Diferentes análisis coinciden en señalar que Colombia y Venezuela no están en las prioridades del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump; que primero está la resolución de las guerras como la que desató el grupo islamista palestino Hamás al atacar a Israel y la que provocó Rusia en su intento por invadir a Ucrania; o las relaciones con la Unión Europea y con la Otan, y hasta con China, una potencia cuya trayectoria sigue marcando un curso de colisión con Estados Unidos. Es decir, muestran que la mirada de Trump no bajará tanto como para posarse sobre algo tan cercano y pequeño como Colombia y Venezuela. Pero hay razones para pensar que eso no es tan cierto.
(Le interesa: Maduro se aísla, incluso de Brasil y Colombia, y va dejando claro que no soltará el poder)
Gustavo Petro y Donald Trump han tenido intercambios en redes
El presidente Gustavo Petro, por ejemplo, es un viejo conocido de Trump en la red social X (antes Twitter). Allí dejaron rastros de sus diferencias ideológicas en mensajes en los que el presidente estadounidense mostró que tiene perfectamente referenciado a Petro y al régimen de Nicolás Maduro. En octubre de 2020, siendo Trump presidente de Estados Unidos y Petro senador en Colombia, el estadounidense tildó a Joe Biden como “marioneta de los castro-chavistas”, y dijo que era apoyado por “el socialista Gustavo Petro, un gran PERDEDOR y exlíder guerrillero del M-19”.
“Biden es débil en cuanto al socialismo y traicionará a Colombia. ¡Estoy con ustedes!”, agregó Trump, dirigiéndose a los colombianos. Pero Petro aguardó al resultado de las elecciones en Estados Unidos, en las que perdió Trump, para responderle: “Me dijiste ‘loser’ [perdedor], amigo Trump, ahora yo te digo a ti: ‘loser’”. Este miércoles, por la misma red social, el presidente colombiano felicitó al electo mandatario estadounidense, pero es claro que sus palabras hacen parte del protocolo diplomático, pues ambos líderes siguen parados en orillas opuestas.
“El pueblo estadounidense ha hablado y se le respeta. Felicitaciones a Trump por su triunfo. El dialogo norte/sur sigue vigente y la realidad del colapso climático hará que giré [sic] alrededor de su solución”, escribió el jefe de Estado colombiano. Después, reiteró su consigna en defensa del régimen de Venezuela: “La única manera de sellar las fronteras es con la prosperidad de los pueblos del sur y el fin de los bloqueos”, y agregó una frase para explicar la derrota de Harris: “La posibilidad progresista en EEUU no podía aplaudir el genocidio de Gaza”.
Que Colombia está en el radar de Trump (o por lo menos de sus asesores, y eso también es significativo) también lo prueban los mensajes de respaldo que escribió para el expresidente Álvaro Uribe, por quien ha expresado simpatía en diferentes escenarios. El mismo año de los intercambios con Petro, el hoy presidente electo de Estados Unidos calificó como triunfo que una jueza le diera la libertad a Uribe cuando estuvo en detención domiciliaria. “Felicitaciones al expresidente Álvaro Uribe, un héroe, antiguo merecedor de la Medalla Presidencial de la Libertad [concedida por el expresidente George W. Bush en 2009] y un aliado de nuestro país en la lucha contra el Castro-Chavismo! Yo siempre apoyaré a nuestros amigos colombianos”, escribió Trump.
Pero más allá de los trinos entre Petro y Trump, hay otras circunstancias objetivas por las que el nuevo presidente de Estados Unidos debe mirar a Colombia, aunque sea con el rabillo del ojo. Una es que el país se situó, otra vez, en el primer lugar de los productores de hoja de coca en el mundo con más de 253.000 hectáreas sembradas y la duplicación de su capacidad para elaborar cocaína. También está el flujo migratorio que tanto le incomoda, y que está nutrido en buena medida por los centenares de miles de venezolanos que salen de su país por el régimen y atraviesan por Colombia para intentar llegar a Estados Unidos.
Nicolás Maduro también está en el radar de Donald Trump
Sobre Venezuela, el presidente estadounidense también debe considerar la proximidad entre Maduro y los regímenes de Irán (enemigo jurado de Estados Unidos), Corea del Norte y China. En América, los regímenes de Venezuela, Cuba y Nicaragua se han convertido en cabeza de playa para que esos países del otro lado del mundo puedan establecer su ideología y fortalecer sus intereses políticos y económicos. Si Trump ofreció cumplir cada una de sus promesas, debe considerar que la de “hacer a Estados Unidos grande otra vez” no se puede circunscribir al interior de ese país. La afirmación connota la idea de que está concebida en clave de comparación con otras naciones.
Además, el 10 de enero, solo unos días antes de que Trump tome juramento de su cargo (el 20 de enero), el régimen de Venezuela tiene previsto posesionar a Maduro, con lo que se consolidará el robo de las elecciones que ganó el opositor Edmundo González Urrutia, exilado en España. Hoy no se ve factible que Maduro acepte la transición y entregue el poder, lo cual consolidará a los “castro-chavistas” que aborrece el mandatario estadounidense, de los cuales dijo que Biden es una “marioneta” y por los cuales considera a Uribe un “héroe” y un “aliado”.
Pero eso no quiere decir que Trump vaya a chocar con los países que están por fuera de la órbita estadounidense. En su primer mandato tuvo acercamientos con el ruso Vladimir Putin. Como para Trump sí es importante la exploración y explotación de petróleo, a diferencia de lo que piensa Petro, no sería descabellado pensar que su pragmatismo lo lleve a aproximaciones con el régimen de Venezuela, un territorio que prácticamente flota sobre un océano de crudo. De hecho, esos intereses son lo único que explica la laxitud del saliente presidente Joe Biden con Maduro, un hecho que golpeó su popularidad y pudo afectar también la aspiración presidencial de su pupila, Kamala Harris.
Si bien es cierto que Trump es impredecible, también es cierto que tendrá un equipo conformado por personajes como Marcos Rubio, Rick Scott y Carlos Trujillo, que van a velar por que en Venezuela se restaure la democracia. A ese equipo ahora hay que sumar al magnate Elon Musk —a quien Maduro atacó asegurando que estaba haciendo una guerra por las redes—, que va a tener un rol preponderante en el gobierno de Trump. Si el presidente estadounidense no tuviera por sí mismo en el radar a Venezuela, este grupo que le hablará al oído se encargará de que el tema ingrese a la agenda del mandatario y podría influir decisivamente en la política de Estados Unidos hacia el país caribeño.
No se puede echar en saco roto tampoco que en el Congreso de Estados Unidos se movió en las últimas semanas una propuesta de la bancada republicana, es decir, del partido de Trump, con apoyos demócratas, para subir la recompensa por la captura de Maduro de 15 a 100 millones de dólares. Maduro no es un ‘x’ para Estados Unidos ni Trump es hoy un perdedor, como lo vio hace unos años el presidente Petro. Tampoco estará tan perdido con lo que pasa en su entorno inmediato, especialmente en Venezuela y Colombia, como creen algunos.