La inesperada salida de Fernando Jaramillo de la presidencia de la Dimayor ha sacudido el fútbol colombiano. Aunque el directivo aseguró que su decisión se debe a “motivos personales y nuevas oportunidades”, también dejó entrever que las diferencias con algunos clubes influyeron en su renuncia.
“La mayoría de los equipos apoyaban mi gestión, pero había otros que no estaban de acuerdo, y eso también me llevó a dar un paso al costado”, confesó Jaramillo. Sin duda, su administración no fue ajena a la controversia, pues varias instituciones manifestaron su inconformidad con algunos aspectos clave del manejo del fútbol profesional colombiano.
El arbitraje también fue una fuente constante de polémicas. Los fallos del VAR, lejos de consolidarse como una herramienta de justicia, han generado más dudas que certezas. La falta de uniformidad en las decisiones arbitrales y los problemas técnicos han dejado insatisfechos a jugadores, entrenadores y dirigentes. Jaramillo no logró implementar una solución definitiva, y este será un reto clave para su sucesor.
A esto se suman las deficiencias en los escenarios deportivos, que quedaron en evidencia desde la primera fecha de la actual Liga Betplay. Apagones, canchas en mal estado y estadios que no cumplen con las condiciones mínimas para el espectáculo han sido una constante en el campeonato. La falta de una regulación más estricta ha generado frustración en varios clubes, que consideran que la Dimayor debe tomar cartas en el asunto con mayor firmeza.
Otro de los grandes problemas que enfrentó Jaramillo fue el manejo de la violencia en los estadios. La Comisión Arbitral ha tomado decisiones que, en muchas ocasiones, han recaído en sanciones contra los clubes, obligándolos a jugar sin público o a asumir fuertes multas. Para algunos equipos, esto es injusto, pues consideran que el problema de la seguridad en los estadios no debería ser responsabilidad exclusiva de ellos, sino de un trabajo conjunto con las autoridades locales y nacionales.
Entre las razones también estarían los reveses que han sufrido como corporación, como la reactivación de la investigación por parte de la SIC y las negociaciones con Acolfutpro.
El próximo presidente de la Dimayor tendrá que lidiar con estos problemas estructurales y, además, buscar unidad entre los clubes. No será una tarea fácil, especialmente en un entorno donde las diferencias entre los equipos más poderosos y los de menor presupuesto parecen cada vez más profundas.
Cabe recordar que, cuando Jaramillo asumió la presidencia, competía por el cargo con otros nombres reconocidos en el ámbito deportivo, como Gabriel Sánchez y José Castaño. Ahora, el fútbol colombiano espera conocer quién tomará las riendas de la Dimayor en una etapa crucial para su futuro.
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La salida de Jaramillo deja más preguntas que respuestas. ¿Será este el inicio de una transformación en el fútbol colombiano o un cambio de nombre sin cambios reales? El tiempo dirá si su sucesor podrá hacer frente a los desafíos que dejó su administración.