Susana Morales tiene 26 años y es bailarina, le gusta el folclor; un día acompañó a una amiga a hacer un casting de Netflix y ella por no dejar pasar la aventura también se presentó. Meses después, le anunciaron que era suyo el papel de Úrsula Iguarán en Cien años de soledad. Hay que poner las cosas en orden: en la novela de Gabriel García Márquez, Iguarán es un tótem, el personaje que mantiene la casa de los Buendía en pie, el ancla de las locuras de los Arcadios y los Aurelianos. Así, Susana Morales terminó asumiendo no un papel sino un arquetipo. Hay regalos que entrañan un veneno. Hablamos con ella.
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Cuéntanos la historia de tu entrada al elenco de Cien años de soledad...
“Yo termino ahí en la serie porque fui a acompañar a una amiga al casting, a este abierto nacional que estaban haciendo en la UdeA. Justo yo me voy a comprar un café mientras ella hace su casting y cuando ella como se asoma, me dice: “Tú también puedes hacerlo”, y yo, pues bueno, ya madrugué, ya vine hasta acá. Era una entrevista, dinos tu nombre, tu edad. Bueno, como a las dos semanas me llaman: “Hola, somos del departamento de casting de Cien años de soledad. Queríamos volverte a ver”. Cuando menos me di cuenta, estaba con el director Alex García en un casting con el que hace de José Arcadio Buendía. Ya nos juntaron, hicimos un casting juntos y después de eso nos dieron la gran noticia de que íbamos a ser parte de la serie”.
¿Sabías que el casting era para eso?
“Fue un casting abierto porque necesitaban bailarines, necesitaban chicos, necesitaban nuevas caras, caras naturales, caras frescas. El sesenta por ciento del casting está compuesto por actores naturales. Se hizo un casting por todo Colombia. Ellos estuvieron viajando un montón buscando en Cali, en Barranquilla, en Santa Marta, en Cartagena, en Medellín, en Bogotá”.
¿Cuál fue el preparativo para actuar en los capítulos en los que apareces?
“Nosotros tuvimos unos 20 días de formación. Estuvimos varios de los actores naturales que íbamos en ese bloque, porque eran tres bloques divididos por capítulos. Estaban los bloques de 1, 2 y 3; 4, 5 y 6; y 7 y 8. Entonces, en el primer bloque, como escogieron a los actores naturales y nos entrenaron a nosotros juntos, hicimos ejercicios de cómo pararse para que la cámara te vea mejor, como no sé qué, cosas muy técnicas. También buscamos dentro de nosotros cómo entrar en ciertas emociones, activadores emocionales. Tuvimos un coach de acento para lograr ese acento cordobés que buscamos”.
¿Tuviste que construir un personaje además de la mano de Marleyda Soto, que hace a Úrsula ya señora?
¿Qué piensas de la relación entre la literatura y el cine?
“Cada una tiene un lenguaje y siento que en la literatura es maravillosa porque se alimenta de tus ideas. Entonces es algo que es muy íntimo, diferente a lo que pasa con el audiovisual. Con el audiovisual es más algo que está allá afuera y viene hacia mí. Pero también creo que la minucia con la que se hizo el trabajo desde cada uno de los departamentos te va llevando y tiene un poco de ese ritmo que tiene el libro”.