En lo profundo de los Montes de María, entre las brumas y el canto lejano de las aves, una planta que había desaparecido del mapa botánico volvió a aparecer, y este descubrimiento, que a primera vista puede parecer un hallazgo sencillo, encierra una historia de exploración, ciencia y esperanza.
La protagonista de esta historia es Spathiphyllum wallisii, una especie de garcita blanca que se creía extinta en su estado silvestre desde hace más de un siglo y que, gracias a los esfuerzos de los botánicos colombianos William Vargas y Felipe Cardona Naranjo, vuelve a ocupar un lugar en la historia natural del país.
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El encuentro con esta “garcita”, como se les conoce a las especies de su familia, fue casi fortuito. William Vargas, botánico huilense, caminaba por un sector del bosque húmedo en la Serranía de San Jacinto cuando se detuvo a contemplar una planta que despertó su curiosidad. “Era una de esas plantas que conoces desde siempre en jardines, pero que nunca habías visto aquí, en su hábitat natural”, explicó. Fue entonces cuando decidió tomar una fotografía y enviarla a Felipe Cardona Naranjo, director del Herbario de la Universidad de Antioquia y especialista en anturios.
La confirmación fue un momento de euforia: “Era, sin lugar a dudas, Spathiphyllum wallisii, esa planta que se había dado por desaparecida en 2004 tras años de búsqueda infructuosa”, afirmó Cardona.
La historia de Spathiphyllum wallisii está profundamente ligada a la figura de Gustav Wallis, un recolector de plantas alemán que en 1872 exploró las montañas de Colombia. Wallis, quien también dejó su nombre inscrito en otras especies botánicas, recolectó numerosos ejemplares tropicales que envió a Europa para ser estudiados. La falta de registros exactos sobre los lugares específicos que visitó complica la reconstrucción de sus rutas, pero se sabe que entre sus hallazgos destacaron especies nativas de Antioquia y otras regiones andinas.
En el caso de la especie Spathiphyllum wallisii, los últimos registros en herbarios databan del siglo XIX, y durante décadas, ella pareció desaparecer del radar de los investigadores. Sin embargo, su huella no se perdió del todo: gracias a su popularidad como planta ornamental, esta especie continuó viva en hogares y jardines alrededor del mundo. “Es curioso cómo algo que cultivamos como decoración en nuestras casas puede estar desapareciendo en su entorno natural”, apuntó Cardona.
Aunque Spathiphyllum wallisii también es comúnmente conocida como Cuna de Noé o espatifilo, su identidad científica guarda un lugar especial entre las plantas de la familia Araceae, a la cual también pertenecen los anturios. En el país, esta familia cuenta con 25 de las 50 especies conocidas mundialmente, y su preferencia por los bosques húmedos tropicales y su adaptación para crecer cerca del agua la convierten en una pieza clave para el equilibrio ecológico de su hábitat.
Así que, si bien su regreso significa una alegría, también plantea preguntas sobre los procesos de extinción y conservación. Cardona, quien lleva más de dos décadas estudiando anturios, señaló que la deforestación ha sido uno de los principales factores en la desaparición de estas plantas: “En Colombia, con el ritmo de pérdida de bosque que tenemos, estamos dejando pasar oportunidades para conocer especies que podrían desaparecer antes incluso de ser descritas”.
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Pero más allá de todo, el hallazgo en los Montes de María no solo reafirma la existencia de Spathiphyllum wallisii en su entorno natural, sino que también pone en evidencia la necesidad de proteger su hábitat, razón por la que Vargas destacó que el bosque húmedo donde se encontró la planta está amenazado por la agricultura y la ganadería.
Tras la confirmación del redescubrimiento, se han iniciado esfuerzos para evaluar el estado de conservación de la población local de Spathiphyllum wallisii. Esto incluye un censo preliminar en la Serranía de San Jacinto y la creación de estrategias para preservar tanto la planta como su entorno. “Ya divulgamos este hallazgo en el Congreso Nacional de Botánica, y ahora nuestro objetivo es publicarlo en revistas científicas internacionales para dar visibilidad a la importancia de esta especie”, explicó Cardona.
Además, la reaparición de la planta también ha abierto nuevas posibilidades para la educación ambiental y la creación de reservas forestales. Según los investigadores, trabajar con las comunidades locales para proteger el bosque es fundamental.
En un país como Colombia, rico en biodiversidad pero marcado por la deforestación y el conflicto armado, cada redescubrimiento es un recordatorio de lo que aún queda por explorar. “No sabemos cuántas especies más podrían estar esperando ser redescubiertas. Cada una de ellas es una pieza clave no solo para el equilibrio de los bosques, sino también para la vida humana”, concluyó Cardona.
El regreso de Spathiphyllum wallisii no es solo el hallazgo de una planta; es la recuperación de una historia natural que había quedado interrumpida. Ahora, bajo el cobijo de los Montes de María, que se abren paso entre los departamentos de Córdoba y Sucre, esta especie vuelve a contar su historia, desafiando al tiempo.
Según el Jepson Herbarium de la Universidad de California, la familia Araceae pertenece al orden Alismatales y agrupa alrededor de 125 géneros y más de 3.700 especies de plantas monocotiledóneas. Estas se caracterizan por su estructura floral particular: inflorescencias en forma de espádice rodeadas por una bráctea decorativa conocida como espata.
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Sus hojas son generalmente grandes, con formas variadas que incluyen elípticas, acorazonadas o lobuladas. Son predominantemente nativas de regiones tropicales y subtropicales, aunque algunas se encuentran en climas templados. Estas plantas tienen adaptaciones para crecer en ambientes húmedos y sombreados, muchas veces cercanos a fuentes de agua.
En términos ecológicos, las especies de Araceae son esenciales para la polinización por insectos específicos y contribuyen al equilibrio de sus ecosistemas.