Armando Alberto Benedetti Villaneda, un exsenador polémico y ficha clave en la elección del presidente Gustavo Petro, siempre quiso tener una oficina como la que tiene hoy. La ventana cerca a su escritorio en el tercer piso de la Casa de Nariño da hacia la parte trasera del Congreso, pero durante más de 20 años fue al contrario.
El hoy jefe de Despacho Presidencial llegó a ser congresista por primera vez en el 2002 y fue útil políticamente para los gobiernos de Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos y ahora Gustavo Petro, con quien dio el salto al Ejecutivo primero como embajador de Colombia ante Venezuela y luego ante la FAO en Roma.
Podría decirse que su aterrizaje reciente al gabinete fue el “Benedetti que derramó el vaso”, pues a raíz de la transmisión inédita de un Consejo de Ministros a principios de este mes, un grupo numeroso de petristas “pura sangre” le expresó su molestia al jefe de Estado por la presencia en el gabinete del excongresista y de Laura Sarabia, quien fuera su asesora legislativa. Hoy ella, que es la canciller más joven de la historia de Colombia y él, la nueva mano derecha del presidente Petro, no se toleran. Pero ambos son protagonistas irrefutables (quién lo creyera) de la historia del mandato de un personaje proveniente de la izquierda, exmilitante de una guerrilla y cuya victoria electoral impulsó un estallido social.
Benedetti, que tiene serios cuestionamientos en su contra como casos de presunto maltrato a la mujer y será llamado a juicio en la Corte Suprema de Justicia por presunto tráfico de influencia, no es un político fácil de descifrar y mucho menos se entiende el por qué de su estrecha relación con Petro, en esencia desconfiado y precavido. “La única razón por la que Benedetti está al lado mío es porque sí, tiene una especie de virtud: ser loco (...) la locura puede hacer revoluciones”, dijo el mandatario en medio del fatídico Consejo de Ministros que cobró la salida de varios miembros importantes del gabinete y de cuyos efectos aún no se repone el Gobierno. Excepto Benedetti que estuvo en absoluto silencio durante esas seis horas de transmisión y se coronó como el ganador de la jornada.
Es difícil descifrar su figura porque más allá de la “locura” que expone el presidente Petro –el exsenador ha reconocido públicamente que fue alcohólico y drogadicto–, Benedetti militó en el Partido de La U, fue primero uribista y luego santista, pero promovió iniciativas de avanzada para la época como el matrimonio para parejas del mismo sexo o la legalización de la eutanasia. “Desde el uribismo, el único que se paraba defenderme era Benedetti”, decía el mandatario en su defensa.
Por su basta experiencia legislativa y tras haber sido de los primeros congresistas (junto a Roy Barreras) que decidieron apoyar a Petro cuando no tenía tantas posibilidades electorales, Benedetti tuvo la expectativa de ser ministro del Interior al inicio del Gobierno. Pero el presidente Petro, según conoció este diario, aconsejado por su esposa Verónica Alcocer, decidieron enviarlo a Caracas para restablecer relaciones con el régimen chavista. Y lo logró. Pero las cosas no resultaron como él quería y tuvo una pelea grave con Laura Sarabia a través de audios en los que se escucha cómo la maltrata y cuenta detalles reveladores sobre la campaña de 2022 que supuestamente, según dijo luego, fueron exagerados: “Prepárense, porque yo en cualquier momento reclamo mi espacio político y si creen que es una amenaza, es una amenaza, y si quieres grabarlo, grábalo, exploto, porque ayer ustedes me maltrataron como una mierda y eso no se le hace a Benedetti”.
Pues meses después parece que logró su anhelado “espacio político” y hoy es la mano derecha del presidente Petro en la Casa de Nariño: “Es el nuevo computador de Palacio y por eso está negociando los puestos del gabinete para los partidos”, le dijo a este diario bajo reserva un funcionario de Presidencia. En efecto, el jefe del Despacho Presidencial, se ha reunido esta semana con representantes de los partidos Liberal, Conservador y La U: “Está recuperando los lazos con el Congreso y fortaleciendo las confianzas de ambas instancias”, agrega el funcionario.
Benedetti tiene la misión de recomponer las relaciones con los partidos en el Legislativo y avanzar en la agenda de proyectos de acá a que termine el mandato en agosto de 2026. Ese número es clave porque otra de las misiones del exsenador es fijar la estrategia política para las elecciones que vienen, esto incluye las legislativas y presidenciales.
El nombre de Benedetti ha sonado, incluso, para ahora sí ser ministro del Interior, lo que su círculo niega. Hace pocos días, en el periódico gobiernista Vida, el presidente Petro dijo: “Puede que el señor Benedetti no esté ahí (en el Gobierno) más tiempo, puede, pero nunca porque fue chantajeado el presidente”. Lo cierto es que, como dice el dicho popular, “al que le van a dar le guardan”.