
El Valle de Aburrá enfrenta una creciente amenaza por lluvias torrenciales, un fenómeno que ha ganado intensidad en los últimos años y que representa riesgos tanto para la infraestructura como para la seguridad de los habitantes.
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Específicamente Medellín, que tiene un promedio anual de lluvias de 1.881 milímetros, suele experimentar en todo abril precipitaciones entre 200 y 280 mm, pero en eventos extremos como el del 6 de abril de 2021, se registraron más de 70 mm en menos de 12 horas, según datos del Sistema de Alerta Temprana del Valle de Aburrá (Siata).
Pero esto no es extraño, pues desde 1996, las precipitaciones extremas han aumentado en la ciudad tanto en frecuencia como intensidad, según lo ha evidenciado el Siata en sus informes. Pero, ¿y qué implica esto? Los desbordamientos del río Medellín e inundaciones en diversas zonas urbanas, por ejemplo.
Frente a este panorama, el profesor Juan Fernando Salazar, de la Escuela Ambiental de la Universidad de Antioquia, plantea que es imprescindible tomar medidas para mitigar los efectos de estos eventos climáticos extremos.
El cambio climático es uno de los principales factores que ha intensificado la ocurrencia de lluvias torrenciales.
Tal y como lo plantea el Panel Intergubernamental de Expertos para el Cambio Climático (IPCC), el aumento de la temperatura global incrementa la capacidad de la atmósfera para acumular vapor de agua, lo que desemboca en precipitaciones más intensas y prolongadas.
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En la capital antioqueña, a este fenómeno se le suma la expansión urbana en las laderas y el sur del área metropolitana.“Con lluvias fuertes, el agua baja demasiado rápido por las quebradas sin posibilidad de retención, acumulándose rápidamente en el fondo del valle y sobrepasando la capacidad de drenaje del río Medellín”, explica Salazar.
Y esa dinámica justamente es la que hace que las inundaciones sean más frecuentes y severas en la región.
A pesar de la magnitud del problema, el profesor señala que existen estrategias claras para reducir los efectos de estos eventos y garantizar una mejor preparación ante emergencias, al tiempo en que propone cuatro líneas de acción fundamentales:
1. Fortalecimiento del sistema de alerta temprana: aunque el Valle de Aburrá cuenta con un sistema de monitoreo avanzado a través del SIATA, es crucial seguir mejorándolo para que la ciudadanía reciba advertencias con mayor anticipación y pueda reaccionar a tiempo en caso de emergencia.
2. Cultura ciudadana y planes de respuesta: las administraciones locales deben reforzar la educación y la práctica de simulacros para que los ciudadanos sepan cómo actuar ante inundaciones. “La educación y la preparación son fundamentales para responder con rapidez y salvar vidas”, enfatiza Salazar.
3. Infraestructura resiliente: es vital que las ciudades adopten normas de construcción que incluyan sistemas de drenaje sostenibles y soluciones basadas en la naturaleza. Esto permitirá que el agua de lluvia sea canalizada de manera controlada y no genere desbordamientos inesperados.
4. Ordenamiento territorial y protección de ecosistemas: la preservación de humedales y otras áreas naturales juega un papel clave en la regulación del agua. Evitar construcciones en zonas de alto riesgo y desarrollar estrategias como la compensación por no construir en áreas vulnerables pueden prevenir desastres mayores.
Es importante tener en cuenta es aunque el crecimiento urbano acelerado y los cambios climáticos han hecho que las lluvias torrenciales sean cada vez más preocupantes, “este es un problema que entendemos bien y sabemos cómo resolver, pero es necesario actuar con urgencia”, subraya Salazar.
Lo cual equivale a decir que implementar medidas efectivas no solo reducirá los daños causados por estos eventos extremos, sino que también permitirá garantizar la seguridad de la población y la sostenibilidad de la infraestructura de la región, pues con acciones coordinadas entre las autoridades, la comunidad y los organismos de monitoreo, el Valle de Aburrá puede estar muy bien preparada para enfrentar el desafío de las lluvias torrenciales en el futuro.