Hay Festival 2025: Daniel Mordzinski, el ‘fotógrafo de los escritores’ habla sobre Color Cartagena

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El “fotógrafo de los escritores”, Daniel Mordzinski, lleva 20 años cubriendo el Hay Festival y la magia de su trabajo lo precede. Por su lente han pasado Gabriel García Márquez, Jon Lee Anderson, Irene Vallejo, Gioconda Belli, Mario Vargas Llosa, Leila Guerriero, entre otros grandes de la literatura colombiana y mundial. Lleva 46 años haciendo de su pasión por la fotografía un deleite visual para quienes aman la literatura.SEMANA conversó con él a propósito de los 20 años del Hay Festival Cartagena y del lanzamiento de su libro Color Cartagena.SEMANA: Usted menciona una frase de Albert Camus en su libro: “Hay encuentros que cambian una vida”. ¿Qué encuentro le cambió la vida?Daniel Mordzinski: Pasó hace 46 años cuando retraté a Jorge Luis Borges. Puede sonar un tango malo de argentino, pero Jorge fue el primero. Jorge decía muchas cosas muy inteligentes, tenía mucho humor, un humor inteligente lleno de ironía. Él decía que una de las cosas más importantes que debe conllevar la lectura es la felicidad. Y este es un libro feliz.SEMANA: ¿Cómo llegó la idea de Color Cartagena?D.M.: Tengo la gran fortuna de ser el fotógrafo de la organización del Hay Festival, no me gusta la palabra oficial. Cuando escucho oficial, educadamente corrijo y digo: “Clandestino” (risas). Y en esta ocasión, para los 20 años, se plantearon muchas cosas para celebrarlo, una de ellas fue un largometraje, pero hice un golpe de Estado porque yo quería algo nuevo, algo fresco, algo juguetón. Yo quería un libro que fuera una ‘cronopiada’, un libro distinto, un juego de géneros, una sucesión de fotografías, sí, pero dialogando con textos. Es que simplemente mi lenguaje natural es el de las imágenes. En este libro yo sé exactamente qué foto va a la derecha y qué foto va a la izquierda. No hay nadie inocente en este mundo que no se dé cuenta de que puse a Gabo y a Vargas Llosa juntos, mirándose. Es justicia poética, tenían que juntarse y tenían que volver a ser amigos, y el arte también sirve para eso.SEMANA: Usted escribió parte de este libro en un lugar muy privilegiado. ¿Cómo fue la experiencia de la residencia Casa Estudio Cien Años de Soledad?D.M.: Casualidad o no, el año pasado me dieron una beca en la residencia de García Márquez y consiste en pasar dos o tres meses en la casa de Gabo en Ciudad de México, en San Ángel Inn, al sur del país. La casa es maravillosa, tiene tres cuartos y en cada uno hay un escritor residente. Rodrigo Fresán tiene una frase muy interesante que dice: “El pasado es un lugar donde siguen pasando cosas”. Y en esa misma casa donde yo estuve, pero en diciembre del 64, fue donde Gabo se empeñó en no levantarse del escritorio hasta que terminara su novela, aquella que cambiaría la vida de su familia y la de millones de lectores. Esa es una casa donde siguen pasando muchas cosas.SEMANA: Hace más de diez años, el diario Le Monde quemó sus archivos por “error”. ¿Cómo ha transitado ese duelo?D.M.: No quiero hablar de eso, fue un episodio en el que perdí 27 años de trabajo, 55.000 negativos. Después de eso me focalicé, para poder atravesar el duelo, en un proyecto que llamé Cómo mirar lo que ya no existe, y era en esencia un cajón de los recuerdos donde incluí trocitos de vida, desde viejas fotos, credenciales de cuando cubrí el Tour de Francia, cuando fui corresponsal de guerra en Israel, fotos familiares, un montón de objetos fotoliterarios del pasado que estaban oscuros, pero cuando te acercabas se iluminaban con un terciopelo negro. Busqué mecanismos para atravesar el duelo. En ese proceso me di cuenta de que la escritura me ayuda más que la fotografía.SEMANA: En el mundo literario es sabido que a Mercedes Barcha, esposa de Gabriel García Márquez, no le gustaba ser fotografiada. ¿Usted cómo lo logró?D.M.: Yo ya había retratado a Gabriel García Márquez, pero nunca con la Gaba, y logré hacerlo porque me lo pidió ella en un Hay Festival en el que Gabo no participaba, no daba entrevistas, no se dejaba sacar fotos, nada. Y con la complicidad de Roberto Pombo y de Carmen Barcels lo logré. Mercedes me llamó y me dijo: “Sé que estás en Cartagena, Gabo te espera a la una de la tarde”. Yo no podía decirle que no porque tenía que retratar a Vargas Llosa. Este país es tan maravilloso, y Cartagena, una ciudad increíble; imagínate, tener la oportunidad mágica del mismo día y a la misma hora que te propongan volver a retratar a los dos grandes maestros de la literatura de nuestra lengua. Después de las fotos con Gabo, Mercedes me pidió que me quedara a almorzar y yo le dije que no podía porque tenía otro compromiso y tenía que trabajar. Y ella me respondió: “Daniel, ¿y yo qué te hice?”. Yo me asusté, porque pensé que había hecho algo mal, y en ese momento me dijo: “A mí me gustaría mucho que me hicieras una foto con Gabito”. Una de esas fotos es la que aparece en el libro.SEMANA: ¿Cómo nació el término “fotinski”, que es como se reconocen sus fotografías?D.M.: El término lo creó el escritor y editor Enrique de Hériz, y Enrique, muy inteligente, dijo con mucho humor un día: “Foto, Mordzinski, fotinski” (risas). Esas fotos son esas travesuras visuales, son esas fotos en las que a través del humor se pueden mostrar escenas que rompen con los lugares comunes de la literatura.SEMANA: Usted, además de fotografiar a escritores, es un aficionado de las bibliotecas. Cuéntenos más sobre esa pasión.D.M.: A mí me encantan las bibliotecas de los escritores. Creo que todos tenemos una gran curiosidad, cuando vamos a la casa de un escritor, de ver qué lee, o si pone fotos delante de sus libros o si pone objetos de sus viajes. Y si pone fotos, ¿son de familiares o de escritores que admira? Es algo que a mí me produce mucha curiosidad, llevo muchos años retratando bibliotecas. Por ejemplo, en la casa de Julio Cortázar en la que escribió Rayuela, entre sus libros, él tenía una foto de Borges. La pregunta es: ¿será que Borges tenía una de Cortázar?SEMANA: Una anécdota que usted recuerde de estos 46 años retratando escritores.D.M.: En un festival en Gales yo tenía muchas ganas de fotografiar a Naipaul, el premio nobel, pero él no se dejaba y fue la única vez que le pedí a Peter Florence que me ayudara. Naipaul aceptó y me dijo que sí porque yo había retratado a Borges, que era su escritor favorito. En el momento en que Naipaul estaba llegando, él había tenido un accidente cardiovascular y caminaba apoyado en la mujer. De repente, sin motivo alguno, apareció el poeta Paul Theroux, que fue el mejor amigo de Naipaul, pero dejaron de ser amigos durante 15 años por el libro La sombra de Naipaul, y vi a Theroux que se lanzaba sobre el premio nobel para que yo les hiciera una foto. Ahí, en ese momento, tuve muchos nervios y sentí muchas mariposas. De repente, entre el diablito y el angelito que me hablaban en mi mente, escuché a mi propia voz diciendo: “Por favor, señores, ¿se pueden acercar y darse un abrazo?”. La foto era, básicamente, las Naciones Unidas de la literatura. Incluso, alguien me escribió diciendo que ahora era el turno de Gabo y Vargas Llosa.SEMANA: ¿Alguna vez algún escritor le ha negado una foto?D.M.: Creo que la historia más bonita sobre ese tema sucedió a principios de los años noventa en uno de los primeros festivales literarios que existió, que fue en Francia. Yo no era fotógrafo del festival, iba como periodista, y me interesaba mucho escuchar a un escritor chileno que se había vuelto un fenómeno, pero un fenómeno de esos que sucede una vez cada 100 años: se trataba de Luis Sepúlveda. Luis tenía una charla y al final me puse en la fila para que me firmara el libro. Cuando llegó mi turno, le dije: “Hola, Luis, me gustaría retratarte”. Y me dijo: “No, gracias”. Yo ya llevaba 15 años de fotógrafo, nadie me había dicho nunca que no, y este pinche donnadie, que nadie lo conoce, que empezaba a ser famosillo, me dijo que no. Entonces, ¿Qué hice? Insistí, insistí hasta que lo convencí. Luis estaba en muletas, lo saqué del lugar donde estaba firmando libros e hice unas fotos muy rápidas. Llegué a París, revelé las fotos y se las envié a su casa. Pocos meses después recibí una carta de Luis diciendo: “Querido Daniel, te pido disculpas, no eres un fotógrafo como todos. Tus fotos no son fotos, son radiografías. Quiero que me fotografíes nuevamente”. Desde ahí nos volvimos hermanos. Me parece muy bonito que la persona que me haya dicho que no se haya convertido en mi mejor amigo y en el padrino de mis hijos.SEMANA: En febrero lo van a homenajear en la Cátedra Mario Vargas Llosa. ¿Cómo recibe esa noticia?D.M.: Con incredulidad y con emoción, porque es un premio de escritores. Lo han ganado Sergio Ramírez, Elena Poniatowska, Jorge Edwards, grandísimos escritores. Me emociona mucho también por lo que representa para mí Mario Vargas Llosa, uno de mis primeros amigos literarios, con el que me une una gran complicidad, una amistad, alguien que siempre estuvo a mi lado en los momentos felices, pero también con mucho coraje me defendió cuando la vida me golpeó.

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