El calvario de los migrantes venezolanos que regresan a su país por miedo a ser deportados de Estados Unidos

En febrero de 1955 nació en Bogotá la Sociedad Anónima Centrales Eléctricas de Tunja, que inició la distribución de energía en algunos municipios del departamento.

Las políticas migratorias de Estados Unidos son un calvario para los cientos de migrantes que se encuentran indocumentados en este país norteamericano. Algunos de ellos prefieren regresarse a sus países por sus propios medios antes de ser sorprendidos por las autoridades estadounidenses.

Así mismo sucedió con José Adrián Díaz, un venezolano que vivió en Estados Unidos sin papeles durante tres años, pero contó a la cadena CNN que el 02 de febrero vio interrumpido su sueño americano, porque agentes de inmigración lo detuvieron cuando estaba en su trabajo de construcción en el condado de Oklahoma.

“La migración me agarró trabajando encima del techo”, explicó Díaz, agregando que fue llevado junto con otras personas a la frontera con México.

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“No perdonan a nadie. Está agarrando puertorriqueño, venezolano, hondureño, colombiano, nicaragüense... a todos los están agarrando y nos tratan feo”, agregó el migrante al medio de comunicación citado.

En el momento en que Diaz fue llevado a la frontera, decidió emprender rumbo a su país de origen por la misma ruta que lo llevó a Estados Unidos.

“Ya estamos cansados de sufrir. Mi mujer durmiendo en la calle... ya estamos cansados de todo esto”, dijo el venezolano, quien además le envió un mensaje al régimen de Nicolás Maduro para que mande aviones humanitarios “para Honduras, Costa Rica, Nicaragua y México”.

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Los migrantes, muchos de ellos niños, abordan en estos días lanchas en Cartí, en la comarca indígena de Guna Yala, en el Caribe panameño. Van camino al sur, una travesía de unas 12 horas hasta el puerto de Necoclí, en Colombia, para luego seguir por tierra, la mayoría a Venezuela.

Buscan esquivar los controles en tierra que intentan sin éxito ordenar el flujo migratorio inverso y, sobre todo, el cruce de la selva del Darién, que muchos hicieron hace unos meses cuando se dirigían hace el norte y donde lograron sobrevivir a bandas criminales y peligros de la jungla.

Pero el peligro no desaparece. Una niña venezolana de ocho años murió al naufragar el viernes en uno de estos botes con una veintena de migrantes.

Entre los migrantes reina la desazón y la tristeza. Desde que llegó a la Casa Blanca Trump aplica una política de mano dura contra los migrantes, con redadas y expulsiones de personas en situación irregular a distintos países e incluso a la base estadounidense de Guantánamo, en Cuba. También eliminó la aplicación móvil CBP One que permitía a los migrantes programar citas para solicitar asilo.

“Eso ya murió. Ya no hay sueño americano. Nueve meses esperé la cita y uno se cansa. Ya no hay esperanza. Nada”, dice a la AFP Palacios, de 27 años, quien regresaba desde México con su hijo de 11 años y su esposo.

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