La lluvia no amainó la fiesta en Medellín. Desde la mañana, cuando un rayo de sol fuerte se posó sobre el Valle de Aburrá, se veían personas con la camiseta de Nacional poniendo banderas, bombas verdes y blancas en las fachadas de negocios, casas. Lo hacían con la sutileza de quien cuida lo que más ama. Entre los hinchas se saludaban y pedían algún presagio de cómo iba a terminar el partido. Unos decían que iba a ser difícil, cerrado, pero que confiaban en que iban a traer el título. Algunos más hacían cuentas alegres: “No creo que lo perdamos”, comentó Alejandro Patiño.
Todo era alegría. Medellín preparaba su fiesta de cuenta de Nacional en pleno diciembre. El calor era el complemento perfecto para que los aficionados salieran a ver el encuentro en las pantallas que dispuso la Alcaldía por todos lados: en San Antonio de Prado, en Belén, en San Cristóbal, en Ciudad de Río, en el estadio, en Manrique.
Por la subida a ese barrio del oriente de la ciudad, que tiene casi 150.000 habitantes, se veía el fervor de los hinchas verdes. Personas, familias enteras reunidas en tiendas del barrio, en las aceras de sus casas alistando los televisores para ver el encuentro de vuelta. Se querían sumar a la fiesta verde.
El lugar que se llevó las miradas
Una bandera de 120 metros que colgaron los hinchas en el cruce de la 78 con la 44 en Manrique, se robó toda la atención. El “trapo”, que los vecinos de esa cuadra –hinchas fervientes de Nacional– empezaron a armar desde hace tres meses para colgarlo en fechas especiales, opacó las otras parafernalias que había cerca.
A pocos les interesó la bandera con la cara de Andrés Escobar colgada en la fachada de una casa. Tampoco la que tenía los escudos y las copas ganadas hasta la fecha. No. Fue la que la mayoría de habitantes del sector hizo, la que se llevó todas las miradas.
Miles de personas pasaban y tomaban videos que compartían en sus redes sociales. Cómo no si la bandera, a pesar de estar recogida por la lluvia que cayó desde un par de horas antes del partido, se veía hermosa con el paisaje urbano del oriente de la ciudad detrás.
Esa bandera hecha por casi 70 personas, que la colgaron en la tela de araña que arman los cables de los postes de energía que se cruzan en la mitad de la calle desde la noche del viernes, un día después de que los verdes vencieron 3-1 a América en el Atanasio.
La logística para ponerla fue complicada. Tuvieron que pedir ayuda a un camión. Tardaron casi tres días para ponerla en pleno. Luego hicieron el plan: frijolada con chicharrón y algunos tragos fueron la excusa perfecta para que los aficionados se reunieran a ver el encuentro en la calle y después celebraran. “Aunque sabemos que hay que guardar energías para la otra semana”, dijo uno de ellos.
Celebración intrigosa
En Manrique se quedaron gritando. En otros puntos de la ciudad como La Mota o el estadio estaban emocionados con el partido. Al frente de la pantalla que pusieron en la acera contigua a occidental, cerca de 1.000 hinchas se reunieron para ver el encuentro. Por momentos, se vieron desesperados cuando América se aceró al arco defendido por Ospina, pero felices cuando llegaron a la portería de Soto. Luego vivieron momentos de intriga cuando el juez central del partido suspendió el encuentro por los desmanes que hubo en el Pascual Guerrero. No sabían si Nacional era campeón o no. Sin embargo, celebraron de manera desenfrenada. Brincaban cantando el pregón verde, tirando espuma, al aire, moviendo banderas. La locura duró casi media hora. Luego, cuando la transmisión de televisión se acabó, un silencio incómodo se apoderó del lugar.
Se fueron para la 70, atestada de gente, el Obelisco, lleno a reventar, y los barrios populares a continuar la fiesta que empezó en la mañana, cuando la ilusión de conseguir el séptimo título de la Copa se apoderó de la afición. Nacional, en pleno diciembre, le dio a Medellín una razón más para festejar.