Cuando Luisa cumplió 19 años decidió que no quería tener hijos. Más tarde, a los 21, Valentina también llegó a la misma conclusión.
Ellas son solo un ejemplo de un fenómeno social y demográfico presente en Colombia y en el mundo entero. Los jóvenes no quieren tener hijos. Solo por poner un ejemplo, en 2023 en Estados Unidos, nacieron 3.591.328 bebés, una reducción del 10% en comparación con los nacimientos de los últimos diez años.
En Colombia la tendencia es similar. De acuerdo con cifras del Dane, en 2023 se alcanzó el número de nacimientos más bajos en la última década: pasaron de 669.137 a 515.549 nacidos, lo que significa una reducción de 23 puntos porcentuales.
Las tasas de fecundidad específicas por edad –el número de nacimientos durante el año por cada 1.000 mujeres en edad reproductiva– en el país también han disminuido. A pesar de que la más alta es la de mujeres entre los 20 y 24 años, que en 2023 se situó en 65 nacimientos por cada 1.000 mujeres en este rango de edad, en los últimos diez años la tasa ha caído 32,5 puntos. En los otros rangos de edad también se ha reducido la tasa.
Estas cifras demuestran la reducción de nacimientos en este grupo poblacional. Pero, ¿cuáles son los motivos? ¿Por qué los jóvenes no quieren tener hijos?
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Los motivos de Luisa y Valentina para no tener hijos, aunque similares, son diferentes: para una, tenerlos significaba una herencia que no quería pasar, una posibilidad de transmitir un sinnúmero de enfermedades de base que recorrían las ramas de su árbol genético familiar. Para la otra, sus razones estaban todas fundamentadas en lo que para muchos es la crisis contemporánea que atraviesa el mundo: la guerra, el malestar socioeconómico y la crisis medioambiental hacen parte de su repertorio.
Digna es un proyecto de investigación sobre trabajo y género de la Universidad de los Andes, que ha estudiado el descenso de la fecundidad y la elección de no tener hijos en la sociedad colombiana.
En 2024 publicó la investigación ¿Tener o no hijos? Decisiones de fecundidad en Colombia y Bogotá, en la que analizó este fenómeno a partir de datos y testimonios.
Uno de los principales motivos para esta decisión es la educación. Existe una correlación entre la tasa de fecundidad y los niveles de estudio de las mujeres: a mayor nivel académico cursado, menor el número de hijos.
Paola Camelo, coautora del estudio y Magíster en Sociología, explica que las personas que están teniendo más hijos son aquellas menos educadas y que residen en departamentos con altos niveles de pobreza y marcados por el conflicto armado. “Entre más educación haya tenido una mujer, menos hijos tiende a tener o generalmente busca aplazar la maternidad [...] No se trata de la cantidad de títulos, sino que la educación permite a las mujeres tener más herramientas frente a temas como métodos anticonceptivos y, en general, educación sexual”, afirma la experta.
Bogotá es la ciudad donde las mujeres tienen menos hijos. Mientras en 2023 a nivel nacional el índice fue de 1,2 hijos por mujer, en la capital fue de 0,9. En Antioquia, la tasa en ese mismo año también se ubicó por debajo del promedio: fue de 1,1 hijos por mujer. Al tiempo, ambas ciudades son de las más educadas de Colombia.
Esto no solo pasa aquí. Una investigación realizada en Estados Unidos por el Pew Research Center analizó las razones por las que personas mayores de 50 años no tuvieron hijos y las de menores de esa edad no quieren tenerlos. Este estudio encontró que las mujeres sin hijos suelen tener niveles educativos superiores que aquellas que son madres: el 47% de las que no tienen hijos cuentan, al menos, con un título de pregrado; mientras que solo el 31% de las que son mamás tuvieron esta misma formación educativa.
Otro motivo relevante para la decisión de no tener hijos está relacionado con la distribución de las labores de cuidado. Como muestra el estudio de Digna, la elección de la maternidad también está relacionada con una reflexión acerca de este tipo de roles y tareas.
Según la Encuesta Nacional del Uso del Tiempo realizada por el Dane en 2021, las mujeres dedican, en promedio, 7 horas y 44 minutos al día en labores de cuidado como cocinar, planchar, lavar y cuidar de los hijos. Mientras tanto, los hombres solo destinan 3 horas y 6 minutos al día a estas actividades.
En ese sentido, tener un hijo hoy para muchas jóvenes significa también preguntarse qué tan dispuestas están a cuidar de otro, y a hacer parte de un sistema en el que el cuidado se ha caracterizado como algo exclusivamente femenino. Luisa, por ejemplo, cuenta que algo que motivó su decisión de no ser madre fue haber tenido la experiencia previa de haber cuidado de sus sobrinos. Eso le hizo darse cuenta que no deseaba dedicarle tanto de sí a otro y, en resumidas cuentas, que no quería ser cuidadora.
Angela Vega, doctora en Demografía de la Universidad de la Universidad Autónoma de Barcelona, señala que las mujeres se han desencantado de la natalidad por varios factores. “Muchos expertos aseguran que el descenso de la natalidad se ha dado, en parte, por la llegada de los métodos anticonceptivos en la década de los sesentas, pero no. Creo que la reducción se ha dado porque las mujeres, poco a poco, se dieron cuenta del contexto adverso contra ellas en el que vivían y que en cuanto al cuidado ellas eran las únicas responsables de los hijos”, explica la doctora.
Otros motivos relacionados con la decisión de no tener hijos que, poco a poco, toman más fuerza son la crisis climática y la situación sociopolítica mundial. Valentina dice que no quisiera colocarle un peso más al planeta Tierra, además de la huella que ella deja en él y que la actual situación política del mundo tampoco le parece un ambiente propicio para tener un hijo.
Pero esta decisión de no ser madre no solo es una elección solitaria, sino que también se ha hecho más frecuente en las parejas jóvenes. Por ejemplo, en inglés se ha popularizado en los últimos años el término DINK, cuyas siglas quieren decir Double Income, No Kids, o sea, Doble ingreso, No hijos en español.
Cristian Correa, Magíster en Terapia Familiar y de Pareja y candidato a doctor en Ciencias Sociales, ha investigado en Medellín los motivos por los cuales parejas jóvenes han tomado la decisión de no tener hijos.
Esta elección, además de implicar una serie de consideraciones personales, sociales y económicas, también habla de la manera en cómo se ha transformado el matrimonio en los últimos siglos.
Este, en el siglo XVIII, era motivado especialmente por los acuerdos económicos entre familias. La aparición del amor romántico en ese momento hace que esta unión trascienda, según Correa, a una exploración “de lo afectivo, amoroso y erótico”. Poco a poco, el matrimonio comenzó a ser una elección basada en el mero sentimiento y, si bien su destino original en ese entonces era la concepción, esa idea se fue transformando con los años. Ahora, la vida en pareja sin hijos plantea un cambio en la familia tradicional.
En este panorama, las razones para no tener hijos, de acuerdo a las investigaciones realizadas por Correa en la ciudad, son varias: el costo económico que implica, la crisis medioambiental, el deseo de colocar en primer lugar el disfrute como pareja y las transformaciones físicas del embarazo en el caso de las mujeres.
A pesar de que no haya certeza que esto sea solo una “tendencia”, lo cierto es que la composición de la familia ha cambiado y ahora la “carta” es mucho más amplia: las parejas optan por otras opciones como adoptar mascotas, por ejemplo.
Si bien Correa no asegura que este deseo de no tener hijos se trate o no de un asunto de millennials o de zoomers, cree que sí podría prevalecer en las próximas generaciones.
No tener hijos no solo trae consecuencias al individuo sino también a la sociedad.
En cuestiones demográficas, el envejecimiento es un problema que está tocando nuestra puerta cada vez más fuerte.
La semana pasada, un estudio de Medellín Cómo Vamos reveló que, por poco, la capital antioqueña será la segunda ciudad más envejecida de Colombia en diez años. De acuerdo con las proyecciones poblacionales, se espera que para 2035 los menores de 15 años sean el 14% de la población y los mayores de 60 alcancen el 22%.
En esta ecuación una de las cifras clave es la tasa de reemplazo poblacional, la cual hace referencia a la cantidad mínima de hijos que debe tener una mujer para que una población se mantenga en el tiempo. A nivel mundial, este indicador es de 2,1 hijos por mujer.
Ángela Vega, la doctora en Demografía, explica que si bien en Colombia hay un colectivo grande de mujeres en edad fértil, en 20 años esto no será así.
El envejecimiento se presenta por múltiples razones. Una de ellas es el aumento de la expectativa de vida, el cual actualmente es de 77,3 años. Esto resulta en una inversión de la pirámide poblacional: cada vez hay más adultos mayores que jóvenes, los que finalmente son los que cumplen con las labores productivas en un país. El Dane proyecta que en 2070, en Colombia habrán 183 adultos mayores por cada 100 jóvenes.
Algunas de las medidas para subsanar el “envejecimiento” son incentivar la natalidad, alargar los años de vida productiva de la población, incentivar el empleo y tener un contexto propicio para la inmigración.
Vega asegura que países con situaciones económicas más “robustas” que la colombiana han implementado medidas para mitigar los impactos de esta problemática, pero estas no han traído los resultados esperados. En Colombia, los expertos aseguran que los últimos gobiernos no han actuado para atender seriamente esta problemática, a pesar de las implicaciones que podría tener para el país.
Las demandas sociales de una sociedad donde predominan los adultos mayores son diferentes y, desde antes, tienen que empezar a planearse y ejecutarse iniciativas pensadas en este cambio poblaciones. Vega señala que asuntos como el sistema de salud y el pensional deberían ser la prioridad en una sociedad que está envejeciendo vertiginosamente. Además de esto, un fortalecimiento del sector laboral y de la educación superior también ayudaría a aquellos jóvenes que entrarían a reemplazar productivamente a los mayores del mañana.
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De esta manera, el deseo de convertirse en padre va más allá de lo personal y se transforma en una decisión que acarrea implicaciones políticas y sociales.
Para Paola Camelo, investigadora de Digna, la natalidad podría verse impulsada si hay una transformación en la manera en cómo funcionan las labores de cuidado actualmente. “Es muy importante que comience a considerarse el cuidado a nivel multidimensional, ya que no todas las personas requieren el mismo tipo de cuidado [...] Poco a poco, debemos prepararnos para cuidar de los mayores”, afirma.
Vega coincide en que esto podría ayudar a subsanar la natalidad. La experta asegura que una de sus “esperanzas” es que en las nuevas generaciones hayan concepciones diferentes frente al cuidado y a los roles que hombres y mujeres cumplen en estas actividades. O sea, que haya una mejor redistribución de estas labores y una desmitificación respecto a que el cuidado es solo un asunto femenino.
Uno de los juicios que experimentan aquellas personas que toman la decisión de no tener hijos a temprana edad es de tener poca o nula consciencia respecto a lo que significa la paternidad. El investigador Correa cree que esa elección dice todo lo contrario.
Para él, tal vez lo más interesante son las reflexiones que implican esta decisión. Aquellos que deciden pasar de esta faceta, en palabras del investigador, tienen una “conciencia clara y profunda sobre lo que significa ser papá y mamá”.