El boxeo forjó la vida de Mariluz Mosquera; esta es su historia

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Por Andrés Esteban Marín Marín*

En pleno parque del barrio San Pedro, en el municipio de Andes, la atención se concentra en un escenario peculiar: un ring de boxeo instalado al costado de la iglesia. Aquí, entre las esquinas rojas y azules y el eco de la campana, los sueños toman forma.

En los Juegos Deportivos Departamentales de Antioquia 2024, cada combate cuenta una historia. Y, entre las cuerdas, una figura sobresale por su compromiso y pasión: Mariluz Mosquera Restrepo, jueza de boxeo, cuya presencia transforma cada pelea en una lección de vida.

“Cuando estoy en el ring, soy imparcial, pero sé exactamente lo que siente el ganador cuando le levantan la mano. He estado en sus zapatos”, afirmó Mariluz, quien a sus 38 años sigue destacándose en el mundo del boxeo, no solo como competidora en el pasado, sino ahora como jueza y formadora.

Nacida en el barrio La Libertad de Apartadó, conoció el boxeo por casualidad. “En mi cuadra armaron un ring improvisado con una lona y cuerdas. Me animé porque había visto a una boxeadora por Teleantioquia y pensé que estaba loca. Yo decía: ‘¿quién querría que le peguen en la cara?’, pero la curiosidad me ganó y terminé poniéndome los guantes”, recordó la mujer entre risas.

Con apenas tres meses de entrenamiento, Abelardo Parra, excampeón nacional y su mentor, la inscribió en su primera pelea oficial. “Tenía nervios, pero gané por decisión unánime. Ese día supe que esto era lo mío”, contó.

Desde entonces, representó a Apartadó en múltiples competencias departamentales, siempre coronándose campeona.

De Antioquia para el mundo

Su talento la llevó a la selección Antioquia, compartiendo entrenamientos con figuras como Yuberjen Martínez, Jorge Luis Vivas y Ceiber Ávila. A nivel nacional, su primera experiencia fue en Sincelejo en 2002, donde la derrota la impulsó a mejorar. “Siempre pensaba: ‘la próxima vez será diferente’. Y así fue. Con el tiempo, gané mi primer título nacional”, relató con orgullo.

Su viaje no se limitó a Antioquia. Durante algunos años, representó a Boyacá, acumulando tres títulos y un subtítulo en campeonatos nacionales. Incluso llegó a la selección Colombia, aunque su experiencia no fue la esperada.

Buscando nuevas oportunidades, migró a Azerbaiyán, donde decidió aceptar un desafío: representar a este país en el ciclo olímpico. “Allá se habla azerí y tenía un traductor, pero lo más difícil fue adaptarme al cambio de horario. Cada día me esforzaba porque veía el boxeo como un puente para cumplir mis sueños y ayudar a mi familia”, afirmó.

Sin embargo, su estadía en el extranjero fue interrumpida por la pandemia generada por el covid-19. Después de estar aislada un tiempo en una cabaña, regresó a Colombia para cuidar a su hijo de 18 años, Brayan Stiven Román, a quien le diagnosticaron cáncer. Con este nuevo desafío, volvió a competir por Antioquia y descubrió una nueva faceta como jueza de boxeo.

Transformando vidas

Hoy, Mariluz vive en el barrio Moravia de Medellín y combina su rol como jueza con su labor como profesora en el programa Deporte y Convivencia del Inder Medellín.

Allí trabaja con barristas, jóvenes privados de la libertad y menores en centros penitenciarios. “El boxeo es una herramienta para transformar vidas. Les enseño a no rendirse, a hacer las cosas con amor, disciplina y respeto”.

Con la misma neutralidad que ejerce como jueza en el cuadrilátero, Mariluz aborda su vida: “aprendí a no juzgar. Cada golpe que damos o recibimos tiene una historia detrás, y esas historias merecen ser escuchadas”.

*Colaboración Indeportes

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