por el patrón de su vuelo o por sus comportamientos. Y simplemente me dio mucha curiosidad la biología de las aves, así que comencé a investigar sobre ello. Y creo que eso fue lo que realmente me impulsó. Eso fue a principios de la década de 1990. Así que fue hace mucho tiempo, pero creo que fue realmente el comienzo de mi fascinación por las aves y por la vida silvestre, y mi deseo de tratar de traducir para el público, para personas como yo que no teníamos un fondo en ciencias, parte de la biología realmente interesante, detallada y compleja de estos seres”,
¿Cuál fue la razón del éxito editorial de sus libros?
“Creo que la gente está realmente, realmente fascinada con las aves. The Bird Way salió durante la pandemia. Y creo que muchas personas comenzaron a mirar hacia sus jardines, hacia el mundo natural, como una forma de salir de sí mismas. Fue un tiempo de aislamiento y claustrofobia, y todos estaban buscando algo que hacer que fuera seguro. Y mucha gente se volcó a la observación de aves. Y creo que esa fue una de las razones del éxito de ese libro, que la gente tenía hambre de contacto con el mundo natural y de saber qué era lo que estaban viendo”.
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Es imposible hablar de los animales sin hablar de los desafíos del medio ambiente, ¿cuál es su opinión sobre el estado actual de la naturaleza?
“La naturaleza está realmente amenazada, está bajo asedio, y por dos razones. La pérdida de hábitats, la pérdida de praderas, bosques primarios, debido al desarrollo, y también el cambio climático, el calentamiento global, y estas dos cosas están poniendo realmente en peligro a las aves, a muchas especies de aves. Y pienso particularmente en las aves que están muy bien adaptadas a un nicho muy específico, por lo que podrían ocupar una zona particular en una montaña, o podrían tener una pequeña costumbre de anidar en árboles antiguos. Esas aves van a perder sus hogares, sus hábitats, a medida que el planeta cambia, a medida que perdemos hábitats, a medida que el clima se calienta. Así que, cuando pienso en esto, a veces siento una ola negra de desesperación. Y al mismo tiempo, sé que tengo que tener esperanza. La naturaleza ha resistido, somos una especie tan joven, no hemos estado aquí tanto tiempo. Y la naturaleza es muy resistente”.