Andrés Felipe Marín, alias Pipe Tuluá, es un delincuente que se convirtió en una celebridad en el pabellón de extraditables de la cárcel La Picota, en Bogotá. Su efímera designación como vocero de los presos y de las bandas criminales en el Valle del Cauca, en el marco de la pálida paz total del Gobierno, no dio frutos y solo le sirvió para ganarse ese estatus y tener una celda privada. Pero ahora vuelve a amenazar al Estado, a la guardia del Inpec y hasta a su director, el coronel Daniel Gutiérrez. Ha sido imposible de manejar, pese a estar tras las rejas.