Si el doctor Luis Fernando Ángel Mejía hubiera decidido –al salir del colegio– estudiar veterinaria, no estaríamos contando esta historia.
Esa era una de las opciones, al lado de la carrera de medicina, a la hora de decidir qué estudiar. Pero fue la pasión de su padre, el doctor Emilio Ángel Correa, médico general del Seguro Social en Medellín, la que lo impulsó y de ahí en adelante el camino trasegado y el que lo tiene hoy como uno de los médicos más reputados del mundo a la hora de hablar de trasplantes de pulmón, ha estado lleno de sorpresas y paradojas. Como cuando tuvo que decidir cambiarse de universidad (estaba en la UdeA) porque no avanzaba mucho por cuenta de los paros y llegar a la UPB. Hasta cuando se fue de intercambio a una universidad en Texas con el mínimo conocimiento de inglés, pero con la certeza de que no podía dejar pasar esa oportunidad.
“Cuando me gradué de médico, en la UPB, jamás en la vida había pensado en los trasplantes de pulmón o en enfermedades de los pulmones”, le confirmó el doctor Ángel Mejía a EL COLOMBIANO en su reciente visita a Medellín.
Pero recuerda que fue un profesor, al que considera un mentor en su carrera, el que comenzó a sembrar no solo el interés, sino la pasión. “Fue el doctor Gonzalo Correa Arango, médico de la Universidad Antioquia, quien también daba asistencia en el Hospital Pablo Tobón Uribe. Ahí empezamos a hacer una rotaciones de cuidados intensivos con él”.
Le puede interesar: Médicos estadounidenses lograron tratar con éxito cánceres cerebrales infantiles hasta ahora incurables
Su primer recuerdo de esas UCI es para no creer si se compara con lo que hay hoy en día: “Unas unidades casi prehistóricas, con unos ventiladores que no tenían monitores y sin nada, uno moviendo unos circulitos, eran inmensas, no había forma de hacer diálisis tampoco”, pero también en ese lugar llegó el llamado, ese momento en el que el doctor Ángel descubrió que lo suyo eran los pulmones: “Había algo que me llamó la atención, que era un catéter que colocábamos a través de una vena en el corazón y en los pulmones para medir las presiones en pacientes en cuidados intensivos y una vez yo vi eso dije: ‘Esto es lo mío. Esto es lo que yo quiero hacer’. Me encantaron los cuidados intensivos y afortunadamente hubo la oportunidad de hacer un intercambio entre la UPB y una universidad en Texas, en San Antonio, que podíamos ir como estudiantes y ahí ya fui he hice rotaciones en distintas áreas de medicina interna y cuidados intensivos”.
Aquí hay varios puntos a detallar para entender cómo se fue tejiendo esta historia. En Estados Unidos, el mayor grupo que hace cuidados intensivos, que no son quirúrgicos, son una combinación de médicos de pulmones y cuidados intensivos “por el manejo de los ventiladores, con los cuidados que hay que tener para los pulmones, entonces para yo hacer cuidados intensivos me tocaba estudiar enfermedades de los pulmones y ahí fue donde empecé ya a desarrollar mucho interés por esto”. El otro punto es el de no desaprovechar las oportunidades.
El doctor Ángel Mejía tiene claro que fácilmente se pudo haber quedado en Colombia y ser médico aquí, con la misma pasión que lo ejerce ahora, pero no fue así. Todo por una conferencia de un médico estadounidense –apasionado por las orquídeas– que vino a hablar a Medellín sobre algo que apenas estaba empezando en Estados Unidos: el Sida. “El médico dijo que si había algún estudiante interesado para ir a Estados Unidos (de intercambio) y si yo no levanto la mano y digo que quiero ir, mi vida sería otra cosa” y se fue así, sin hablar bien inglés, “y la única forma de compensar la falta del inglés, era estudiando más que todos. Eso me cambió la vida, fue una oportunidad que tomé y ya de ahí todo es una cadena de eventos”.
En medio de su residencia en Estados Unidos en la UCI, un paciente suyo –él ya veía los pacientes con enfermedades pulmonares avanzadas requiriendo mucho oxígeno– faltó a la clínica, “y yo me pregunté por qué habría faltado, pero a las siguientes citas volvió a la clínica y me di cuenta que le habían hecho un trasplante de pulmón y estaba ya sin oxígeno, caminando bien y me pareció tan increíble que pensé que eso era lo que yo quería hacer”.
Ahí comenzó ese interés por los trasplantes de pulmón, pero hay más, porque una paradoja se vivía en su familia. “Mi interés era también luchar contra estas enfermedades pulmonares avanzadas de las cuales tristemente mi padre sufrió, él tuvo fibrosis pulmonar, ya estaba en una edad avanzada en la que no sé podían hacer trasplantes y falleció”.
Puede leer: OMS advierte que la tuberculosis vuelve a ser principal causa infecciosa de muerte en el mundo
Esa situación, a pesar de lo triste, lo motivó aún más para darle una esperanza de vida a la gente y “tuve unos mentores que me entrenaron muy bien para hacer ahora lo que hago como director de programa de trasplantes de pulmón del NYU Langone Health”.
A este programa ingresó en 2017, pero fueron varios años de aprendizaje y entrenamiento. A su memoria llega el año 1998 cuando trabajó en el primer trasplante de pulmón. “Fue una médica que trabajaba con nosotros en Texas, de 29 años, que tenía una enfermedad llamada fibrosis quística. Ella corría maratones, era súper activa y empezó a estar muy limitada para respirar. Yo la empecé a ver dos años antes del trasplante, ella estaba terminando su especialidad, ya veíamos que se estaba deteriorando, pero ella quería hacer lo máximo posible antes de tener que hacer el trasplante hasta que llegó un momento de hacerlo con nuestro equipo quirúrgico. Ese trasplante salió bastante bien, todavía está viva y pudo ejercer toda su carrera médica y estuvo trabajando siempre como internista”.
El doctor aclara cuál es su función en un trasplante de pulmón, una operación, sin hablar aún de la cirugía robótica, que puede durar entre 4 y 6 horas, pero cuyo proceso previo puede durar meses.
“El proceso empieza cuando a un paciente enfermo lo envían a nuestro programa. Ahí somos seis médicos encargados de enfermedades pulmonares, y se hace una evaluación del programa de trasplante en el que básicamente averiguamos que tengan los otros órganos funcionando relativamente bien para soportar la cirugía y que tenga el soporte social y mental. Ahí entra en la lista de trasplante, una lista nacional en Estados Unidos. Luego, yo estoy muy involucrado en cómo conseguir pulmones buenos de los donantes (que son personas con muerte cerebral). Yo soy quien recibe la llamada, cuando hay un donante con algunas características de los pacientes que están en nuestra lista y con uno de mis cirujanos empezamos a revisar la calidad de los órganos que están disponibles y hay una cantidad de parámetros que medimos, vemos todos los riesgos y lo analizamos todo, en más o menos una hora, una hora y media”.
Y esa parte es vital para garantizar que quien reciba los pulmones del donante pueda tener una esperanza de vida que sobrepase los 10 años.
Puede leer: El premiado doctor que salva vidas con un pulmón mecánico
Cuando ya se verifica todo empieza un proceso complejo, pero vital, que es la logística para poder ir a cualquier parte de Estados Unidos a recoger los órganos, en este caso, los pulmones. “Y allí viajan tres personas, uno de nuestros cirujanos, por ejemplo, hace la cirugía donde abre el tórax y empiezan a revisar los pulmones manualmente. Luego nos llama otra vez a Nueva York y nos da el visto bueno para empezar la cirugía”.
Ya el paciente a quien le van a dar sus pulmones nuevos entra a la operación en la que hay aproximadamente entre 13 y 16 personas, entre anestesiólogos especializados en trasplantes, anestesiologos cardiovasculares, enfermeros y cirujanos de trasplante, “yo voy con mucha frecuencia a la sala de cirugía para estar con los anestesiólogos, también monitoreando algunas de las cosas o con los cirujanos si hay algo de problemas desde el punto de vista de cómo está respondiendo el pulmón después del trasplante, si tienen problemas los ventiladores y también en colaborar y para hacer una broncoscopia que es colocar una cámara dentro de los pulmones nuevos para analizar que todo se vea bien desde ese punto y tomar unas muestras para hacer cultivos, no estoy en todas, pero en los casos más complejos como los robóticos si estoy allí”.
La primera y gran diferencia de la cirugía tradicional con la robótica es la incisión, mientras que en la primera se debe abrir todo el pecho, de lado a lado, partir el esternón y en ocasiones hasta romper costillas (eso les genera muchísimo dolor posoperatorio a los pacientes), en la robótica las incisiones miden aproximadamente 5 centímetros y se hace debajo de la axila, sin quebrar ningún hueso.
Desde hace aproximadamente 10 o 12 años comenzó a plantearse la idea de que este tipo de cirugías se hicieran de manera robótica. “Mis dos cirujanos de trasplante son cirujanos robóticos y ellos entonces empezaron a pensar en hacerlo así luego de que se enteraron que ya se había hecho uno, sencillo, de un solo pulmón, en España”, cuenta el doctor quien confirma que antes de hacer el trasplante doble, por el que fueron noticia a nivel mundial, hicieron 3 sencillos que les dieran la confianza de seguir adelante.
En la cirugía robótica entran cuatro cámaras al cuerpo que están pegadas de un robot y en una mesa son los cirujanos quienes están manipulando esas cámaras con unos controles, “como si estuvieran manejando un videojuego”, precisa el doctor.
El tamaño normal de un pulmón va desde la mitad del tórax hasta las clavículas, pero si se piensa como un globo que se comprime, al sacarle todo el aire, queda del tamaño de un puño y por eso se puede meter en estas cavidades laterales que se abren para que entren las cámaras del robot. “Una vez el pulmón entra en la cavidad toráxica es muy interesante porque el pulmón puede quedar torcido, mirando para arriba, para abajo, entonces los cirujanos tienen que empezar a darle la vuelta, orientarlo y colocarlo donde necesita estar”.
El pasado 21 de noviembre se hizo ese primer trasplante doble de pulmón totalmente robótico y al momento de esta entrevista (20 de diciembre) ya se han hecho dos más, todos con muy buenos resultados.
Este avance no significa por ahora que todos los pulmones puedan ser trasplantados robóticamente. El doctor Ángel Mejía explica que en el momento están haciendo las cirugías que se consideran más simples, “creemos que más o menos vamos a poder hacer una tercera parte de nuestros trasplantes de pulmón así en este momento, pero a medida que vamos cogiendo más experiencia y como ya nuestros cirujanos son bastante innovadores y las compañías de los robots trabajan mucho con ellos, se han dado cuenta de las necesidades actuales, como mayor flexibilidad, por ejemplo”. La única parte negativa, por ahora, es que la cirugía demora mucho más, pero eso no es un problema ahora en cuanto a la conservación de los pulmones que se van a trasplantar y desde el punto de vista de recuperación, los pacientes despiertan sin tanto dolor.
El médico paisa está muy orgulloso de tener un equipo tan eficiente, actualmente 27 personas, y a su vez tan joven e innovador que se ha convertido en pionero en el mundo. Por ser el único del equipo que habla español se siente muy feliz cada vez que llega un paciente latino a este centro. Son muchas las historias en su carrera, cerca de 1.100 pacientes han pasado por su manejo desde que llegan a la clínica, hasta después del trasplante y le ha tocado de todo, quienes sobreviven, quienes no, pero en general se siente un hombre afortunado. “Es que es una bendición poder dedicar mi vida a una cosa de estas y por Colombia y por Medellín y por mi universidad y obviamente más por el orgullo de mis padres y hermanos y familia es poder hacer algo en lo cual sin buscar nunca reconocimientos, se deja el nombre de la ciudad muy en alto”.
Y hoy, con 59 años, ya acercándose a la edad de retiro, le da las gracias a Dios y todos a su alrededor por los estímulos que recibió y el acompañamiento. Dice que en próximos años no se ve llamando o recibiendo llamadas de donantes las 24 horas del día y organizando trasplantes, pero sí espera seguir involucrado de alguna manera en esta área.