Se sintió frustrado. Por eso movió las manos con desespero. Ese fue el gesto de enojo en el rostro. En la falta de efectividad de sus compañeros en ataque en ataque estuvo el origen del reclamo fuerte que hizo Marino Hinestroza cuando faltaban diez minutos para el final del tiempo reglamentario de la final de vuelta de la Superliga.
Cómo no iba a estar molesto, si durante todo el encuentro se dedicó a ganar duelos individuales por la banda derecha cuando Nacional se lanzó al ataque, para después meter centros dentro del área que sus compañeros no lograron meter al arco defendido por Aldair Quintana.
Alfredo Morelos, Edwin Cardona, Dairon Asprilla, Juan Manuel Zapata e incluso William Tesillo no lograron meter el anhelado gol que le diera la ventaja al cuadro verde en las oportunidades que generó durante el tiempo reglamentario del encuentro que se disputó en el estadio Américo Montanini.
La falta de efectividad fue el Talón de Aquiles de Nacional. En la capital de Santander, el elenco verdolaga llegó 17 veces al arco defendido por Aldair Quintana, quien vivió una pequeña “revancha” personal en la serie contra un equipo en el que no pudo brillar, a pesar de las expectativas que generó su llegada en 2019.
Aldair atajó mucho. Fue el cerrojo que culminó el trabajo táctico que planteó el técnico paraguayo Gustavo Florentín, gran ganador de la serie desde sus planteamientos, sin importar el resultado final después de los penaltis.
En ambos partidos el guaraní logró sacar empates valiosos con un jugador menos. Nacional, aún con la plantilla más costosa del fútbol colombiano, con el equipo que los hinchas reclaman “gane la Copa Libertadores”, no logró romper la pared que armó Bucaramanga atrás para después salir al contraataque.
Además, el equipo antioqueño no supo mantener la compostura mental en sus futbolistas. En lugar de la tranquilidad del equipo que tiene la ventaja para quedarse con el encuentro, cayó en el juego del elenco santandereano: cortar el juego, provocar. Jorman Campuzano, por ejemplo, se ganó una amarilla tonta que llevó a que Gandolfi lo reemplazara y le diera paso a Mateus Uribe. Después de ganar un balón en el borde del tiro de esquina, tumbó a un rival y fue amonestado.
Al entrenador Gandolfi, que apenas inicia su proceso con Nacional y no le ha ido bien dirigiendo finales a doble partido en su carrera en los banquillos (perdió las dos que jugó con Independiente del Valle en el fútbol ecuatoriano en 2024), le faltó incentivar a sus jugadores para ganar el encuentro en los 90 minutos.
“Chipi Chipi” figura en penaltis
Laura Arenas, una aficionada del cuadro verde, no soportaba los nervios cuando inició el partido. Se tomaba la cabeza con desespero y decía que le iba a dar algo. Sin embargo, pareció que el alma le volvió al cuerpo cuando Harlen Castillo atajó el primer penalti.
No obstante, volvió a sufrir al ver que la serie no se definía. La tensión aumentó más cuando Quintana tapó el cobro de Billy Arce. Pero se convirtió en alegría cuando Castillo, experto en la materia tapó el último quinto de los santandereanos y se volvió en una alegría desbordada cuando Hinestroza, que todo el partido remó para que los verdes ganaran, anotó el último gol de la tanda: Nacional ganó.
Después de que Castillo atajara, en una casa cualquiera del sur de Medellín pusieron a sonar la canción tropical “Chipi, Chipi”, para homenajear a la figura que salvó a Nacional después de sufrir durante la vuelta en Bucaramanga.