El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca debería ser una buena noticia para los contribuyentes estadounidenses, sin embargo corre el riesgo de relanzar guerras comerciales, particularmente con China y la Unión Europea.
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Aquí los principales ejes que el nuevo presidente de Estados Unidos pretende seguir en el plano económico.
En lo económico, Donald Trump tiene una medida entre ojos: aumentar los aranceles de importación hasta entre el 10% y el 20% para todos los productos que ingresan a Estados Unidos, hasta el 60% para los provenientes de China e incluso el 200% para bienes específicos.
Su objetivo declarado es mejorar el recaudo fiscal y utilizarlo como ficha de negociación contra países que, como China, “están destrozando” al país, repitió el republicano durante su campaña.
El presidente electo “nunca ocultó que aprecia los aranceles de importación como herramienta política”, recuerda Kimberly Clausing, investigadora del PIIE entrevistada por la AFP, quien cree que debería darles “un uso amplio”.
Sin embargo, el impacto económico podría resultar negativo, pues los aranceles de importación “podrían provocar un aumento anual de 525.000 millones de dólares en los impuestos de los estadounidenses y reducir el PIB en 0,8 puntos porcentuales, con lo que se destruirían 684.000 puestos de trabajo”, estiman los investigadores de la Tax Foundation.
El candidato republicano siempre ha explicado que su plan se proyecta en dos fases: una reducción de impuestos que compense el aumento de los aranceles de importación con cero impacto para los contribuyentes estadounidenses.
Trump quiere prorrogar los recortes de impuestos que hizo durante su primer mandato, en 2017, y esta vez extenderlos incluso a las clases medias.
Pero el recaudo aduanero solo debería compensar parcialmente las exenciones mientras la deuda estadounidense podría dispararse, con 15.000 millones de dólares adicionales, según el Comité para un Presupuesto Federal Responsable (CRFB).
Para compensar, se esperan recortes drásticos en el gasto, y Trump podría darle esa responsabilidad al multimillonario Elon Musk. El dueño de Tesla y SpaceX ha asegurado que podría lograr ahorros por varios miles de millones de dólares al año.
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Las medidas podrían ir en detrimento de los más pobres, advierte Margot Crandall-Hollick, investigadora asociada del Urban-Brookings Tax Policy Center, que considera que una “presidencia de Trump aportará pocas o ninguna ventaja para (personas con) los ingresos bajos”.
Otra medida clave prevista es el aumento significativo de la producción de combustibles fósiles, dando libertad al sector para explorar nuevos sitios.
Con esto se pondría fin a los incentivos para la energía renovable y a normas que restringen el margen de expansión de la industria petrolera y gasífera.
De todas formas, no es seguro que esa desregulación se traduzca en un aumento fuerte de la producción, según varios analistas, ni tampoco implica que la producción de energías renovables se debilite. Estados republicanos como Texas son algunos de los que más invierten en este sector.
La independencia de la Reserva Federal (Fed, banco central) no satisface a Donald Trump, que quiere opinar sobre la política monetaria y nunca lo ha ocultado. “Siempre he tenido éxito en mis negocios, creo que tengo mejor instinto, en muchos casos, que la gente que está en la Reserva Federal o su presidente”, dijo en agosto.
Trump ha acusado repetidamente a la Fed de actuar para complacer a los demócratas y ha cuestionado la competencia del presidente de la institución, Jerome Powell, aunque ha asegurado que le permitirá terminar su mandato en 2026.
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