*Enviada especial a la COP16
Cali acaba de vivir 12 días de gran importancia, cuando las discusiones medioambientales más relevantes y urgentes del mundo sucedían en la Conferencia de las Partes sobre Biodiversidad (COP16). Seguro más de uno extrañará estos días en los que las calles se llenaron de carteles con palabras rotundas como paz, naturaleza, conservación, o con homenajes a las flores de Inírida, que el Gobierno Nacional y la ONU eligieron como símbolo de la cumbre.
El cierre de estos días de festejo y pensamiento fue el viernes en la noche, cuando miles de personas llegaron hasta la Plaza de Cayzedo, convocados por el alcalde Alejandro Eder.
“La COP16 ha sido un gran éxito para nuestra ciudad. Lo primero es que le cumplimos a Colombia y le cumplimos al mundo”, afirmó el mandatario, y además, destacó el comportamiento de los ciudadanos como anfitriones y subrayó que la alta participación en la Zona Verde fue muestra del compromiso de la comunidad con el medio ambiente y el desarrollo local, algo que bien expresó el secretario de la ONU, António Guterres, en su intervención del jueves 30 de octubre: “Le agradezco a Cali por su bienvenida, porque llegamos hasta aquí para hacer las paces con la naturaleza, y estando aquí, todos nos sentimos como en casa”.
Y es que según las cifras del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo y ProColombia, la cumbre dejó un impacto significativo en la capital del Valle del Cauca, que recibió a más de 15.000 turistas que llenaron los hoteles al 91 % de su capacidad, mientras que 23.600 visitantes adicionales contribuyeron al comercio local, destacándose sectores como la gastronomía y el transporte, es decir, este evento impulsó un aumento del 123 % en reservas aéreas internacionales en comparación con 2023, y, en promedio, los visitantes permanecieron entre cinco y ocho noches, mostrando un interés marcado por la oferta natural y cultural de la ciudad.
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Ahora, todos estos reportes y fiestas sucedieron sin que las negociaciones, se cerraran, o sea que mientras la euforia de la ciudad se concentraba en la Zona Verde, la tensión en la Zona Azul se expandía entre los negociadores y entre las horas de más que se iban a necesitar para llegar a acuerdos mundiales que lograran los cuatro objetivos principales de esta COP —el lanzamiento de la Coalición Paz con la Naturaleza, unificar las agendas del clima y de la biodiversidad, crear un sistema de reparto de beneficios de los recursos genéticos y lograr acuerdos sobre financiación para proteger la biodiversidad hasta 2030—.
No obstante, y pese a los esfuerzos, no todo se logró, pero antes de profundizar en eso, es mejor profundizar en lo positivo.
Lo primero, es que en una jornada histórica para la representación de los pueblos indígenas en la agenda global de biodiversidad, este sábado en la madrugada la primera gran noticia, fue que en la plenaria de cierre, que inició sobre las 10:30 de la noche del viernes, se aprobó la creación de un órgano subsidiario que velará específicamente por los intereses de las comunidades indígenas y locales.
Este hito, aclamado como un gran avance en el marco de los acuerdos ambientales multilaterales, fue recibido con entusiasmo por representantes indígenas de todo el mundo, quienes desde el inicio de la cumbre habían alzado su voz en favor de una participación efectiva.
La decisión se tomó en medio de aplausos y cantos, mientras decenas de delegados indígenas, muchos de ellos luciendo sus trajes tradicionales, celebraban con emoción la creación del órgano, con una aprobación unánime por los 196 países participantes.
Y, ¿qué es un órgano subsidiario? Según la ONU, un órgano subsidiario “es una entidad creada para asistir a un organismo principal en el cumplimiento de sus objetivos”. En este caso, su rol será crucial en la implementación de políticas que integren los saberes y prácticas ancestrales en la conservación de la biodiversidad, por lo que su creación implica la formalización de un espacio permanente donde los pueblos originarios puedan participar activamente en la toma de decisiones sobre biodiversidad, un aspecto largamente demandado por estas comunidades que históricamente han protegido los ecosistemas naturales.
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Camila Romero, representante indígena de Chile, describió la aprobación de este órgano subsidiario como un “momento sin precedentes en la historia de los acuerdos multilaterales sobre medio ambiente”, en un discurso ante los delegados, y añadió que “las partes han reconocido la necesidad constante de nuestra participación plena y efectiva, nuestros conocimientos e innovaciones, tecnología y prácticas tradicionales”.
Este nuevo órgano se suma a los dos ya existentes: el de asesoramiento científico y técnico, así como al de implementación.
“A este logro se suma la aprobación del programa de trabajo para pueblos indígenas y comunidades locales hasta el 2030, acuerdo alcanzado hace dos días en plenaria. De igual forma, en este grupo de decisiones relativas al Artículo 8j, se reconoce el rol de los afrodescendientes dentro del CDB como actores clave para la conservación de la biodiversidad”, explicó el colectivo Periodistas x el planeta.
“Esto también les dará acceso a recibir recursos para financiar sus iniciativas enfocadas en la conservación y gestión sostenible de la biodiversidad, y participar en discusiones ambientales globales, como la próxima Conferencia de las Partes (COP)”, explicó en un comunicado del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible.
Entrada ya la madrugada del sábado, otro estallido de emoción cobró vida. Los representantes de los pueblos indígenas alzaron de nuevo el puño al aire, celebrando la creación de un fondo que finalmente reconocía su papel como guardianes de la naturaleza en las negociaciones, pues tras horas de agotadoras discusiones y negociaciones, se acordó el “Fondo de Cali” para el reparto de beneficios provenientes de las secuencias genéticas digitales (DSI), un logro histórico para la equidad en la conservación.
Este otro acuerdo representa un paso adelante en la lucha por el reparto justo y equitativo de los beneficios derivados de los datos genéticos, los cuales se extraen, en su mayoría, de la biodiversidad que se encuentra en países en desarrollo. Este fondo, que será financiado por sectores que se benefician de los recursos genéticos, como las industrias farmacéutica, cosmética y de biotecnología, busca devolver a las comunidades indígenas y locales el valor de su conocimiento y de sus recursos.
Glenn Walker, del programa de naturaleza de Greenpeace Australia Pacífico, destacó el impacto de esta nueva implementación: “La clara señal enviada hoy por la COP16 es que las grandes empresas deben pagar sus cuotas para la protección de la naturaleza”. La propuesta sugiere que las empresas cuyas ganancias superen un umbral específico aporten un 1% de sus beneficios o el 0,1% de sus ingresos al fondo, una contribución significativa para la conservación global y un cambio de paradigma hacia una economía que valore la equidad y la sostenibilidad.
Sin embargo, el acuerdo también enfrenta desafíos importantes: la participación en el Fondo de Cali es voluntaria, basada en la reputación que las empresas pueden ganar al contribuir. Así que Common Initiative señaló que “aunque el fondo supone un paso importante hacia el reparto inclusivo de beneficios, puede tener dificultades para conseguir contribuciones significativas, dado que depende de la buena voluntad voluntaria”. La efectividad de este mecanismo de financiación dependerá, en última instancia, de la voluntad de las empresas de participar y de la comunidad global de apoyar esta iniciativa.
Por su parte, los países en desarrollo expresaron sus reservas, ya que consideran que los fondos multilaterales actuales son ineficientes y dificultan el acceso a recursos. Tras intensas negociaciones, se determinó que la mitad de los fondos generados se destinarán a los Pueblos Indígenas y Comunidades Locales (PILC), quienes, a pesar de su rol fundamental en la protección de la biodiversidad, no siempre han sido beneficiados por los descubrimientos y las innovaciones basadas en sus recursos.
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Este acuerdo marca un punto de inflexión en la historia de las negociaciones sobre biodiversidad y su conservación. En palabras de los representantes indígenas, el fondo no solo reconoce la importancia de sus conocimientos ancestrales, sino que abre la puerta para un futuro donde las comunidades puedan acceder a los beneficios de la economía global sin perder su identidad y territorio, convirtiéndose de esa forma en un símbolo de justicia y un recordatorio de que el camino hacia la sostenibilidad no debe olvidar a quienes, durante siglos, han preservado la riqueza natural del planeta.
Con este histórico acuerdo en la COP16, el mundo comienza a tomar en cuenta las demandas de los países y comunidades que, hasta ahora, habían sido excluidos del reparto de beneficios, esperando que en la próxima COP17 en Armenia se dé continuidad y refuerzo a los esfuerzos hacia una protección global más justa y equitativa.
En una sala agotada y desierta, apenas quedaban rastros de lo que fue una maratónica discusión de 24 horas en la COP16 de biodiversidad: las luces tenues y muchas sillas vacías hablaban de los ánimos caldeados, de las tensiones diplomáticas y de la frustración por decisiones que, una vez más, quedaron pospuestas, porque a pesar de los esfuerzos, la reunión se suspendió: los 196 países no lograron llegar a un acuerdo sobre el establecimiento de un nuevo fondo de biodiversidad más amplio, posponiendo decisiones clave y dejando en suspenso varios de los compromisos del Marco Global de Biodiversidad de Kunming-Montreal.
“A pesar de los valientes esfuerzos de Colombia y el trabajo incansable de muchos negociadores para encontrar consenso y tender puentes entre los países, este resultado pone en peligro la implementación del Marco Global de Biodiversidad Kunming-Montreal. Nadie debería estar de acuerdo con esto, porque nos afectará a todos. Cumplir la misión de detener y revertir la pérdida de naturaleza para 2030 nunca iba a ser fácil, pero ahora nos estamos desviando peligrosamente del camino”, señaló Kirsten Schuijt, directora General de WWF Internacional.
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Por otro lado, Bernadette Fischler Hooper, directora de Incidencia Internacional de WWF-Reino Unido, no escondió su frustración: “Seguir las discusiones sobre el financiamiento de la biodiversidad aquí en Cali fue tan agradable como una cirugía dental de conducto”. Las divisiones entre los países donantes y los países en desarrollo persisten desde hace años, y, a pesar de los esfuerzos, no se ha encontrado una solución que contente a ambas partes. Mientras los países desarrollados están comprometidos a alcanzar los 20.000 millones de dólares en financiamiento anual para 2025, los fondos actuales —como el Fondo Marco Global para la Biodiversidad, con apenas 407 millones de dólares— son insuficientes para cumplir las ambiciones del marco global.
Además, los países en desarrollo, particularmente en África y América Latina, exigieron que el financiamiento sea administrado de manera justa y sin recurrir al Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF, por sus siglas en inglés), al que consideran insuficiente y sesgado, por lo que piden que no sea el administrador de los recursos, una posición que los países desarrollados no parecen dispuestos a aceptar.
No obstante, se lograron algunos avances en cuestiones relacionadas con el seguimiento y monitoreo de los compromisos, los cuales incluyen una revisión global en 2026 y 2030 para evaluar el progreso de cada país en la implementación del Marco Global de Biodiversidad. Aunque se avanzó en estas modalidades, no se logró un acuerdo completo antes de la suspensión de la cumbre.
“Uno de los mayores logros de Colombia fue integrar a las comunidades de todo el mundo alrededor de la COP16 para asegurar que fueran escuchadas”, destacó Lin Li, directora Global de Política e Incidencia de WWF Internacional. La participación de pueblos indígenas, afrodescendientes, campesinos, mujeres y jóvenes fue notable y sin precedentes, aunque muchas de sus solicitudes aún esperan ser incorporadas en decisiones concretas.
Por último, solo queda decir que con estos avances, la desconfianza se instala en el ambiente y la comunidad internacional mantiene la vista puesta en la próxima COP de biodiversidad. Para entonces, se espera que el debate sobre el fondo de financiamiento esté resuelto, pero las diferencias y la demora de decisiones arriesgan la credibilidad de los compromisos globales.
La COP16 puso sobre la mesa una serie de temas que permitirán construir conversación, según explicó el colectivo Periodistas x el planeta:
1. Se empezó a hablar con mayor contundencia sobre la relación entre cambio climático y biodiversidad. Y, en este sentido, se advierte sobre el impacto de las “soluciones climáticas” a la biodiversidad (por ejemplo: la geoingeniería) así como se empieza a debatir sobre la doble contabilidad.
2. Aunque luego salió del texto, lo cierto es que se empezó a discutir sobre combustibles fósiles, lo cual representa una oportunidad para seguir planteando el tema en estos espacios.
3. Se mencionan los plásticos y la necesidad de cooperación con otras convenciones, sobre todo porque en diciembre los países terminarán de negociar un tratado sobre contaminación por plásticos en Busán, Corea del Sur.
4. En cuanto a océanos, el objetivo 30×30 del Marco Mundial Kunming Montreal es el compromiso de conservación más ambicioso jamás alcanzado, sin embargo, el área marina global bajo alguna forma de protección ha aumentado sólo un 0,5 % desde el 2022 “y a ese ritmo de progreso, sólo el 9,7 % del océano estará protegido para 2030”, indica un reporte presentado en esta cumbre.
5. Los países aprobaron un acuerdo sobre las áreas marinas de importancia ecológica o biológica (EBSA, por sus siglas en inglés), que establece un proceso científico y técnico para identificar estas áreas que se encuentran fuera de la jurisdicción marítima de cualquier país. Se trata de un momento significativo, ya que este tema se viene debatiendo desde la COP13 en 2016, y enfrenta desafíos políticos, técnicos y legales. El Grupo Asesor Internacional EBSA, creado con el acuerdo, deberá establecer directrices científicas de revisión voluntaria para garantizar transparencia en la identificación de áreas de interés ecológico.