En las orillas del río Orinoco, en el corazón del departamento de Vichada, se despliega la Reserva Natural Bojonawi, un paraíso de biodiversidad, gestionado por la Fundación Omacha, que actúa como un refugio de vida para especies tan icónicas como los delfines rosados, manatíes y nutrias. Este año, la reserva da un nuevo paso en la conservación de especies amenazadas, consolidándose como un Área de Importancia para la Conservación de los Murciélagos (Aicom) de Latinoamérica y el Caribe, gracias al trabajo investigativo de la Pontificia Universidad Javeriana y el liderazgo del biólogo Juan Diego Ariza.
La historia de este reconocimiento se remonta al esfuerzo de Ariza, quien decidió explorar a fondo la diversidad de murciélagos de Bojonawi como parte de su proyecto de grado, así que lo que empezó como un recuento preliminar de 17 especies se transformó en un catálogo de 33, incluyendo algunas de alto valor ecológico como el murciélago nariz de espada del Orinoco y el enigmático murciélago fantasma. “Cada noche aparecía una especie nueva que no estaba dentro del listado previo”, relató Ariza.
La reserva, que en 2015 ya fue reconocida como Área de Interés para la Conservación de las Aves (Aica), es un punto clave dentro de la reserva de la biósfera El Tuparro y se conecta con el humedal Ramsar del río Bita, así que rodeada de predios privados de conservación, Bojonawi refleja el compromiso de la región con la protección de su biodiversidad, y la presencia de todos los murciélagos enlistados en ella no es más que la señal de la buena salud del ecosistema.
La Fundación Omacha, bajo la dirección científica de Fernando Trujillo, ha sido una pieza fundamental en el proceso de reconocimiento de Bojonawi como Aicom. Trujillo advirtió que los murciélagos, aunque pasan su vida volando y alimentándose en la oscuridad de la noche, enfrentan amenazas tangibles en su entorno, y que la pérdida de hábitat, en gran medida causada por incendios, representa el mayor peligro para estos animales.
“En la Orinoquía tenemos incendios pavorosos —señaló Trujillo—, Ramsar del río Bita tiene 824.000 hectáreas y, hace cuatro años, se nos quemaron 250.000”. Algo que no debe pasar inadvertido ya que la ausencia de mecanismos de respuesta inmediata ante estos incendios sigue siendo un problema latente, y aunque se están creando medidas de protección, el trabajo de conservación de la Fundación Omacha es crucial para mitigar el impacto.
Otro factor que pone en peligro a los murciélagos es la pérdida de sus refugios naturales, que no solo incluyen las cuevas, sino también estructuras tan diversas como árboles y hojas de heliconia en forma de carpa, porque cuando estos lugares desaparecen, los murciélagos se ven obligados a recorrer grandes distancias en busca de lugares para resguardarse, poniendo en riesgo sus poblaciones locales. “Cada especie tiene su refugio preferido, y cuando desaparece se ven obligadas a desplazarse a lugares nuevos o, en el caso de no encontrar nuevos refugios, desaparecen en la zona”, explicó Trujillo.
Para enfrentar estos desafíos, la Red Latinoamericana y del Caribe para la Conservación de los Murciélagos (Relcom) ha implementado iniciativas como las Aicoms y los Sitios de Interés para la Conservación de Murciélagos (Sicoms), pues mientras que las primeras abarcan grandes áreas naturales, los Sicoms son sitios específicos donde los murciélagos encuentran refugio, como la histórica Batería del Ángel San Rafael en Cartagena, hogar de una inmensa colonia de estos voladores nocturnos.
Ahora, estos esfuerzos para declarar áreas de conservación, no son suficientes. Jairo Pérez, profesor y experto en murciélagos de la Universidad Javeriana, subraya que la protección efectiva de los murciélagos exige tres condiciones: la disponibilidad de refugios seguros, una oferta alimenticia estable, y el conocimiento profundo de sus necesidades. “Las hembras de los murciélagos, por ejemplo, se alimentan de plantas muy específicas cuando están embarazadas, y buscan otras distintas cuando están lactando”, señaló. Es decir, solo con un entendimiento profundo de estos requerimientos es posible conservar a cada especie de forma adecuada.
Pero más allá de su valor ecológico, los murciélagos tienen un impacto positivo en la economía, la salud y el medio ambiente. Alrededor del mundo, polinizan especies vegetales esenciales como el agave —materia prima del tequila— y el totumo, sosteniendo economías locales y asegurando la continuidad de prácticas culturales. También son aliados en la agricultura: Pérez resaltó que “un millón de murciélagos consumen cerca de diez toneladas de insectos por noche”, un hábito que reduce la necesidad de pesticidas y ahorra millones de dólares en control de plagas, plagas que, por lógica consecuente, afectan los cultivos.
En el ámbito de la salud pública, los murciélagos juegan un papel importante en el control de enfermedades al reducir la población de mosquitos y otros insectos que transmiten patologías como el dengue, la malaria y el zika, o sea que, a través de este control natural, miles de personas se benefician y los sistemas de salud se ven menos presionados por las epidemias. No obstante, quizás uno de sus roles menos conocidos es el de regeneradores del paisaje, que se evidencia al dispersar semillas mientras vuelan, contribuyendo así a la reforestación y recuperación de áreas deforestadas y promoviendo la regeneración natural de los ecosistemas.
La creación de áreas protegidas como Bojonawi es, por lo tanto, una medida clave para preservar no solo a los murciélagos, sino también la riqueza ecológica y económica de los territorios que habitan. Trujillo resumió este esfuerzo con claridad: “Ser un Aica y ser un Aicom nos ayuda a blindar la conservación de la reserva, a conseguir recursos para seguir haciendo monitoreo y presencia en esta zona tan clave”. La Fundación Omacha y sus aliados en Relcom han dado un paso significativo, pero la tarea de preservar a estos aliados naturales continúa.
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Por lo tanto, en un país donde las narrativas sobre los murciélagos han estado ligadas a miedos infundados y desinformación, el ejemplo de Bojonawi es un llamado a verlos desde una nueva perspectiva, puesto que si sus poblaciones se mantienen saludables, estos animales seguirán cumpliendo su rol natural en el equilibrio de los ecosistemas y en el bienestar de las comunidades humanas.