Solo son seis. Nada más. Seis vidas miserables, sin valor alguno, que salvarían a millones de seres humanos si desaparecieran. El escuálido ramillete de capos que aún sostienen un engranaje maldito –Maduro, Cilia, Diosdado, Padrino, Delcy, Jorge y Tarek– forman una satrapía en clara decadencia.
Que Nicolás Petro es corrupto, es una verdad palmaria. Igual que el inocultable odio que el jefe de Estado siente hacia la directora de SEMANA. No le perdona que haya destapado los escándalos de corrupción que rodean a su familia. Y la ataca en la X de Elon Musk, espacio al que dedica horas de manera compulsiva, denigrando la majestad de su cargo. Petro aún no es consciente de que ocupa la jefatura del Estado y no es un simplista y visceral tuitero, de los tantos que pululan por las redes sociales.La última portada de la revista –“Nos jodimos”– debió causarle una úlcera estomacal.