Desde pequeña, Angie Cepeda soñaba con dominar el balón como Ronaldinho Gaúcho. Aquellos videos grabados en el computador que su madre le había regalado guardaban una chispa que prendería en ella una pasión inquebrantable.
Hoy, a sus 29 años, la campeona de freestyle en Colombia, conocida en el mundo de la disciplina como Azumi, representa la fuerza de una luchadora que ha recorrido un camino solitario y desafiante. Sin embargo, la dificultad de obtener apoyo económico vuelve a poner en peligro su sueño de representar una vez más a Colombia, esta vez en el Mundial de Italia.
Cuando era apenas una niña, la magia del balón llegó a Angie por primera vez con los regates de su ídolo Ronaldinho. Años después, un profesor en el colegio le mostró un video de una joven estadounidense haciendo freestyle, y la semilla del fútbol estilo libre brotó con más fuerza.
Con el tiempo, se encontró con el trabajo de Melody Donchet, una leyenda en el freestyle, y fue entonces que Angie sintió que había encontrado a su verdadera referente. “Me hubiera gustado competir contra ella”, recuerda con una sonrisa, como quien piensa en un reto pendiente.
Su camino en el freestyle no fue fácil; a los 18 años, ya con la capacidad de decidir por su cuenta, se lanzó de lleno a este arte, aunque su familia no estaba convencida de que tomar ese rumbo fuera lo mejor. A pesar de las dudas, siguió adelante. Mirando atrás, Angie confiesa que habría querido descubrir el freestyle desde los 14 años, para haber tenido aún más tiempo de perfeccionarse en este mundo que le cambió la vida.
El apodo de Azumi es una suerte de manifiesto personal: “Azumi es una película de samuráis que representa esa parte de nosotros que es luchadora, esa capacidad de tomar decisiones difíciles para lograr nuestros sueños. Me identifico mucho con ese nombre porque sé que todos tenemos un guerrero en nuestro interior”, explica.
Para Angie, el freestyle no solo es una pasión, es un arte de combate, un estilo de vida donde cada acrobacia y cada toque al balón son pequeños triunfos en una vida dedicada al esfuerzo. A pesar de sus logros, como campeona departamental, latinoamericana y nacional en varias ocasiones, la vida de Azumi está lejos de ser la de una estrella respaldada por patrocinadores y entidades deportivas.
En su día a día, divide su tiempo entre el freestyle y sus estudios de topografía, la segunda carrera que cursa después de haberse graduado como regente de farmacia. Este equilibrio es un reto constante, un recordatorio de que en disciplinas como el freestyle, el apoyo y la estabilidad son tan difíciles de conseguir como las piruetas más complejas en el aire.
Sin embargo, el obstáculo más grande que enfrenta en este momento es la falta de recursos para viajar al Mundial en Turín, Italia. Su clasificación fue un logro en sí mismo: en una reciente competición en Argentina, Azumi obtuvo el cuarto puesto en el ese campeonato sudamericano, asegurando su boleto a Italia, donde planea representar tanto a Colombia como a Sudamérica en esta exigente cita mundialista.
Angie nunca se imaginó que esta ilusión de competir a nivel mundial le exigiría tanto sacrificio. Desde su regreso de Argentina, ha estado recorriendo colegios y universidades vendiendo calcomanías para cubrir los costos del viaje.
“Realmente he tocado muchas puertas, entre ellas las del Gobierno, pero no he recibido respuesta”, comenta.
A pesar de haber sido campeona en múltiples ocasiones y de llevar el nombre de Colombia a lo más alto en el freestyle, su esfuerzo sigue sin encontrar el apoyo necesario. El tiempo corre: Angie debe estar en Turín el 8 de noviembre, pero aún tiene mucho que conseguir para cubrir los gastos básicos de su estadía, alimentación y transporte, el cual resulta ser el mayor desafío económico. “He estado viendo lugares baratos, pero una noche puede costar entre 250 a 300 mil pesos, y debería estar allá entre 10 y 15 noches”, detalla.
La presión de financiar su sueño, sumada a las deudas que aún arrastra del viaje a Argentina, ponen en evidencia una realidad que muchos deportistas como ella enfrentan en silencio. La frustración de Azumi es profunda. Ha demostrado una y otra vez su talento y compromiso, logrando triunfos que muchos celebran, pero el respaldo no llega. “He sentido que mucha gente celebra mis logros, pero el apoyo no está, y siempre me ha tocado por mis medios”.
Su historia es la de muchos deportistas en disciplinas poco conocidas, que a menudo solo obtienen reconocimiento cuando ya han alcanzado la cima, y las instituciones aparecen para colgarse la medalla que, en realidad, solo pertenece a ellos.
Desde sus redes sociales, Angie hace un llamado a quienes deseen ayudarla en esta lucha para llegar a Turín, una lucha que no solo es por ella, sino por el deporte colombiano. En Instagram la encuentran como @azumifreestyle, donde comparte sus logros y sus necesidades, confiando en que quizá alguien más vea en ella a la guerrera incansable.
Angie “Azumi” Cepeda es más que una freestyler, es una samurái del balón, una luchadora que se aferra a sus metas. La falta de recursos y el olvido institucional no le han quitado su espíritu, ni su deseo de dejar en alto el nombre de Colombia en cada pirueta.
En cada toque de balón, en cada movimiento, se encuentra su historia, una historia de lucha que merece ser escuchada, apoyada y aplaudida, para que ese guerrero interior que lleva dentro encuentre su merecido lugar en el Mundial de Italia.
Angie estuvo también la final mundial del Red Bull Street Style, un evento que reunió a las 8 mejores mujeres y los 16 mejores hombres que se midieron en duelos de tres minutos donde mostraron su arte con el balón.
El gran mérito fue que la World Freestyle Football Association, que es la federación de este deporte, tiene registrados alrededor de 15.000 atletas de fútbol freestyle en el mundo, y solo se eligieron 8 mujeres. Angie estuvo en ese selecto grupo. Así mismo, fue la primera colombiana que participó en la final de un Mundial en España.
También, fue jugadora en las categorías inferiores del Deportivo Independiente de Medellín, pero tuvo que renunciar porque su familia es demasiado tradicional y pensaban que ese deporte era solo para la práctica masculina, pensamiento que la frustró por un tiempo.