Por un momento cierre los ojos y piense cómo sería su vida sin energía eléctrica. Se despierta en la mañana revisa su celular para ver la hora, pero está descargado. Trata de prender la luz porque todavía está oscuro pero fracasa en el intento. Va a la cocina y la estufa no funciona para hacer un desayuno caliente. Abre la nevera y encuentra alimentos podridos.
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Tampoco podrá bañarse con agua tibia. Si tenía que cuadrar alguna reunión no tendrá cómo llamar. Ni tampoco tendrá acceso a internet. Si sale a la calle en el carro posiblemente se encontrará con los semáforos descompuestos y una tremenda congestión. En fin. Apenas algunos de los muchos contratiempos de no tener energía.
A veces nos cuesta imaginar cómo sería la vida diaria sin energía eléctrica porque los colombianos la damos por garantizada. Y porque, como el aire, nunca o casi nunca, nos ha faltado, al menos desde 1993 cuando se creó un nuevo sistema para dar energía al país.
Pero esos problemas no están lejanos, los han estado padeciendo varios países del vecindario: en Ecuador están sufriendo 14 horas diarias de apagón, Cuba tuvo cinco días completos sin energía, el 80% de Venezuela se quedó sin luz en agosto, Honduras ha tenido interrupciones de 8 horas y México ha sufrido cortes de energía en 16 de sus estados.
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¿Por qué ocurre en otros países y no en Colombia? La respuesta rápida es porque Colombia diseñó hace 30 años un sistema de gestión de energía con el que puede sacar pecho y visto en retrospectiva es uno de los más grandes tesoros del país.
El problema ahora es que ese modelo, que estuvo funcionando casi como un relojito en las tres últimas décadas, está pasando agua por las medidas que ha tomado –y sobre todo las que ha dejado de tomar– el gobierno de Gustavo Petro.
Todo comenzó con el “apagón” que padeció Colombia entre el 2 de marzo de 1992 y el 7 de febrero de 1993. Es decir, 343 días a oscuras. Los cortes de energía se daban todos los días, en la mañana y en la noche en horas pico, de nueve horas en ciudades como Medellín y Bogotá.
Como la pandemia del Covid, que le cambió el diario vivir a los colombianos, en el caso del “apagón” también hizo sus estragos. “Se adelantó el reloj una hora para que la luz del sol rindiera más. El bus pasaba a las 6 a.m. que en realidad eran las 5 a.m. La oscuridad empezaba a las 8 pm. No había luz, muchas historias en torno a velas y juegos de mesa”, recordaba por estos días la periodista Vanessa de la Torre.
“Recuerdo llegar al colegio cuando aún era de noche y luego a las 6 p.m. sentarme junto a mi mamá a escuchar radio. Recuerdo la sensación de angustia de que todo estaba mal”, anota la periodista Diana Saray Giraldo.
¿Por qué se apagó? El sistema energético no estaba preparado para enfrentar situaciones climáticas extremas. Y se produjo un cóctel explosivo. Por un lado, el fenómeno de ‘El Niño’ llevó a los embalses a sus mínimos históricos. Por otro lado, Corelca (la Electricaribe de la época) entró en huelga. El país se estaba demorando en poner a andar nuevos proyectos, como el Guavio que estaba atrasado seis años.
Y sobre todo el sistema no tenía como levantar cabeza por su alta dependencia del Gobierno. Las empresas eran 100% públicas y dependían de los avatares del político de turno, sobre todo con una alta rotación de personal porque cada gamonal llegaba con su cuadrilla.
Además una buena tajada del erario se iba en los proyectos energéticos, absorbía el 24% de la inversión pública y representaba el 33% del déficit fiscal. El sector eléctrico era el principal problema macroeconómico del país, siendo responsable del 30% de la deuda pública. Y para rematar las tarifas las definía una junta del gobierno y decidía los valores a cobrar, con base en criterios políticos y no técnicos.
El apagón, por demás, producía pérdidas de todo tipo.
De manera que el apagón de 1992 fue tan drástico que así como la pandemia del Covid dio pie para que el mundo revolucionara el universo de las vacunas, en el caso del apagón la vacuna fue transformar todo el sistema eléctrico del país.
Fue una suerte de revolución que transformó casi por completo la manera como operaba el sistema.
¿Cuál fue la magia? Se permitió el ingreso de empresas privadas a operar en el sector, lo cual permitió que invirtieran y construyeran la infraestructura necesaria para desatracar al país.
Se crearon dos nuevas entidades: la CREG (Comisión para la Regulación de Energía y Gas) para la regulación y la UPME (Unidad de Planeación Minero Energética) para la planeación. Que se complementaron con la Superintendencia de Servicios Públicos, que había sido creada dos años atrás por la Constitución del 91. Además se creó un régimen de subsidios y se adoptó un marco legal y regulatorio único para las empresas de servicios públicos.
“Desde hace 30 años, en el sector eléctrico, hemos construido un modelo basado en la confianza, principalmente confianza regulatoria y confianza para las inversiones”, explica la presidente de Acolgen, el gremio de los generadores de energía, Natalia Gutiérrez Jaramillo
Y añade: “En los últimos 30 años se han hecho inversiones por más de 140 billones de pesos para el desarrollo de proyectos y plantas de generación, sin contar las inversiones en temas sociales y ambientales. Todo se ha podido porque el sistema da garantías”.
Además, comparado con el anterior sistema, una de las grandes diferencias es que los riesgos los asumen los privados. “Este es uno de los pocos sectores que no necesitan del Presupuesto General de la Nación para hacer inversiones; estas las hacen las empresas a riesgo propio”, concluye Gutiérrez.
De manera que mientras en 1995 había 17 empresas generadoras en el país, en 2024 hay 135 empresas realizando dicha actividad, según la autoridad del mercado que es XM. Y ese aumento en los proyectos y la inversión se ha traducido en mayor cobertura: en 1995 la energía eléctrica le llegaba al 76,1% de los colombianos y en 2023 a 93%, según datos de la UPME. Y sobre todo, la institucionalidad que se creó en el sector eléctrico con las leyes 142 y 143 de 1993, y su fortalecimiento a lo largo de los años, fue crucial para evitar apagones.
Ahora el problema es que todo ese sistema parece estar en riesgo, y así lo advierte la Agencia Internacional de Energía. No solo por El Niño sino por los ataques del presidente Gustavo Petro a las empresas privadas que lo operan, por la falta de nombrar a técnicos de alta calidad en la CREG e incluso en el Ministerio de Energía.
La presidenta de Acolgen, Natalia Gutiérrez, lanzó la alerta en el Congreso de Asoenergía. Aseguró que en 2025 prácticamente no habrá margen energético para el país, ni para hacerle mantenimiento a las plantas. “Nosotros llevamos casi 3 años diciéndole al Gobierno, ojo con los balances de energía, ojo con la opción tarifaria, ojo con el problema financiero de las empresas, ojo con las empresas que no están contratadas. Que nos hayamos sentado todos a hacer un comunicado no quiere decir que se haya superado la crisis, ni mucho menos que queramos generar una sensación de incertidumbre, esa sensación la tenemos desde hace rato”, dijo Gutiérrez.
1) Se diversificó la matriz energética
Pocos países pueden decir como Colombia que tienen una matriz eléctrica diversificada, y ha sido en buena parte gracias al modelo energético que se ha utilizado en los últimos 30 años. En este lapso se han hecho inversiones por 140 billones de pesos para el desarrollo de todo tipo de proyectos y plantas de generación de energía.
De manera que la torta de energía con la que cuenta el país está compuesta, entre otras, por 15 gigavatios (GW) energía renovable (13,2 en hidroeléctricas y 1,8 en solar). Esto representa más del 72% de la capacidad instalada del país, lo que reduce la dependencia de fuentes fósiles sin afectar la confiabilidad.
Cabe anotar que mientras en un periodo normal o con Fenómeno de la Niña (lluvias), se llega a generar entre 80% y 85% de energía hidráulica, y el resto es energía térmica. Por el contrario, cuando ocurre el Fenómeno del Niño, la generación de energía térmica toma la delantera, como ocurrió este año, cuando la térmica alcanzó un 50,7% del total en un día.
2) Sin apagones durante 30 años
A pesar de desafíos como las sequías, los accidentes en centrales y en general el cambio climático, el país ha mantenido un sistema eléctrico confiable.
Colombia es el único país que no ha tenido racionamientos en los últimos 30 años, como se puede ver en la gráfica de abajo, esto al tiempo que no tiene los precios más altos, son precios apenas sobre el promedio de la región.
El concepto de “seguridad energética” se ha reforzado con un marco regulatorio robusto que promueve la inversión en infraestructura gracias a las 6 subastas de energía firme bajo un esquema que técnicamente se llama cargo por confiabilidad, y consiste en una remuneración que se les paga a los generadores por garantizar la disponibilidad de energía.
Este modelo ha permitido la expansión del sistema y la atención de la demanda, siendo además, ejemplo para mercados como Chile, Brasil y el mismo Reino Unido en sus revisiones regulatorias.
3) 347 proyectos de energía renovable
Desde 2019, el país ha visto un aumento significativo en la implementación de proyectos solares y eólicos. Los solares son de alrededor de 1.8 GW (1.3 en operación y 0.5 en pruebas) además de tener más de 347 proyectos renovables que han recibido asignación de capacidad de transporte (ver gráfico). Este impulso es vital para el cumplimiento de los objetivos de la transición energética y demuestra el esfuerzo que ha realizado el país en los últimos 5 años por nuevas tecnologías.
4) En línea con la descarbonización
Colombia ha alineado sus políticas energéticas con los compromisos internacionales de descarbonización. No de ahora, de este gobierno, sino y sobre todo desde gobiernos anteriores.
El Ministerio de Energía, vía resolución de 2021, trazó estrategias para alcanzar la carbono neutralidad en el año 2050 y actualizó su plan de Gestión de Cambio Climático (PIGCCme) para reafirmar su compromiso de reducir 11.2 Mton de CO2 para el año 2030.
La estrategia de transición energética que se diseñó incluye no solo reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, sino también promover la justicia social y la inclusión, generando empleos verdes en el sector.
5) Actores aumentaron de 100 a 300
Ninguno de los logros destacados en los puntos anteriores habría sido posible si no se hubiera creado, en 1993, una institucionalidad sólida, que ha sido fundamental para desarrollar un mercado eléctrico moderno y competitivo.
La existencia de una regulación efectiva por medio de La CREG y el marco político en cabeza del Ministerio de Energía han permitido la entrada de nuevos actores, pasando de 100 a cerca de 300.
Ese diseño institucional además ha permitido que se actualicen las normas y los estándares que ha sido clave para atraer inversiones y garantizar la sostenibilidad del sector, por eso es tan complicado el impacto turbulento de los últimos dos años dónde la operación de la CREG se ha visto minada y por lo tanto, la toma de decisión de invertir en nuevos proyectos se ha visto seriamente disminuida.