Desde niño, Kevin Viveros soñó con vestir la camiseta de Atlético Nacional. En julio de 2024, aquel anhelo se hizo realidad cuando el club verdolaga lo fichó, dándole la oportunidad de demostrar su talento en uno de los equipos más grandes de Colombia. La confianza del técnico Pablo Repetto fue clave para su llegada, pero su travesía en Medellín estaría lejos de ser un camino sin obstáculos.
El delantero nacido en Buenaventura sintió la incertidumbre cuando Repetto dejó el cargo. Como todos en el plantel, no sabía qué dirección tomaría su futuro con la llegada de un nuevo entrenador. Sin embargo, tenía claro que su mejor carta de presentación era su trabajo diario, su entrega en cada entrenamiento, su lucha constante por un puesto en el equipo.
Efraín Juárez asumió las riendas del conjunto paisa y, de inmediato, dejó claro que su delantero de referencia sería Alfredo Morelos. Viveros entendió el mensaje, pero no se amilanó. En cada sesión de entrenamiento dejó ver que podía ofrecer más que goles; su movilidad, su disposición para asociarse con sus compañeros y su sacrificio sin balón lo convertían en una pieza que sumaba en ataque. De a poco, comenzó a recibir minutos y a ganarse la confianza del estratega mexicano, convirtiéndose en un complemento ideal para Morelos.
Sin embargo, la estabilidad nunca es eterna en el fútbol. Juárez decidió renunciar y con su salida, una vez más, el panorama se tornó incierto para Viveros. Tocaba empezar de nuevo, volver a demostrarle a un nuevo entrenador que tenía las condiciones para ser protagonista en el equipo. La resiliencia sería, una vez más, su mejor aliada.
Javier Gandolfi tomó el timón del equipo y, al poco tiempo, se dio cuenta de que Viveros tenía todo para ser un socio ideal para Morelos. Lo incluyó en el once titular, y el atacante respondió con sacrificio, movilidad e inteligencia dentro del área. Su constancia lo llevó a vivir uno de sus mejores momentos con Nacional, consolidándose como una de las piezas clave del frente de ataque verdolaga.
Su excompañero Juan Mahecha, quien lo conoció en Equidad, lo describe con admiración: “Es uno de los que más trabaja a diario, es callado, pero no niega una gota de sudor, es fuerte, va al choque, es incómodo de marcar y le gusta el gol. A veces esa misma ansiedad de marcar le juega en contra, pero es muy honesto con su trabajo”.
Viveros ha aprendido a canalizar esa ansiedad y convertirla en combustible para seguir creciendo. Su mentalidad forjada en las calles de Buenaventura, su tierra natal, lo ha mantenido en pie a pesar de las adversidades. No puede regresar a su hogar debido a la difícil situación de inseguridad que atraviesa su ciudad, algo que lo afecta profundamente. Entre lágrimas ha expresado cuánto extraña a su familia, pero a la distancia sigue luchando por ellos, por darles un mejor futuro.
Pronto cumplirá 25 años y, aunque aún es joven, su carrera ya ha sido un largo viaje. Pasó por América de Cali, Atlético, Leones, Carabobo, Deportivo Cali, Sarajevo en Bosnia y Herzegovina, y La Equidad. En cada equipo ha dejado su huella, siempre con el mismo espíritu inquebrantable que lo caracteriza.
Carlos ‘La Gambeta’ Estrada, el entrenador que marcó su adolescencia, habla con orgullo de su pupilo: “Kevin es un muchacho disciplinado, siempre abierto a recibir consejos, le gusta ayudar a su familia y amigos, y estoy seguro de que será muy importante para el fútbol colombiano”.
Desde su juventud en la selección Valle Sub-17, donde fue subcampeón del Torneo Departamental 2016 con 13 goles, Viveros ha demostrado tener un instinto goleador nato. Su pierna derecha es su mayor arma y el área chica, su hábitat natural. No solo define con potencia y precisión, sino que usa su cuerpo para ganar duelos, proteger el balón y generar espacios para sus compañeros.
Hoy, en Nacional, Viveros sigue escribiendo su historia. No ha sido un camino fácil, pero su resiliencia lo ha llevado a superar cada obstáculo. Su presente es prometedor, pero su hambre de gloria lo empuja a seguir trabajando, a no conformarse. Sabe que el fútbol es cambiante, que nada está garantizado, pero también entiende que con esfuerzo y sacrificio, los sueños pueden seguir cumpliéndose.