El calor sofocante y la humedad densa del circuito de Sepang en Malasia no pudieron opacar la jornada. Los fanáticos llenaban las gradas, ansiosos por ver a sus pilotos favoritos y, en especial, a un joven colombo-español que venía dejando huella con cada vuelta. Este domingo, David Alonso volvió a desafiar límites y conquistó su decimotercera victoria de la temporada en Moto3, una hazaña sin precedentes tras haber superado en la carrera pasada el récord que ostentaba la leyenda Valentino Rossi desde 1997.
La bandera a cuadros ondeó para Alonso, y el rugido del público acompañó el final de la carrera, pero su sonrisa no fue la de siempre. La celebración, que prometía ser épica, estuvo empañada por los recientes y devastadores acontecimientos en la Comunidad Valenciana, donde las intensas lluvias provocaron inundaciones que dejaron más de 200 muertos. A pesar de estar a miles de kilómetros de distancia, el corazón de Alonso estaba allí. Conmovido, decidió donar el premio obtenido en Malasia a los damnificados, un gesto de empatía y solidaridad que reveló la madurez de un piloto joven, pero profundamente humano.
“No era momento de celebrar”, fueron las palabras de Alonso al finalizar la carrera, reflejando la seriedad de una situación que le afecta en lo más íntimo. Su mente estaba en la tragedia que asolaba a los espanoles. “Ha sido un fin de semana un poco diferente, un poco más difícil de gestionar”, confesó Alonso, dejando entrever que la alegría por el éxito propio se tornó en una mezcla de sentimientos encontrados. “Veo totalmente respetable y lógico que el equipo haya tratado de estar a su ciento por ciento, pero no era lo mismo porque teniendo a tu familia allí en esa situación, al final no hay las mismas risas”. No eran las palabras de un campeón celebrando, sino de un joven tocado por el dolor de su gente.
Aunque la temporada de Moto3 aún no ha terminado, Alonso ya mira hacia el horizonte, alistándose para el próximo gran desafío en Moto2, la antesala del MotoGP. Allí, los cambios serán drásticos: su fiel motor de 250 cc y 60 caballos quedará atrás, y Alonso pasará a manejar un poderoso 765 cc de tres cilindros con unos descomunales 140 caballos de fuerza. Este salto no solo implica mayor potencia, sino también un rediseño en el enfoque y en las técnicas de manejo.
Las suspensiones cobrarán un papel determinante en Moto2, ya que al no haber limitaciones de chasis, el piloto deberá adaptarse a una potencia superior y aprender a manejar la rigidez y las diferentes configuraciones que la nueva categoría exige. Además, en Moto2 están prohibidos los discos de freno de carbono, lo que añade otro reto a Alonso, quien deberá adaptarse al sistema de frenos de acero, y a cómo este impacta en la respuesta de la moto y en el control que él tiene sobre ella en curvas de alta velocidad.
Moto2 es un laboratorio donde se forjan no solo pilotos, sino también técnicos y mecánicos que luego darán el salto a la categoría reina. Con la preparación y el enfoque que Alonso ha demostrado, su camino a MotoGP parece no solo probable, sino inminente. Aún quedan páginas por escribir en esta temporada histórica de Moto3, pero el futuro se perfila en la cima.
Disputado desde 1949, el Campeonato del Mundo ahora conocido como MotoGp es la competición del motor más antigua del mundo. Hace 63 años existían cuatro categorías que dependían de la cilindrada de las motocicletas (125cc, 250cc, 350cc y 500cc) y que, tras varios intentos con otras como la de 80cc, 990cc o 50cc han quedado reducidas en la actualidad a tres: 250cc (Moto3), 600cc (Moto2) y 1.000cc (MotoGp). En la era Moto3, desde 2012, los títulos se han repartido sin llegar a haber un dominador claro, puesto que los pilotos saltan rápido a la categoría intermedia cuando consiguen ser campeones mundiales.