La fiebre del oro tiene en riesgo a la central Porce III, la segunda hidroeléctrica más grande de EPM

James Rodríguez estuvo a punto de sumar otra asistencia en México

El frenesí por la extracción de oro tiene en riesgo de un desastre a la segunda hidroeléctrica más grande de EPM. En cuestión de cuatro meses, una operación minera ilegal ubicada a escasos metros de la zona de descarga de Porce III terminó ocasionando la aparición de un jarillón que tiene a los operarios de esa central temiendo un represamiento que pueda comprometer la casa de máquinas.

Aunque EPM ha sido cauta en señalar de dónde salieron los mineros que tienen en máxima alerta a los organismos de socorro del Nordeste antioqueño, y no explica de dónde salieron, ni quiénes serían, la situación volvió a poner sobre la mesa el auge minero que atraviesa nuevamente el río Porce y que hace más de una década fue la misma razón que llevó a esa compañía de servicios públicos a abortar la construcción de Porce IV.

Si bien la empresa aseguró esperar que en poco tiempo pueda realizar una operación controlada para desmontar dicho jarillón, conjurando así el riesgo de una emergencia que además de Amalfi y Anorí se extendería por Nechí, El Bagre, Zaragoza y Caucasia, el panorama para una solución de fondo aún es incierto.

Pese a que EPM hizo pública su preocupación por la situación de Porce III a mediados de este mes, la compañía precisó que la situación con la operación minera, el problema más grave, comenzó desde octubre de 2024.

Tal como quedó registrado en videos captados con drones, el lío de dicha operación consiste en que se adueñó de un pedazo del río Porce y de predios de EPM ubicados demasiado cerca de la central Porce III, en donde se desplegó maquinaria amarilla con la que se estaba removiendo y acumulando material del lecho del río.

La minería de oro en el río Porce es tan antigua como la fundación misma de municipios como Anorí y Amalfi durante la primera mitad del siglo XIX.

Durante siglos, ese afluente del río Nechí, en el que también caen las aguas del río Medellín, ha sido el sustento de generaciones de mineros, que hasta las últimas décadas del siglo XX se adentraban en el río portando no más que bateas.

Al tratarse de una minería tradicional y de sustento, la mayor parte de esa extracción siempre permaneció en la informalidad. Sin embargo, sobre todo a partir de la década de 1980, dicha minería comenzó a crecer en escala y a emplear dragas y retroexcavadoras, dando forma a una operación a mayor escala, mucho más agresiva con el lecho del río y el medio ambiente.

La década de 1980 también fue clave en materia energética, ya que fue precisamente a partir de 1982 que comenzaron a pensarse varias centrales hidroeléctricas a lo largo del cañón del Porce, buscando satisfacer la cada vez más amplia demanda de energía de Medellín y el resto del país.

La primera gran hidroeléctrica fue Porce II, que comenzó a construirse en diciembre de 1990 y tardó más de una década en encenderse, el 9 de abril de 2001. Luego el turno fue para Porce III, que en 2004 comenzó obras y en 2010, con su entrada en operación, se convirtió en la central de mayor capacidad de EPM hasta la entrada en operación de Hidroituango.

Pese a que ambas centrales fueron objeto de premios y elogios por su avanzada ingeniería, desde su gestación entraron también en tensión con la vocación minera de la zona, ya que por cuenta de los embalses muchas zonas del río quedaron inhabilitadas.

A las tensiones con los mineros informales tradicionales, se suma que la zona del Nordeste siempre ha sido escenario de confrontación entre grupos paramilitares y guerrillas, quienes también se han aprovechado de la minería para generar con ella rentas ilegales.

Esta problemática llegó a su punto más álgido en diciembre de 2010, cuando EPM decidió abortar la construcción de la tercera hidroeléctrica que estaba proyectada en la zona, Porce IV, sin importar incluso ya haber presentado el proyecto a las subastas de energía de la Creg y haberse comprometido a que la misma comenzaría a operar en 2015.

El entonces gerente de EPM, Federico Restrepo Posada, señaló que desde que la minería siguiera en la zona era inviable pensar en más hidroeléctricas.

“La factibilidad del proyecto hidroeléctrico Porce IV depende del precio internacional del oro. El precio actual (1.588 dólares la onza troy, 2,8 millones de pesos) no lo hace viable, porque la gente que está allí no se va a salir y dejar de explotar un recurso que tiene un precio muy alto en el mercado internacional”, dijo Restrepo, tal como lo registró este diario entonces.

Ese mismo valor del oro, cuya onza ya supera los 2.900 dólares este año, ha traído un nuevo frenesí y es la explicación, de acuerdo con conocedores del territorio, de que apareciera un frente minero tan cerca a la zona de descarga de Porce III, pese a que históricamente la mayor parte de las operaciones se han situado aguas abajo de la quebrada Tinitacita.

“El agua después de que se produce la energía sale por la descarga. Si llega a haber un represamiento el agua no fluye aguas abajo sino que se empieza a devolver y se inunda la casa de máquinas. Al inundarse la casa de máquinas la planta ya no puede generar, ese es el problema para el sector eléctrico”, explicó Alberto Mejía Reyes, vicepresidente de Generación de Energía de EPM.

Este fin de semana, el Ejército y la Fiscalía realizaron un operativo precisamente en la zona donde estaba ubicada la maquinaria amarilla, destruyéndola y disolviendo ese entable minero. Ahora, EPM espera comenzar con las maniobras para desmontar el jarillón que tiene en riesgo la zona de descarga.

Section
ID externos
1d2a8be1-30a8-40b8-b342-9b05458a6281

Compartir en: