¿Se imagina poder salvar a la humanidad de una posible Tercera Guerra Mundial con solo decir “no”? Eso hizo el ruso Vasili Aleksándrovich Arkhipov, un naval soviético que gracias a él yo escribí este artículo y usted lo está leyendo.
En el año 1962 el mundo estaba inmerso en plena Guerra Fría. En ese tiempo había dos territorios en disputa: Estados Unidos y la antigua Unión Soviética, cuyos líderes eran John F. Kennedy (USA) y Nikita Jrushchov.
Ambos presidentes tenían un gran ejército y armas nucleares que podrían destruir la tierra en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, URSS tenía un aliado estratégico que le “escondió” misiles de largo alcance y que apuntaban directamente al estado de la Florida, EE. UU.
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Kennedy conocía la amenaza, por eso enviaba tropas a vigilar la isla, pero algo llamó su atención en la costa norte de Cuba: un submarino B-59 que navegaba por aguas cercanas al territorio.
De inmediato, confirmaron que pertenecía a la URSS, pero lo que no lograron comprobar era que en su interior había misiles nucleares listos para acabar con todo, así como ocurrió con la bomba que dejó en ruinas a la ciudad de Hiroshima, en Japón.
Tres marineros estaban a bordo del submarino: el capitán Valentin Savitsky, el oficial naval Vasili Alexandrovich Arkhipov y el oficial Iván Semiónovich Máslennikov.
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Los navales estadounidenses se percataron de la amenaza que rondaba por Cuba, así que les pidieron a los soviéticos, a través de señas y explosiones, que subieran a la superficie para reconocerlos.
No obstante, los estallidos hicieron que el capitán del sumergible se pusiera firme ante la amenaza, por lo que decidió disparar; pero para poder llevar a cabo tal acción, primero debía tener la aprobación de los otros dos oficiales... uno de ellos aceptó, pero Arkhipov se negaba a hacerlo.
Después de un tiempo debatiendo el futuro de la humanidad, Vasili logró convencer a sus compañeros de no disparar y esperar las órdenes de Moscú. Él sabía lo que podría desencadenar si aceptaba estallar la bomba nuclear que también terminaría con su vida.
El submarino volvió a la superficie para devolverse a Moscú, mientras que John F. Kennedy y Nikita Jrushchov renegociaban en secreto una tregua.
Fue un solo hombre que con decir “no” o “Нет” en ruso, y con su resistencia psicológica, salvó al mundo del inicio de la Tercera Guerra Mundial.
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