Las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China volvieron a estallar con la imposición de nuevos aranceles, en lo que podría ser una guerra de corta duración o el comienzo de una nueva batalla económica prolongada.
El conflicto se desató luego de que Washington impusiera un arancel del 10% a todos los productos chinos importados. La respuesta de Pekín no tardó en llegar: tarifas del 10% y 15% a bienes estadounidenses clave como gas natural licuado, petróleo crudo, maquinaria agrícola y automóviles.
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Además, China incluyó a dos empresas estadounidenses, la biotecnológica Illumina y el grupo de moda PVH (propietario de Calvin Klein y Tommy Hilfiger), en su lista de “entidades no fiables”, dificultando sus operaciones en el mercado chino.
Pero la guerra no se limita a los aranceles. Pekín también inició una investigación contra Google, en una aparente represalia a las restricciones tecnológicas impuestas por Washington.
Todo esto revive los conflictos comerciales que marcaron el primer mandato de Donald Trump y que parecían haberse enfriado bajo la administración de Joe Biden.
Las razones detrás del conflicto son diversas, pero hay varios puntos clave que explican el resurgimiento de las tensiones:
1. Desequilibrio comercial: Estados Unidos acusa a China de mantener un déficit comercial insostenible. En los primeros 11 meses de 2024, el comercio entre ambos países superó los 530.000 millones de dólares, con China exportando más de 400.000 millones y dejando un déficit de 270.000 millones de dólares para EE. UU.
2. Dumping y subsidios estatales: Washington ha denunciado que el gobierno chino subvenciona masivamente su industria y permite que sus empresas vendan productos a precios artificialmente bajos, desplazando a la competencia extranjera.
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3. Restricciones tecnológicas: EE. UU. ha endurecido las limitaciones a la exportación de semiconductores y tecnología avanzada a China, con el argumento de que pueden ser utilizados por el ejército chino. En respuesta, Pekín busca desarrollar su propia industria de chips y tecnología.
4. Tensiones geopolíticas: Más allá de la economía, el conflicto también tiene un trasfondo político. La creciente influencia de China en Asia y sus disputas con Taiwán han generado fricciones con Washington, que considera a Pekín su principal rival estratégico.
Este no es el primer capítulo de la disputa entre las dos economías más grandes del mundo. Durante su primer mandato (2017-2021), Donald Trump impuso aranceles a cientos de miles de millones de dólares en productos chinos, con el argumento de que Pekín mantenía prácticas comerciales desleales.
China respondió con impuestos a las importaciones estadounidenses, afectando principalmente a los agricultores de EE. UU.
En 2019, ambas potencias llegaron a un acuerdo parcial conocido como “Fase 1”, en el que Pekín se comprometió a aumentar sus compras de bienes estadounidenses en 200.000 millones de dólares. Sin embargo, estos objetivos no se cumplieron en su totalidad, en parte debido a la pandemia de COVID-19.
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Joe Biden, al llegar a la Casa Blanca en 2021, mantuvo la mayoría de los aranceles de la era Trump, pero adoptó un enfoque más estratégico, enfocándose en restringir el acceso de China a tecnologías clave, como los semiconductores.
El impacto de esta escalada arancelaria dependerá de cómo evolucionen las negociaciones en las próximas semanas. Si el conflicto se intensifica, podrían verse afectados sectores clave de la economía mundial:
1. Aumento de precios para los consumidores: Los aranceles encarecen las importaciones, lo que podría elevar los costos de productos electrónicos, ropa, maquinaria y alimentos en ambos países.
2. Golpe a las cadenas de suministro: Muchas empresas dependen de insumos chinos para fabricar productos en EE. UU., lo que podría afectar su competitividad.
3. Impacto en el crecimiento económico: Un conflicto prolongado podría desacelerar el comercio global y afectar el crecimiento de ambas economías, con consecuencias para otros países.
4. Mayor incertidumbre para los mercados: Las tensiones comerciales generan volatilidad en los mercados financieros, afectando la inversión y la estabilidad económica.
Por el momento, ni Trump ni Xi Jinping han dado señales de querer frenar la disputa. Aunque existe la posibilidad de que se busque una tregua similar a la de 2019, también es posible que la guerra comercial se intensifique.
Expertos advierten que, si Trump sigue acumulando poder en 2025, podría imponer aún más aranceles a China, llegando hasta el 60% en algunos productos, lo que desataría una respuesta aún más agresiva de Pekín.
Mientras tanto, las empresas y consumidores en ambos países seguirán sintiendo los efectos de esta nueva batalla comercial, que podría definir el futuro de la economía global en los próximos años.