Entre los departamentos de Atlántico, Córdoba, Sucre, Bolívar y Antioquia, se manifiestan cientos de volcanes de lodo que han sido descritos en investigaciones geocientíficas realizadas, en su mayoría, durante las últimas tres décadas. Aún así, es fácil suponer que la mayoría de los colombianos desconocen su existencia y que, quienes saben de ellos, referencian tan solo unos pocos por ser sitios turísticos en los que se invita a los visitantes a sumergirse en sus lodos (existe la creencia de que estos tienen propiedades curativas).
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Pero, ¿qué son exactamente los volcanes de lodo? Henry Carvajal, geólogo de la Dirección de Geociencias Básicas del SGC, quien es considerado por sus compañeros como “el papá” de este tipo de volcanes en el país, por su dedicación a describirlos y entenderlos, explica que estos son producto del diapirismo de lodos, un fenómeno por el cual grandes cantidades de materiales arcillosos con características plásticas y alto contenido de materia orgánica, agua y gas quedaron cubiertos, desde hace 20 millones de años en adelante, por una gruesa cobertera sedimentaria.
Estos materiales arcillosos, que están generalmente a 3 o 4 km de profundidad, se han compactado con el peso que los cubre y, gracias a su contenido de gases y a las presiones generadas por los mismos, viajan a través de las fracturas hacia la superficie. Una vez que la alcanzan, salen expulsados mediante erupciones o flujos lentos que arrastran consigo parte de las rocas que atraviesan, así como gases y aceites (hidrocarburos) que encuentran a su paso.
Así lo detalla Carvajal, y agrega que estos eventos eruptivos se repiten a lo largo del tiempo y, debido a la acumulación superficial del material sólido emitido, conforman una estructura dómica, que es la que se conoce como un volcán de lodo. Los domos, que en Colombia se han registrado con diámetros entre 1 y 6 km, presentan un conjunto de zonas de expulsión, generalmente de dimensiones desde centimétricas a métricas que se denominan “bocas”.
Pero los domos o volcanes de lodo no solo emergen en el área continental, sino también en algunos sectores de los fondos marinos. Un ejemplo de esto son las Islas del Rosario e Isla Fuerte, así como algunas zonas por el Golfo de Morrosquillo, que se han conformado como producto del diapirismo de lodos. Estas pueden observarse ampliamente en algunas zonas del Atlántico, como Puerto Colombia, Puerto Escondido, Salgar y algunas áreas cercanas a Barranquilla. También en el volcán de lodos del municipio de Arboletes (Antioquia), el cual se formó en el borde de una terraza marina al norte del casco urbano en donde los lodos son aprovechados para recreación.
Volcanes de lodo: ¿una amenaza?
Una de las erupciones más recordadas de volcanes de lodo en el país fue la del Bajogrande, ubicado en Bayunca, corregimiento de Cartagena. Este evento, que sucedió en 2012, cubrió de lodo cerca de 200 m de diámetro con una altura de alrededor de 8 m, y generó agrietamientos del terreno, los cuales fueron reportados así en una nota del periódico El Tiempo: “los campesinos están muy asustados. Muchos de ellos perdieron ganado y cultivos, pero aún no se pueden contabilizar las pérdidas”.
Este evento causó abombamiento del terreno hasta crear nuevas bocas. “Nos dimos cuenta de que la estructura era mucho más grande de lo que pensábamos y por eso se planteó una investigación para definir el origen de este fenómeno”, dicen expertos del SGC. Gracias a estudios de casos como este, los geocientíficos han podido concluir que algunos de los elementos de riesgo asociados a las erupciones de este tipo de volcanes son los flujos de lodos hacia zonas de cultivos y viviendas y los agrietamientos del terreno.
Otros efectos de las erupciones de volcanes de lodo son la generación de ruidos y fuego. Así lo demostró el caso del volcán La Lorenza, en Córdoba, el cual hizo erupción en 1992. En ese momento, el contacto de los gases de la estructura con oxígeno atmosférico produjo una combustión que se expandió rápidamente por acción de los vientos, quemando varios cultivos de los alrededores.
Ese mismo volcán está dentro de un complejo que contiene otras estructuras volcánicas como Don Diego, lo que resulta muy interesante para los geocientíficos como Edgar Carrillo, geólogo que ha trabajado junto a Carvajal en el levantamiento de información valiosa para la comprensión del diapirismo de lodos y sus expresiones. Para él, la existencia de lugares como este es un buen indicio de que Colombia podría tener algunos de los volcanes de lodo más grandes del mundo.
Es lo que ha concluido Carrillo, basado en registros de zonas en las que se presenta este tipo de vulcanismo, teniendo en cuenta que este no solo se expande desde Barranquilla hacia el Golfo de Urabá, sino que se presenta en lugares como Venezuela, Ecuador, Panamá y las Antillas Menores, además países europeos como Italia, Suiza y Rumanía, y asiáticos, como Indonesia y Azerbaiyán.
Las erupciones de algunos volcanes de lodo del Caribe colombiano han demostrado la necesidad de desarrollar estrategias de gestión de riesgo que protejan la vida y los bienes de las poblaciones que los habitan. En foto: volcán El Rodeo (Cartagena). Servicio Geológico ColombianoSin embargo, el complejo de volcanes de lodo del corregimiento de Santa Fé de las Platas, en el municipio de Arboletes (Antioquia), tiene un domo de 8000 m de diámetro, lo que significa que los flujos han llegado a alcanzar hasta 8000 m de longitud: “Henry y yo hemos recorrido este domo volcánico y el del volcán Mulatos. Estos dos, comparados con otras estructuras de este tipo registradas en investigaciones científicas internacionales, podrían estar entre los más grandes del mundo”.
El complejo volcánico que menciona Carrillo hizo erupción en 2010 y dejó 15 heridos según reportes de la prensa local. Hechos como estos, sumados a la magnitud de las estructuras volcánicas de lodo en el país, no solo representan una gran oportunidad de investigación y generación de conocimiento geocientífico, sino que implican el desarrollo de estrategias de gestión de riesgo, especialmente si se tiene en cuenta que la mayoría de las comunidades que habitan las zonas de influencia de estos volcanes son rurales y basan sus economías en actividades como la agricultura y la ganadería. Por ello, en caso de erupciones de lodo, los medios de subsistencia de estas poblaciones se podrían ver altamente vulnerados.
Las consecuencias de las actividades de los volcanes de lodo también podrían verse sobre ciudades como Barranquilla y Cartagena. En esta última no solo se encuentra el volcán El Rodeo, sobre el cual se han construido vías e incluso ha habido intentos de urbanización, sino también otro volcán ubicado en la comunidad de Membrillal, sobre el cual hay construcciones en las que habitan alrededor de más de 400 familias.
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“Allí, las características de las laderas arcillosas, junto con la inclinación de las pendientes, han producido el agrietamiento de las viviendas. Estas condiciones podrían ser precursoras de un evento que amenace la vida de las personas e infraestructura, incluyendo la Refinería de Mamonal, Reficar”, apunta Carrillo.
En ese sentido, tanto él como Carvajal, aseguran que es fundamental que las administraciones municipales, así como las autoridades y la sociedad civil, tengan clara la presencia de los volcanes de lodo y los riegos que este fenómeno implica para la comunidad y la infraestructura con el fin de poder tomar decisiones certeras en cuanto al ordenamiento territorial y la gestión de riesgo.
Investigar para entender
Aunque el SGC ha incursionado en el entendimiento del fenómeno del diapirismo de lodos a partir de varios proyectos, realizados en los últimos 30 años, el foco de investigación de la entidad ha estado sobre los volcanes de la cordillera Central y el macizo colombiano, caracterizados por su actividad magmática de gran impacto. Es por ello que hoy es menos lo que se conoce que lo que queda por estudiar del diapirismo y sus manifestaciones.
De hecho, en el país hay centenares de volcanes de lodo identificados, y tanto Carvajal como Carrillo aseguran que el número se mantiene en ascenso a partir de las investigaciones. Esta idea está soportada desde observaciones simples de buceo, hasta imágenes de batimetría adquiridas en los últimos años y con las que el Servicio Geológico Colombiano adelanta la investigación morfológica de los suelos marinos del Caribe colombiano y de un sector del Pacífico (en cercanías a Buenaventura).
En ambas regiones se han detectado gran cantidad de estas estructuras: para el Caribe, tanto en superficie continental como en fondos marinos, y en el Pacífico, en fondos marinos. Esta información se ha comprobado con ayuda de las líneas sísmicas que reposan en el Banco de Información Petrolera del SGC.
Esto confirma la necesidad de extender la investigación en fondos marinos, así como territorios emergidos en los que podría haber volcanes de lodo no activos. Frente a todo esto, John Makario Londoño, director de Geoamenazas del SGC, explica que se están iniciando labores para implementar una red de monitoreo que permita ampliar el conocimiento sobre la actividad de algunos de los volcanes de lodo en el Caribe colombiano.
“Estamos empezando a diseñar las metodologías para trabajar en lo que tiene que ver con la amenaza por vulcanismo de lodo. Si bien estos volcanes no hacen un efecto tan importante como los de magma, que son mucho más grandes y tienen más potencial de daño, es importante mencionar que las personas que viven cerca de estos volcanes podrían verse afectadas. Por eso, el SGC, y particularmente los investigadores de la sede Medellín, se han empeñado en hacer estos estudios de amenaza y, una vez tengamos los recursos disponibles, contribuiremos a la gestión de riesgo por vulcanismo de lodo en el país”, cuenta Londoño.
Por su parte, Tomás Correa Restrepo, coordinador del Grupo de Investigación y Evaluación de Dinámicas Geológicas del Noroccidente Colombiano, de la sede Medellín del SGC, quien actualmente se encuentra investigando la erupción ocurrida el 11 de noviembre de 2024 en el volcán Los Aburridos (Antioquia), explica que este evento demuestra la necesidad de desarrollar mapas de amenaza que permitan delimitar las estructuras volcánicas relacionadas con los diapiros de lodo, teniendo en cuenta que sus erupciones no solo emiten lodo, sino gases con potencial de ignición.
“Además, estos volcanes tienen una dinámica de deformación muy compleja, pues aunque en algún momento parezcan estables, pueden originar hundimientos o deformaciones que, a su vez, generen daños importantes en la infraestructura que esté asentada sobre ellos, como ya ha pasado con vías o casas. Delimitar las áreas con diapiros también es importante porque las erupciones no siempre ocurren por el mismo cráter, sino que pueden salir por un lugar diferente al que la gente está acostumbrada. Esto puede representar un problema para la población”, concluye Correa.
Laura Villamil Barrera
Periodista del Servicio Geológico Colombiano
Laura Villamil Barrera, periodista del SGC