Todos, o la mayoría, tenemos alguien en la familia que hace siesta. Yo recuerdo a mi padre, que sagradamente al medio día descansaba media hora antes de continuar su jornada laboral. Una costumbre que no percibo sea tan común ahora.
El doctor Javier Albares –así con b y s–, licenciado en Medicina y Cirugía, y especialista en Neurofisiología Clínica y miembro de la Sociedad Española del Sueño (SES), lanzó el libro La ciencia del buen dormir (Planeta, 2023) en el que explica, con fundamento científico, cómo dormir bien es vivir mejor, con más energía, felicidad, creatividad y empatía.
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Allí, Albares habla de la siesta y describe cómo nuestro patrón de sueño es bifásico: “Un periodo principal de sueño nocturno y un breve periodo de sueño diurno en torno al mediodía, lo que conocemos como siesta”.
Para este especialista dormir la siesta no es de vagos, “la siesta es una necesidad fisiológica de nuestra especie que se ha ido perdiendo con los años, debido en parte al estilo de vida acelerado y sobrecargado que llevamos”. E insiste que la siesta tiene importantes beneficios para nuestra salud, desde mejorar las capacidades cognitivas y el estado de ánimo, “hasta propiciar ajustes beneficiosos para nuestro sistema cardiovascular, como la regulación de la tensión arterial”.
El neurólogo Gurutz Linazasoro, de la Policlínica Gipuzkoa, también habló del tema y dijo que las siestas de 20 minutos son “ideales” para complementar el descanso nocturno, especialmente en aquellas personas que duermen menos de siete horas diarias o para las que sufren insomnio, lo que puede derivar en problemas tanto físicos como mentales.
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“Una siesta de unos 20 minutos es ideal para desconectar, reducir el estrés y consolidar memorias recientes. Este breve descanso aporta beneficios inmediatos, como un aumento en la concentración y una mejora del estado de ánimo”, señaló.
Pero ojo con las siestas largas: “Estas pueden ser contraproducentes, pues se puede despertar en una fase profunda del sueño, lo que genera una sensación de aturdimiento y disminuye el rendimiento durante el resto del día”, concluyó Linazasoro.
Para el doctor Javier Albares, una siesta se da en las horas del almuerzo, después de comer y que dure unos 20 a 30 minutos. No más. Quienes intentan compensar las horas no dormidas de noche con distintas siestas a lo largo del día no lograrán un sueño reparador porque se desregulan los dos mecanismos fundamentales que regulan el sueño: los ritmos circadianos y la homeostasis del sueño.