La radiación ionizante está en inmersa en nuestra cotidianidad de muchas formas, más de las que imaginamos. Los alimentos representan el 10% de la exposición total a la radioactividad que recibe una persona, con un promedio de 400 microsieverts por año. Hay muy bajas dosis de radiactividad en los mariscos, las nueces, las pasas y los aguacates. Sin embargo, el ejemplo más popular son los bananos, que son radiactivos por contener aproximadamente un 0.0117% de potasio 40. Comerse un banano supone una exposición a 0,1 microsieverts. Algo totalmente inofensivo como lo sabe todo aquel al que alguna vez, le empacaron un banano para las onces del colegio. Los escáneres de seguridad de los aeropuertos producen una dosis equivalente a 2 bananos y medio y hacerse una radiografía tendría el mismo efecto que 50 bananos, mientras que vivir a 80 kilómetros de una central nuclear nos expone a los mismos efectos que 0.9 bananos.
Un uso no tan extendido en Colombia es la irradiación de alimentos. Proceso mediante el cual carnes frescas, frutas y otros alimentos, se exponen a dosis controladas de radiación ionizante con el fin de mejorar su inocuidad microbiológica, eliminar plagas y patógenos, mantener su calidad, reducir su desperdicio y aumentar su vida post cosecha. La Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés) confirma que la irradiación no hace que los alimentos sean radioactivos, no compromete su calidad nutricional ni cambia perceptiblemente el gusto, la textura o la apariencia de los alimentos.
Las leyes federales de USA exigen que todos los alimentos irradiados sean etiquetados con el símbolo internacional de la irradiación. Más de 60 países de todo el mundo cuentan con una reglamentación que permite el uso de la irradiación en uno o más productos alimentarios.
Foto: Símbolo Irradiación de alimentos.Los cigarrillos contienen el isótopo polonio 210, el mismo elemento usado para asesinar en 2006 al exespía Ruso Alexander Litvinenko, el polonio presente en la hoja de tabaco se inhala con el humo y se adhiere a la unión alveolar – bronquial por el alquitrán.
Los detectores de humo iónicos, presentes en los techos de edificios de oficinas, centros comerciales y otras edificaciones, generalmente pueden contener cualquiera de estos dos isótopos: americio 241 (partículas alfa) o níquel 63 (partículas beta). Estos sensores tienen un rol importante en la detección temprana de incendios en edificaciones permitiendo una respuesta rápida y efectiva, algunas ventajas en el uso de este tipo de detectores son:
- Funciona con diferentes tipos de humo.
- Tiene un comportamiento estable ante variaciones de temperatura, presión y corrientes de aire.
- Funciona rápidamente y es uno de los más usados en la industria.
Cuando se viaja en avión, en la parte más alta de la atmósfera, hay una mayor exposición a los rayos cósmicos que son una fuente de radiación natural, aunque es muy pequeña, en un vuelo de 3 horas la dosis que se puede absorber es aproximadamente 0,017 milisieverts.
Como se observa, hay muchos elementos radioactivos presentes en el diario vivir, seguiremos explorando, para aprender más, los invito a leer el libro “las radiaciones en la vida cotidiana”, de libre acceso, de la ingeniera Lourdes Torres, investigadora de la Comisión Nacional de Energía atómica de Argentina (CNEA), docente del Instituto Balseiro y la Universidad Nacional de Cuyo.