Las áreas ―en teoría― protegidas de Colombia han pérdido en los últimos once años un total de 125.745 hectáreas por culpa de la deforestación. Pese a que durante los últimos años se ha visto una tendencia de disminución, problemáticas como la ganadería extensiva, el acaparamiento ilegal de tierras, la infraestructura vial no planificada y las economías ilícitas han llevado a que entre 2013 y 2023 en el país se haya arrasado con una extensión de bosque que equivale a 2,5 veces la ciudad de Cali, donde por estos días en la COP16 se discuten las acciones y compromisos para proteger la naturaleza global.
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Ese es tan solo uno de los datos del Informe 2024 de Parques Nacionales Cómo Vamos (PNCV), una alianza que surgió en 2018 y reúne a nueve organizaciones de la sociedad civil: la Fundación Santo Domingo, la Fundación Corona, la Fundación Natura, Alisos, WWF Colombia, WCS Colombia, Dejusticia, la Pontificia Universidad Javeriana y la Universidad de los Andes.
De acuerdo con el documento, que EL TIEMPO conoció este martes en primicia, si bien es cierto que estas áreas protegidas administradas por Parques Nacionales Naturales de Colombia son fundamentales en la mitigación del cambio climático y la prestación de servicios ecosistémicos (como la generación de humedad en la Amazonia que luego se convierte en lluvia al llegar a los Andes y Bogotá), hoy por hoy los 61 Parques del país desfallecen por falta de recursos y dificultades en la administración de las extensas áreas.
El informe, que utiliza insumos elaborados por organizaciones gubernamentales como el Ideam, el Instituto Humboldt, el Invemar y el propio Parques Nacionales Naturales, señala que la región más afectada por la deforestación es la Amazonia, donde los Parques que más cobertura han perdido entre 2013 y 2023 son: Tinigua (que perdió 42.478 ha), Sierra de La Macarena (25.736 ha), Serranía de Chiribiquete (9.610 ha) y La Paya (8.759 ha). Por fuera de esta zona, en Córdoba y Antioquia, otro de los que también ha padecido este grave flagelo durante los últimos once años es Paramillo (que ha perdido 10.505 ha).
EL TIEMPO pudo ver estas áreas deforestadas en la Amazonia gracias a un sobrevuelo realizado por el programa Amazonia Mía de Usaid. Edwin Caicedo. EL TIEMPOLa meta cero
Según explica Omar Franco Torres, director de PNCV, perder tan solo una hectárea en un Parque Nacional debería general el mayor llamado de alerta entre la sociedad civil y los líderes del país, pues es en estas áreas donde se resguarda no sólo la mayor parte de la riqueza natural de Colombia, sino que además, en algunos casos muchos de esos recursos y especies siguen siendo desconocidos para la ciencia.
“Tan solo perder 9.600 hectáreas en Chiribiquete es algo que nos tiene que preocupar. Creo firmemente que ese Parque Nacional Natural, con sus 4,2 millones de hectáreas, es el más representativo en lo que significa la Amazonia y el eje fundamental de la vida de Colombia y el norte de Suramérica. Porque allí está toda la conectividad ecosistémica, los ríos voladores, lo que se ha venido hablando alrededor de la entrada de humedad al interior del país proviene de allí. Entonces cuando uno suma la pérdida en Tinigua y Chiribiquete pues esa conectividad ecosistémica la estamos perdiendo, y yo creo que ahí ponemos en riesgo la posibilidad de recarga de nuestros ecosistemas de páramo y la posibilidad de que se pierda la capacidad para suministrar el agua suficiente para el 70 % de la población colombiana”, resaltó Franco.
En ese sentido, el experto enfatizó en que para PNCV la meta a 2030 debe ser cero deforestación en los Parques Nacionales Naturales colombianos. Un objetivo que, bajo la mirada de algunos expertos, no debería ser tan complejo de lograr, porque desde 2018, cuando se llegó a la cifra anual más alta que se haya registrado, ese dato ha venido disminuyendo, pasando de 21.064 ha en ese año a 4.682 ha en 2023.
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Detener la extinción de especies debería ser otra prioridad, de acuerdo con el documento. Estas áreas resguardan el 32 % de la biodiversidad del país y son los parques Serranía de Chiribiquete (Amazonía) y Tayrona (Caribe) en los que más especies se han registrado. Sin embargo, también han sido identificadas especies exóticas, es decir individuos que han sido introducidos en los hábitats de los Parques de manera intencional o accidental, que afectan ecosistemas terrestres, marinos y costeros. En total han sido registradas 342 especies exóticas, de las cuales 9 ya son invasoras, como la tilapia (Oreochromis niloticus) y la mojarra amarilla (Caquetaia kraussii).
La tilapia afecta gravemente los ecosistemas de las áreas protegidas. Ministerio de Agricultura y GanaderíaEl Informe 2024 de PNCV también destaca el papel crucial de los PNN en la mitigación del cambio climático, en particular a través de la captura de carbono en ecosistemas clave como los manglares y los pastos marinos, que actúan como sumideros de carbono azul, fundamental para la regulación del clima global. Pero la deforestación ha generado una falta de conectividad ecológica entre los parques que limita la migración de especies y su capacidad para adaptarse al cambio climático. Solo el 54 % de las áreas protegidas en Colombia cuentan con una conectividad ecológica efectiva.
De acuerdo con los expertos, para lograr llevar a cero la deforestación en estos ecosistemas se requiere de un trabajo con las comunidades y una mejor gestión. Esto porque no se puede conservar sin quienes habitan o están cerca de las áreas protegidas, pero allí debe haber medios y actividades para que esas personas subsistan. Es decir, de acuerdo con los investigadores, cerca a los Parques Nacionales se deberían promover economías que impulsen la protección del bosque y no su destrucción.
Al respecto, según explica Carlos Mauricio Herrera, director de Conservación y Gobernanza de WWF Colombia, es a través de los acuerdos que se tienen para el manejo con comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinos que se puede ayudar a propiciar mejores estrategias de conservación que sean basadas en la conservación inclusiva.
“Se debería adoptar la meta de cero deforestación para el Sistema de Parques Nacionales, siendo estos ecosistemas los elementos fundamentales de todo el aparato de conservación de la biodiversidad, uno de los principales mecanismos de adaptación al cambio climático y, además, un prestador de servicios muy importante para toda la ciudadanía. La lucha contra la deforestación y la transformación de ecosistemas naturales debe ser una de las principales apuestas del Gobierno Nacional en términos de conservación de la naturaleza”, aseguró Herrera.
La plata
Uno de los puntos clave que señala el informe, y que además se discute por estos días durante la COP16, es el de la falta de recursos para la gestión. PNCV utiliza un insumo desarrollado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y su Iniciativa de Finanzas para la Biodiversidad Biofin Colombia, en el que se destaca que si bien durante los últimos años el presupuesto para el sector de Ambiente y Desarrollo Sostenible ha venido incrementando, asignando a Parques Nacionales Naturales de Colombia cerca del 10,4 % de los recursos disponibles para el sector, esto sigue siendo insuficiente.
Según el análisis, hoy el presupuesto disponible para la gestión de los Parques asciende a 1,15 dólares por hectárea, cuando se requieren en realidad entre 5 y 8 dólares por hectárea. “Debido a la importancia de las contribuciones de la naturaleza en las áreas de parques y su contribución al desarrollo económico nacional es necesario aumentar la movilización de recursos financieros entre 205 millones a 373 millones de dólares para su adecuada gestión”, señala el informe.
Al respecto, Catalina Gutiérrez, directora de WCS Colombia, enfatizó en que los Parques Nacionales son baluartes de la biodiversidad del país y también claves para la entrega de servicios ecosistémicos como la lluvia y el clima. “Por lo tanto, son esenciales para enfrentar la crisis climática y consolidar la paz con la naturaleza. No obstante, el informe también muestra que las situaciones que degradan la salud de los parques continúan, como la deforestación y otras actividades ilegales, y que es necesario aumentar significativamente su financiación para lograr su efectividad”, señaló la experta.
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El mar
Este año, gracias a un insumo elaborado por el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (Invemar), el informe también incluye un apartado sobre las amenazas que enfrentan los parques que están en áreas marinas (38 de los 61 que tiene Colombia) y sobre cuyas especies también existen graves riesgos.
Por ejemplo, los arrecifes de coral no solo sufren el impacto del cambio climático asociado a los eventos de blanqueamiento, los cuales están aumentando en frecuencia e intensidad en los últimos años; sino que otros tensores como la presencia de enfermedades, la competencia con esponjas y macroalgas y la presencia de especies invasoras han empezado a tener una mayor incidencia.
Corales en el Parque Corales del Rosario y San Bernardo. Fudnación Grupo ArgosDe hecho, en el caso de las especies invasoras, la presencia del pez león se ha convertido en una grave amenaza para la fauna marina local. En Colombia el primer registro del pez león tuvo lugar en diciembre de 2008 en la isla de Providencia. Cinco meses después se registró la especie en el PNN Tayrona. Desde entonces, los avistamientos de la especie han ido en aumento en todos los arrecifes del país, desde el Chocó hasta la alta Guajira, incluso en áreas de manglares, pastos marinos, ambientes mesofóticos y en densidades varias veces superiores a las de su ámbito natural de distribución. Este depredador puede consumir anualmente de 410 a 2409 toneladas de biomasa en el Caribe colombiano teniendo en cuenta que se estima que en las aguas de la región habitan entre 1 a 6 millones de individuos de peces león.
EDWIN CAICEDO
Periodista de Medioambiente y Salud
@CaicedoUcros
Edwin Caicedo