En el Museo de Antioquia el tiempo pasa distinto. No es lineal, no hay principio ni fin. El tiempo allí es un diálogo que va y viene, es siempre presente. En cada sala, por ejemplo, las ventanas que dan a las calles se entre mezclan con las obras, así, lo que pasa afuera, en la calle, en la vida cotidiana, termina haciendo parte de las exposiciones, de lo que pasa adentro. Nada se queda por fuera.
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Ese diálogo lo recorre y articula todo, las salas, las obras, el arte, los artistas, la vida, la política, el orden, la historia y la ciudad. A ese diálogo se entra por la Sala de diálogos descoloniales, la persistencia del dogma, que fue renovada hace cinco años –poco antes de la pandemia–.
“Esta sala tenía un problema grande y es que ratificaba asuntos muy complejos, un discurso colonial, profundamente religioso, dogmático, anclado en unas tesis que validaban ese discurso racista, clasista y muy limitado, que se dedicaba a mostrar las obras del período colonial como hechos aislados del contexto, despolitizados”, dice Camilo Castaño Curador investigador del museo.
Por se propusieron hacer remontaje de la sala, y para eso contaron con el apoyo de dos curadores externos, Jaime Borja y Sol Astrid Giraldo. Esta nueva sala, que ya no lo es tanto, se estructuró a partir de tres ejes: El cielo, como ordenador del suelo, del mundo, El purgatorio, que es el ahora, el presente y El infierno, que son los otros.
El remanontaje incluyó más de 140 obras que abarcan más de 2000 años de historia –desde objetos y documentos que datan del periodo precolombino, hasta obras de Fernando Botero y Jorge Alonso Zapata y fotografías de Donaldo Zapata y Natalia Botero–.
“Es un revolcón absoluto, pero también es un reflejo de las crisis que están teniendo todas las instituciones y la estructura que hemos construido, sobre todo en Occidente en torno a esta idea cristiana que heredamos del siglo XIX. Pero la sala no se ocupa de cuestionar la religión ni de cambiar la historia ni nada de eso, sino de cuestionar nuestra actitud poco crítica y atenta frente a las cosas”, dice Castaño.
Ese cuestionamiento empieza por el museo mismo. El remontaje de esta sala tuvo consecuencias en las demás salas del museo, en las exposiciones que han sucedido después, en las obras que se adquiere para la colección y en el objetivo mismo de coleccionar. En todo.
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“Una institución con 143 años, con tanto material, tantas obras y objetos que se han consolidado a los largo de todos estos años, no puede estar desconectada. Todo se tiene que articular”, dice Juli Zapata, curadora investigadora del museo.
Entre las novedades que se han articulado con ese remontaje está otro remontaje, el de la Sala Internacional, y la apertura de dos salas más, Historias para repensar (Capítulo 2) y La Oficina del Alcalde.
Además, una exposición temporal que se estrena el próximo 11 de diciembre y que tiene dos partes, un homenaje a la Sociedad de Mejoras Públicas en sus 125 años, que tiene tres invitadas, Azul y Lindy Márquez, Yuliana Bustamante y Pablo Mora, que inaugura sala La Oficina del Alcalde.
Pero antes de eso, el próximo 7 de diciembre se hará una activación de la exposición de Mapa Teatro a partir de un texto construido por Andrés Felipe Solano, sobre el mural de la República de Pedro Nel Gómez. Ese día el museo invita a encender las velitas con ellos.
“La gente está cordialmente invitadísima a pensarse desde lo que un museo puede constituir como comunidad, como un asunto de fraternidad y de ahí a lo familiar. A mi me gustaría invitar a la gente, a los y las artistas a que propongan mediaciones , relecturas y a la comunidad en general, a las personas que estudian artes, ciencias sociales y humanidades, de todo, historia, economía”, dice Castaño.
El museo está abierto. Es de la ciudad y para ella, para todos. Por eso esta semana que cumple 143 años, la ciudad lo celebra. El Museo de Antioquia está en el corazón de Medellín.
“En la sala está el cielo a los pies y el infierno arriba. Se le está dando una vuelta a esa idea del sur, porque también lo que piensa lo descolonial es qué es el norte y qué es el sur, porque nos pintan siempre los planos con las potencias al norte, arriba, y hacia el sur quienes estamos bajo dominación de esas potencias, pero cuando pensamos por fuera de esos mapas qué es arriba, qué es abajo, y quién nos condiciona, vemos un pensamiento occidental colonial”, dice Zapata.
Y la sala descolonial un espacio para pensar como pensamos. Para preguntarnos, para cambiar de norte.