En San Rafael, el “tío colibrí” lidera la Posada de las Aves

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El Niño

A media mañana, en un tramo de la charla sobre los mieleros, el “Niño” vuela hasta las manos del pajarero Winston Garcés Gómez -cabeza rapada, 62 años-. Él toma un pequeño recipiente de vidrio, cuya tapa tiene un agujero por el que el colibrí introduce el pico y succiona el líquido del interior. A diferencia de los demás colibríes que han llegado a lo largo de la jornada, este se posa en la mano de Winston, descansa. Los otros han bebido del recipiente sin detener el vuelo. Una mirada más atenta al “Niño” revela que es una vibración verde iridiscente de menos de nueve centímetros de largo. El ala izquierda no está quieta, sigue a ratos con el zumbido del vuelo.

–Algo le pasa, desde hace días tiene el ala así– dice Winston.

El pájaro succiona, levanta la cabeza, mira a ambos lados, succiona de nuevo. Winston le dice “Te quiero, mijo, Te quiero mucho”. En cuestión de segundos el pájaro se pierde en el follaje que da sombra a la Posada de las Aves, el santuario que Winston y su esposa Claudia Arboleda han levantado para ellos y para las aves en la vereda Bizcocho, de San Rafael, un municipio atravesado por quebradas en el Oriente antioqueño. Cuando el colibrí está en las alturas, Winston dice “Polyerata amabilis”. Apenas vemos un ave Winston recita el nombre común y el nombre dado por los manuales.

No todas las aves llegan de la misma forma. Algunas aterrizan sin mayores preámbulos en el tronco de madera en el que hay trozos de plátano maduro. Otras se acercan con cautela, paulatinamente. Van de una rama a otra de los árboles cercanos hasta cerciorarse que todo está bien. Las hay que llegan en parejas o en tríos –las guacharacas, por ejemplo– y también las hay que aparecen solas, pican el plátano y salen despedidas. Unas tienen colores sugestivos –¿qué palabra tiene el peso suficiente para hablar del pico del Ramphocelus dimidiatus?–, también están las que se podrían camuflar en la hojarasca del bosque. Algunas no tienen líos en comer en compañía mientras otras son aleteos emplumados que espantan a las vecinas.

La ornitología es una forma de meditación. Quien baja la guardia pierde: en el momento menos pensado aparece la especie buscada largo rato. O también pasa que no aparece. Tal vez por ese azar que involucra toda observación el naturalista norteamericano John Burroughs escribió que nadie encuentra lo que no lleva consigo. La idea es hermosa: si el pájaro aparece es porque en el fondo el pájaro ya habita el corazón de quien lo registra en un cuaderno o le toma una foto.

Vocación por las aves y los ríos

Tanto Winston como Claudia son oriundos de San Rafael. Lleva a cuestas un matrimonio de casi cuarenta años. Claudia ha sido testigo de la pasión de Winston por las aves. Él dice que ese amor surgió en su infancia, cuando acompañaba a sus tías a los ríos del pueblo. Allí, mientras las mujeres se dedicaban al lavado o al recreo, él se engolosinaba con el sonido de las aves y con los aleteos. Con los años ese gusto se consolidó gracias a la amistad con Jorge Cano, un hombre que le permitió en la adolescencia acompañarlo en sus excursiones mineras por los ríos de la región. No todo fue idilio. Por esa época San Rafael fue el escenario de los grupos armados, en particular las guerrillas. De hecho, el papá de Winston fue asesinado por hombres armados. La llegada de los paramilitares hizo muy peligrosa la vida en el pueblo y sus veredas.

Winston y Claudia viajaron a Medellín. Allí vivieron en Buenos Aires y en Castilla. También pasaron una larga temporada en Puerto Berrío. Winston no se detiene mucho en esta etapa. Dice, por ejemplo, que en la capital de Antioquia trabajaron en confecciones y bordados y en Puerto Berrío estuvieron al frente de un almacén y de una cantina. En su relato el objetivo de la familia siempre fue comprar un terreno en San Rafael, adecuarlo para las aves. Apenas tuvieron el chance de hacerlo, abandonaron las prisas de la ciudad para vivir al lado de una quebrada. El terreno de la Posada de las Aves queda justo al lado de la casa de uno de los hermanos de Claudia, que en un momento dudó del acierto de la decisión de la pareja.

Las aves llegaron atraídas por los plátanos maduros. Y estas, a su vez, trajeron a los primeros visitantes. En líneas generales el turista que llega a San Rafael es distinto al que visita El Peñol y Guatape, municipios a menos de cuarenta minutos por una carretera sin asfaltar en unos tramos. “Aquí viene gente mayor en busca de descanso. Vienen europeos y gente de otras partes de Colombia”, cuenta Winston. La primera pareja que se hospedó en la casa de Winston y Claudia llegó por azar, en busca de un sitio de descanso cerca a las corrientes de agua. Winston confiesa que al principio no le atrajo la idea de pertenecer a la Red de Turismo de San Rafael, un colectivo ciudadano que ha impulsado el turismo comunitario. No fueron las invitaciones de su esposa las que vencieron su obstinación. Fueron las aves.

En concreto, Winston se entusiasmó con el proyecto de la Posada de las Aves cuando se dio cuenta que la Red de Turismo ofrecía un curso para la guianza ornitológica. Supuso que con la información recibida en el curso podría llamar con sus nombres científicos a las aves vistas desde la infancia. Recuerda que en la primera salida de campo el profesor le felicitó, incluso antes de comenzar el ejercicio del día. “Usted sí va a aprender, me dijo. Yo le dije. ¿por qué lo dice, profe? Porque es el único que trae papel y lápiz”, cuenta Winston. Se pone de pie, entra en la casa. Sale con un cuaderno argollado en cuya páginas escribió los nombres comunes, científicos y en inglés de las aves que veía en sus recorridos.

–Una vez mi mamá me vio con un cuaderno y lapiceros. Me preguntó para dónde iba. Le dije que estaba en un curso de aves. Mi mamá dijo que las aves pudieron lo que ellos no: que me gustara el estudio-, dice Winston, que validó el bachillerato para cursar estudios de guianza turística.

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Se compró una cámara fotográfica para registrar las aves que veía en sus caminatas. Sus fotos han sido incluidas en la Guía de Aves de San Rafael y de Envigado. El camino de aprendizaje no se ha detenido. Como muchos de sus visitantes son extranjeros, decidió acudir a las clases de inglés que ofrecía una universidad privada en San Rafael. Avanzó unos cursos hasta que la falta de estudiantes hizo que los cursos se suspendieran. Desde entonces estudia con la aplicación Duolingo. A veces la comunicación con los foráneos no es tan fluida como debiera, incluso puede ser charra. Winston recuerda la cara del europeo que le escuchó decir que él se comía las aves, cuando en realidad pretendía contarle que él les daba de comer. “Ese señor se puso pálido”, suelta la carcajada.

El invitado más colorido

En la mañana hemos visto individuos de las especies Tangara gyrola, Icterus auricapillus, Thraupis episcopus, Ramphocelus dimidiatus,Turdus leucomelas,Lepidocolaptes souleyetii, Florisuga mellivora, Ortalis ruficauda. Por momentos hay muchos, A veces hay pocos o ninguno. En un rato de calma, Winston cuenta que la hija de una sobrina de su esposa le cambió el apodo. Antes en el pueblo lo conocía como Martillo. Al ver la cercanía con las aves, en particular con El Niño, la niña lo llamó el “Tío Colibrí”.

–¿Qué significan para usted las aves?

–Las aves son maravillosas, no solo por su belleza, sino por las funciones biológicas que cumplen. Son los jardineros del bosque, polinizan, riegan semillas, controlan las plagas y ayudan a mantener el equilibrio en la naturaleza. Ahora que las estudio más a fondo, aprecio aún más su rol ecológico. Además, compartir este conocimiento con la gente, especialmente con los niños, es algo que me llena de felicidad.

–¿Qué nos enseñan las aves?

–Nos enseñan a vivir en armonía con la naturaleza, a ser libres, y a disfrutar de su belleza.

Y el invitado especial llega: es una llama dorada cubierta por alas verdes, lleva un antifaz negro que culmina en el pico. Durante la visita del Baryphthengus martii pocas aves se aproximan. Acordaron dejarle el escenario para el solo de aleteo y belleza.

Quienes lo vemos sacamos los celulares para hacerle fotos. Este trozo de bosque y vida es una celebridad. Después de unos minutos de contemplación, levanta vuelo. Regresan las otras aves. El ritmo de la Posada de las Aves vuelve a la normalidad, después de la visita del barranquero canelo.Modelo turístico de San rafael

“Respecto a las fortalezas de San Rafael frente a otros destinos turísticos cercanos, como El Peñol o Guatapé, nosotros nos hemos especializado en convertir el turismo en una estrategia de conservación. En lugar de ver el turismo solo como una actividad de aprovechamiento de los recursos naturales, buscamos que los visitantes se lleven la idea de que debemos cuidar la naturaleza. Además, ofrecemos la oportunidad de interactuar con una comunidad que también está cuidando su entorno.

En el Oriente Antioqueño, uno de nuestros principales recursos es el agua, y esta región ha sido clave en la generación de energía hidroeléctrica en el país. San Rafael es un ejemplo de cómo el agua no debe verse solo como un recurso para el consumo, sino como un elemento vital para todos, tanto para los habitantes como para los turistas. Esta perspectiva ha cambiado las actividades turísticas a lo largo de los años.

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El turismo en San Rafael, aunque inicialmente estaba muy centrado en actividades como los paseos de olla, ha evolucionado hacia un modelo más consciente de la conservación y la sostenibilidad. El turismo de conservación, en particular, atrae a visitantes extranjeros, especialmente de Europa, que buscan una experiencia más tranquila, como la observación de aves. También existe un segmento de turismo más joven y aventurero, que se interesa por actividades de aventura.

El turismo ha abierto una variedad de oportunidades económicas, no solo para los hoteleros o guías turísticos, sino también para los agricultores y otros proveedores locales que abastecen a los servicios turísticos. Este turismo ha creado un círculo económico en el que todos se benefician. Sin embargo, aunque el turismo es una fuente importante de ingresos, la agricultura sigue siendo un pilar fundamental de la economía local, con productos como el café y la panela”, dice Lorena Duque, una de las gestoras del modelo turístico de San Rafael.

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