El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca plantea serios interrogantes sobre el futuro de la acción climática en Estados Unidos y en el mundo, pues durante su primera administración, Trump retiró a Estados Unidos del Acuerdo de París, desmanteló más de un centenar de regulaciones medioambientales y promovió políticas que beneficiaron a los combustibles fósiles.
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Así que con su reelección, se proyecta que su enfoque negacionista climático se intensifique, generando una cadena de consecuencias alarmantes, según advierten expertos y organizaciones internacionales.
La victoria de Trump en estados clave como Pensilvania, Georgia y Carolina del Norte marca un giro decisivo en la política climática de Estados Unidos.
Las propuestas de su campaña y la influencia de la Heritage Foundation, un think tank conservador que elaboró el plan Project 2025, sugieren una serie de acciones orientadas a desmantelar los avances en energías renovables y a fortalecer la industria de combustibles fósiles.
Este documento de casi 1.000 páginas incluye iniciativas para recortar fondos en políticas de descarbonización, reorganizar la Agencia de Protección Ambiental (EPA) y flexibilizar las regulaciones de emisión, dando paso a políticas que benefician a los grandes contaminantes.
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Laurence Tubiana, directora general de la Fundación Europea del Clima, expresó en un comunicado: “El resultado de las elecciones estadounidenses es un revés para la acción climática mundial, pero el Acuerdo de París ha demostrado su resistencia y es más fuerte que las políticas de cualquier país”. Un optimismo cauteloso que refleja la esperanza de que la resiliencia de las políticas climáticas globales resista los efectos de un liderazgo estadounidense menos comprometido con la acción ambiental.
Las implicaciones de la victoria de Trump se extienden a la arena internacional: con la COP29 a punto de celebrarse en Bakú, la falta de liderazgo climático de Estados Unidos genera una gran preocupación, ya que como segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero después de China, podría influir en la relajación de compromisos ambientales en otros países clave, como India y Brasil, que podrían ver esta retirada estadounidense como una señal para ajustar sus propias políticas climáticas.
En palabras de Christiana Figueres, ex responsable de clima de la ONU: “El resultado de estas elecciones se considera un duro golpe para la acción climática mundial, pero no puede detener ni detendrá los cambios en curso para descarbonizar la economía y cumplir los objetivos del Acuerdo de París”. Aunque los esfuerzos continúan a nivel global, expertos advierten que el debilitamiento de los compromisos de Estados Unidos podría ralentizar la cooperación y los avances en políticas sostenibles.
Uno de los frentes en los que Trump ha mostrado mayor reticencia es el desarrollo de energías renovables. Desde su primera administración, ha atacado las iniciativas de energía eólica y solar, imponiendo aranceles a los módulos solares y promoviendo campañas contra los proyectos de energía eólica.
Este enfoque se intensificará con el Project 2025, que plantea eliminar la Oficina de Energía Eficiente y Renovable y reducir las inversiones en infraestructura verde, en un momento en el que, según la Administración de Información Energética de Estados Unidos (EIA), la producción de petróleo alcanzó cifras récord, y se proyecta que este nivel continúe o incluso aumente en el segundo mandato de Trump.
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Y es que aunque las energías renovables han avanzado incluso en estados republicanos, la eliminación de créditos fiscales pondría en riesgo una inversión que ha creado más de 334.000 empleos y dinamizado la economía en diversos sectores.
Las políticas de Trump también podrían frenar el crecimiento económico y laboral en el sector de energías limpias.
Un análisis de Energy Innovation Policy & Technology sugiere que la implementación del Project 2025 podría reducir el PIB anual en 770.000 millones de dólares para 2030, debido a la pérdida de empleos y a la disminución de las inversiones en tecnologías limpias.
Asimismo, Estados Unidos podría perder su posición competitiva en la industria de vehículos eléctricos (EV) y en energía solar, mientras que otros países como China y la Unión Europeamavanzan en estos sectores estratégicos para la transición energética.
Además, la oposición de Trump hacia la electrificación del transporte también es preocupante: durante su campaña expresó su rechazo a las normas que favorecen los EV, lo que podría implicar un retroceso en la reducción de emisiones del sector transporte, uno de los mayores emisores de gases de efecto invernadero en Estados Unidos.
Si bien Trump cuenta con el apoyo de un Congreso controlado por el Partido Republicano, enfrenta varios desafíos en la implementación de su agenda climática.
Las regulaciones de la EPA y el IRA han recibido apoyo significativo en sectores público y privado, y de estados republicanos que se benefician económicamente de la transición energética. De igual forma, los tribunales y demandas legales podrían limitar algunas de sus propuestas más radicales, sobre todo las que desafíen normas ambientales establecidas.
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A nivel estatal y local, varios gobiernos ya han comenzado a implementar políticas climáticas contrarias a las de la administración Trump. Organizaciones privadas y multinacionales también han expresado su intención de mantener sus compromisos con el Acuerdo de París, independientemente de la postura federal.
El regreso de Donald Trump en un momento de crisis climática global plantea un desafío crucial para los objetivos de sostenibilidad y cooperación internacional.
La COP29 será una prueba de resistencia para el multilateralismo climático, y aunque el liderazgo estadounidense esté en retirada, la comunidad internacional deberá definir estrategias que mantengan vivos los compromisos ambientales en un contexto incierto.