Hay muchas maneras de conocer la relevancia de un músico. Una de ellas es su trayectoria. La de Harold Martina es deslumbrante: comenzó a estudiar piano en Curazao a los tres años, más adelante obtuvo en Medellín el diploma de Pianista Concertista Cum Laude en el Instituto de Bellas Artes y, como si fuera poco, recibió la máxima calificación académica en la Academia de Música y Artes Representativas en Viena, Austria. También se puede conocer el impacto de su carrera en los discípulos que han crecido con su orientación. Martina es Pianista en Residencia de la prestigiosa Texas Christian University en Fort Worth y ha dedicado mucha de su energía a la enseñanza.
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Sin embargo, lo más poderoso del maestro, que se presentará este martes 29 de octubre a las ocho de la noche en el Teatro Metropolitano, es la pasión con la que habla de la música. “La música es una llama que tengo en el corazón desde muy pequeño y que quiero que nunca se apague”, dice con una transparencia que sobrecoge. EL COLOMBIANO conversó con él antes del concierto, en el que compartirá escenario y piano con Blanca Uribe, uno de los pesos pesados de la música clásica de Colombia.
¿Qué siente cuando viene a Medellín?
“Me siento en casa. Hace 71 años llegué por primera vez a Medellín, me asombré por las montañas, que no hay en mi tierra, Curazao. Aquí la gente es muy querida y tiene la mejor comida. Aquí conocí a la mujer que ahora es mi esposa. La conocí el primer día que llegué a Medellín, en el aeropuerto. Entonces, yo creo que esto para mí es mi primera casa porque he vivido más tiempo en Medellín que en cualquier otro sitio”.
¿Cómo ha visto la evolución musical de la ciudad?
“En realidad no puedo contestar muy bien porque no he estado acá. Pero por referencias de mis colegas que siguen acá o que han viajado, sé que ha surgido una juventud muy ansiosa de conocer el arte y la música, y entonces me parece que es algo muy positivo y alentador”.
¿Qué emoción le da presentarse con la maestra Blanca?
“Con Blanca hemos estado tocando desde que ambos estudiábamos en Viena. La aceptamos en nuestro apartamento allá cuando era estudiante. Estudiamos con el mismo profesor. Estoy hablando de hace unos 60 años. Tocamos juntos en el apartamento. Ella tenía su piano de cola y yo en otro, pero estudiamos obras de cuatro manos y de dos pianos. Aprendimos a sincronizarnos mucho mejor y ahora casi no nos tenemos que mirar, sabemos qué va a hacer el otro”.
¿Qué se necesita para sincronizarse con otro pianista?
“Un pianista para sincronizarse con otro tiene que tener ciertas similitudes. Aparte de la experiencia, no solo se trata del aparato técnico, la velocidad y la precisión, sino que también el sentimiento debe ser parecido para que nosotros demos igualmente el del compositor. Hace años grabamos con Blanca un disco en Nueva York y el ingeniero de sonido nos decía que con nosotros le había pasado algo extraño: cuando había un error cada uno decía que era suyo. Lo normal es que un pianista señale al otro del error”.
¿Qué es lo singular del repertorio del concierto que van a tener?
“Pasé mucho tiempo para configurar este programa. La primera parte son variaciones germanas de Brahms y de Shubert. La segunda parte son danzas latinas e hispanas. Tenemos a compositores como Mario Gómez, que es chileno colombiano, y tres colombianos. Pasillos y bambucos muy bonitos que el público que conoce. Después, una obra grande de un español, Manuel Infante, que tiene tres partes”.
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