La vida de la cantante Sinéad O’Connor estuvo marcada por el éxito musical y la tristeza de cargar con ella un historial de abusos, detenciones por hurto, adicciones, enfermedades mentales y la pérdida de su hijo de 17 años. La irlandesa falleció en la mañana de este miércoles a sus 56 años.
“Con gran tristeza anunciamos el fallecimiento de nuestra querida Sinead. Su familia y amigos están devastados y han solicitado privacidad en este momento tan difícil”, fue el pronunciamiento familiar que confirmó la muerte de la intérprete de Nothing Compares 2 U.
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La irlandesa nació el 8 de diciembre de 1966 en Dublín. Durante su infancia sus padres se divorciaron y fue su madre la que, en principio, asumió su custodia. Allí habrían empezado sus males.
“No era un hogar. Era una cámara de torturas”, recordó O’Connor del tiempo que pasó con su mamá. Fue golpeada, abusada y violentada. En algunas ocasiones la madre trató de destruir el útero de la cantante.
Huyó de su madre y trató de vivir con su papá. Pero la convivencia con él también fracasó. Escapaba del colegio y en múltiples veces fue detenida por intentos de robo a distintas tiendas de su ciudad. Fue así que sus padres le dieron ingreso a un reformatorio administrado por la iglesia Católica.
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“Nunca volví a experimentar semejante terror y dolor como en ese lugar”, era la insistencia de la cantante cuando le preguntaban por su paso por el internado. Después, se convirtió en una de las figuras que denunció y rechazó la pederastia al interior de la iglesia.
En 1992, por ejemplo, rompió, en un programa de televisión, la fotografía del papa Juan Pablo II como símbolo de protesta a los abusos de pederastia en la iglesia. En su momento –quizás porque era una sociedad todavía apegada al apoyo de las instituciones– su protesta fue deslegitimada e incluso la abuceharon en algunos conciertos.
Fue en el reformatorio que una monja le enseñó a tocar la guitarra y la animó a dedicar la vida a la música. La voz potente de O´Connor se hizo cuando cantó en las calles y bares de Dublín.
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Empacó la maleta y a los 20 años se mudó a Londres (Inglaterra). Allí grabó su primer albúm mientras estaba en embarazo de su primer hijo. En la disquera, disgustados con su aspecto, le pidieron que usara más faldas cortas, votas y pelo largo para “verse más femenina”. Contrariándolos, fue a una barbería y le pidió a un peluquero griego que le rapara la cabeza.
Su primer álbum The Lion and the Cobra causó sensación cuando salió. Tres años después lanzó I Do Not Want What I Haven’t Got, que contiene la canción que la hizo famosa: Nothing Compares 2 U, escrita por Prince.
“Supongo que debo decir que la música me salvó. Era la prisión o la música. Tuve suerte”, dijo O’Connor.
Finalizada la década de 1990, la carrera musical de la irlandesa también entró en declive. Sus problemas personales fueron los que empezaron a acaparar los titulares en la prensa. Hacia 2003 reconoció que había sido diagnosticada con transtorno de bipolaridad y al tiempo luchaba por mantener la custodia de una de sus hijas.
Su último álbum salió en 2014. I’m Not Bossy, I’m the Boss. Parecía que su carrera había tomado un nuevo aire, sin embargo, se vio obligada a cancelar su gira de conciertos porque se sentía “agotada”. Seis años después fue internada para tratar de superar una adicción que desarrolló por 36 años al cannabis.
La mujer vivió el dolor de enterrar a uno de sus hijos, el joven Shane de 17 años, quien se suicidó en enero de 2022 luego de escapar de una clínica, donde permanecía internado por sus ideaciones. La familia de O’Connor temía por un desenlace igual para la cantante.
“Después de crecer con el trauma y abuso, entré directamente en la industria de la música y nunca aprendí realmente cómo hacer una vida normal”, fue la constante de O’Connor.