Por: Nelly Cantillo, profesora de la Escuela de Ingeniería, Ciencia y Tecnología de la Universidad del Rosario
El pasado 1 y 2 de abril se celebró la cuarta versión del Congreso Internacional de Hidrógeno, un evento clave para entender cómo este energético puede transformar la economía de nuestra región. Organizado por la Asociación Hidrógeno Colombia, el congreso reunió a representantes del gobierno, industria, academia e inversionistas para debatir cómo estimular la demanda de hidrógeno en sectores estratégicos.
Uno de los temas más discutidos fue la necesidad de replantear los modelos de negocio en torno al hidrógeno. Más allá de ver el hidrógeno como un producto en sí mismo, se destacó su valor como habilitador de servicios: energía limpia, fertilizantes verdes, combustibles sostenibles de aviación (SAF), entre otros. En otras palabras, el foco no debe ser solo “vender hidrógeno”, sino aplicar el hidrógeno donde realmente genere valor.
Juan Camilo Zapata, asesor de hidrógeno en el Ministerio de Minas y Energía, lo resumió bien: hay que dejar de ver al hidrógeno únicamente como un vector energético y entenderlo como un “vector de transformación económica”, capaz de atraer inversión, generar empleo y fortalecer la industria nacional.
Como profesora, investigadora y directora del programa de Ingeniería de Sistemas Energéticos de la Universidad del Rosario, celebro este enfoque. Identificar mercados viables para la demanda a gran escala es urgente. Un caso claro son los combustibles sostenibles de aviación (SAF), cuyo desarrollo puede convertirse en el catalizador que impulse la adopción del hidrógeno.
En este contexto, la reciente aprobación en primer debate del proyecto de Ley 439 de 2024, que promueve la producción y uso de SAF en Colombia, representa una gran oportunidad. Este paso legislativo se alinea con la hoja de ruta “Cielos limpios, Economía y Aviación para la vida”, y muestra voluntad para reducir las emisiones del sector aéreo. LATAM, por ejemplo, realizó esta semana su primer vuelo con SAF desde Barranquilla, apuntando a un 5% de uso de estos combustibles para 2030, como destacó María Lara, gerente de Asuntos Corporativos de la aerolínea en Colombia.
Otro eje clave es el papel de los puertos. El hidrógeno y sus derivados necesitan infraestructura robusta para exportación y conexión con mercados internacionales. Puertos como Rotterdam (Países Bajos) y Amberes (Bélgica) ya están desarrollando corredores de hidrógeno con América Latina, mostrando el camino hacia una economía interconectada y baja en carbono. Pero los puertos no son solo nodos logísticos: también pueden convertirse en espacios estratégicos para la adopción del hidrógeno en el transporte marítimo, un sector que necesita descarbonizarse con urgencia. El uso de amoníaco verde y otros derivados del hidrógeno como combustibles marítimos es una oportunidad real para transformar la industria naviera global. En el caso colombiano, urge fortalecer la infraestructura en puntos clave como Barranquilla, Cartagena y Buenaventura, y establecer marcos regulatorios claros que permitan que nuestros puertos no solo exporten hidrógeno, sino que también se conviertan en hubs energéticos para el transporte sostenible.
El congreso también enfatizó la importancia de una transición progresiva, con aplicaciones industriales en etapas tempranas. Un ejemplo destacado es el proyecto Coral de Ecopetrol, diseñado para producir hidrógeno verde a escala industrial para uso interno, lo que permite ganar experiencia y confianza tecnológica antes de escalar. Como dijo Andrés Felipe Camacho, líder de hidrógeno en Ecopetrol: “El aprendizaje es clave para escalar con éxito”.
El mensaje es claro: ya no basta con tener capacidad de producción. Lo que se necesita ahora es demanda real. El hidrógeno se consolidará en la medida en que se integre en cadenas de valor existentes y ofrezca soluciones concretas.
Por eso, es momento de reforzar alianzas entre sector público, empresas y universidades. La investigación, la formación de talento humano y el desarrollo tecnológico deben ser el motor de esta transformación. Pero también necesitamos inversionistas que apuesten, empresas que integren el hidrógeno en sus procesos y gobiernos que creen condiciones habilitantes.
La transición energética no es solo una cuestión de tecnología; es una decisión estratégica de país.
El hidrógeno no es simplemente una alternativa energética. Es una oportunidad para redefinir nuestra economía, haciéndola más resiliente, diversificada y sostenible. La pregunta ya no es si lo necesitaremos, sino cuándo y cómo lo implementaremos a gran escala.
Y para Colombia, el momento de actuar es ahora.