Tan fácil como conseguir huevos y arepas, en una tienda se puede comprar el tusi en Medellín. El comercio de este estupefaciente, que comenzó como un producto de élite y que pocos podían pagar, se democratizó a tal nivel que hay 43 marcas identificadas por las autoridades en el mercado, todas con sus variaciones, pero muy distantes de la sustancia que nació en Alemania y Países Bajos.
Su comercialización es recurrente en fiestas de música electrónica, bares y discotecas, principalmente de las zonas rosas del Valle de Aburrá, pero tampoco faltan en las plazas de vicio que abundan en los barrios. También hay algunos que mediante contactos en redes sociales y con el voz a voz se han adueñado del mercado a domicilio en casas y trabajos.
Esta situación quedó en evidencia en los últimos días, cuando dentro de un bar cercano al Parque Lleras, en la comuna 14 (El Poblado), las autoridades incautaron cuatro dosis de esta sustancia, las cuales estaban con otras drogas como marihuana y cocaína. Una persona fue aprehendida en el procedimiento.
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Luego de la captura de uno de sus trabajadores, el propietario de este establecimiento manifestó que la droga estaba dentro del lugar porque integrantes de una estructura criminal del sector le dijeron que la guardara: “Para evitar problemas lo hice, pero no la iba a vender”.
De acuerdo con reportes judiciales, las 43 marcas que se comercializan en Medellín tienen variaciones en la mezcla de sus componentes, lo que repercute en el efecto que genera entre quienes la consumen.
Una de las más reconocidas es una llamada La Bailarina Negra, la cual sería comercializada por Juan Pablo Leal Vásquez, alias Pablito Tusi, el propietario de la vivienda de $4.000 millones en el barrio Santa Cruz (nororiente de Medellín) en la que ocurrió una balacera el pasado 17 de febrero, con saldo de un muerto y dos heridos, entre ellos Yair Ortiz, un reconocido vallenatero.
En el mercado también hay unas con la imagen de Homero Simpson, a la cual se le llama “Homero” y otra con un signo de pesos en oro. También hay algunas conocidas como “Sombrero Azul”, “Bruja Azul” y “Bugs Bunny”, solo por mencionar algunas, pero se venden con toda clase de imágenes y figuras.
La comercialización de esta sustancia, según los estimados de las autoridades, les puede dejar a los criminales $5.000 millones mensuales, solo en el mundo criminal, aunque el movimiento de dinero puede ser superior, teniendo en cuenta que algunos la estarían fabricando de manera artesanal, aún sin tener el “aval” de las bandas criminales.
Luis Fernando Quijano, director de la Corporación para la Paz y el Desarrollo Social (Corpades), señaló que “en algunas discotecas, cuando una persona muestra que tiene esta sustancia, se le pueden acercar muchas mujeres a la mesa con la idea de pedirle un ‘punto’ (una dosis)”.
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Lo descrito por el experto en el conflicto urbano estaría dejando en evidencia lo que dice la canción Morras, de Blessd y Peso Pluma, quienes en su coro cantan: “Las morras / Me besan, pues las vuelvo locas a todas / Se besan, ellas bailan y se alborotan / No ocupan flores, solo un polvo que es rosa (en el video musical muestran una bolsa que representaría el tusi)”.
Sin embargo, quienes consiguen esta sustancia ya no estarían gastando fortunas para poderla consumir, como en sus comienzos, cuando podía costar más de $150.000 porque se vendía el 2CB más “puro”, es decir, aquella droga europea, cuyo origen se remite a finales de los 70 y que es creada a partir de la composición química de 2,5-dimetoxi-4-bromo-feniletilamina.
Las 43 marcas conocidas que se venden en Medellín (cifra que puede ser superior) ya hicieron múltiples variaciones de esta droga a partir de mezclas de ketamina, cafeína, MDMA, oxicodona, benzodiacepinas, cocaína, catinonas y metanfetamina, de acuerdo con un estudio de estas sustancias del colectivo Échele Cabeza. Incluso, en la actualidad le añadieron fentanilo, el cual usan para aumentar su efecto y adicción tanto en los consumidores frecuentes como en los más nuevos. Aunque la combinación es mayor en cuanto a cantidad de químicos se refiere, la llamada cocaína rosada tiene un menor costo y puede estar rondando los $20.000 por dosis.
Sobre el poder adictivo de estas mezclas, Jorge Marín, médico especialista en toxicología de la Clínica Soma, explicó: “Lo vemos con frecuencia: que las personas digan que están buscando tusi, una mezcla donde haya fentanilo para tener efectos psicoactivos más fuertes. Hay que tener en cuenta que el fentanilo es un opioide y esto tiene unos efectos depresores por el sistema nervioso central, la sedación, pero principalmente una sensación de placer muy grande”.
Los consumidores de este cóctel de narcóticos principalmente son los jóvenes, quienes encuentran mayor placer a un precio cada vez más accesible, pese a que en muchas ocasiones esta combinación a mediano plazo pueda poner en riesgo sus vidas.
“Encontramos lo que llaman ahora los jóvenes unos cocteles, que están con opioides, fentanilo y medicamentos de control. Entonces, estamos en un panorama bastante complejo del consumo de sustancias psicoactivas”, manifestó Ana María Gómez, directora general de la Escuela contra la Drogadicción.
También se registra un alto consumo en los extranjeros que vienen al país, puesto que muchos de ellos se muestran sorprendidos porque una bolsa de esta sustancia, comparada con la que se vende en sus países, es muy económica, ya que les cuesta 5 dólares, contrario a los más de 40 o 50 dólares que vale en sus territorios.
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Sin embargo, las autoridades aseguran que se han presentado intoxicaciones en estos turistas debido a las altas cantidades que compran.
“This is not 2CB!”, exclamaron al menos tres extranjeros que fueron encontrados en estado de intoxicación dentro de hoteles y establecimientos de las comunas 11 (Laureles-Estadio) y 14 (El Poblado) y que se sorprendieron por los efectos que tiene la sustancia en Colombia comparada con la original.
Aunque originalmente el tusi era una sustancia monopolizada por estructuras como Los Triana, El Trianón, La Terraza, Los Chatas y Caicedo, en Medellín, la facilidad para su fabricación ha hecho que surjan nuevos capos, quienes estarían abanderando la distribución no solo en Medellín sino en Barranquilla, Cartagena y Bogotá; también en Ecuador, Venezuela, Chile y algunas naciones europeas.
Se habla de que además de “Pablito Tusi” hay varios capos que se hacen llamar “Gordo Tusi”, “Negro Tusi” o “Alejo Tusi”. Este último alias aplica en al menos cuatro personas que tienen en su nombre Alejandro y que estarían metidos en ese negocio ilegal.
De hecho, se le atribuye a uno de estos personajes el haber traído esta sustancia desde el Viejo Continente y empezar a cambiar su composición hasta llegar a lo que se vende en la actualidad.
El secretario de Seguridad de Medellín, Manuel Villa Mejía, explicó: “Que no se vengan a lavar las manos los cabecillas de unas u otras estructuras que están en la cárcel de Itagüí a conveniencia. Todas las bandas están detrás de todos los delitos que ocurren en la ciudad, incluyendo la comercialización de esta droga”.
La venta, cuando esta sustancia aún no estaba tan mezclada y costaba más de $150.000, era realizada por jóvenes de estratos altos en fiestas de electrónica o a domicilio entre grupos de clase alta.
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“Esta droga ha hecho que salgan a escena los nuevos ‘Puppy narcos’, aquellos que desde las clases altas y medias han comenzado a crear un mercado más allá de lo que maneja el crimen organizado en la ciudad”, explicó Quijano sobre el surgimiento de los cabecillas mencionados en el mercado de esta nueva y ya popular sustancia.
Una de las particularidades del tusi a la colombiana es que dista mucho del que se fabricaba originalmente en Europa, con fórmulas químicas exactas que le permitieron darle su nombre original. Ahora, quienes lo producen lo hacen muchas veces en sus casas y con una mezcla de químicos y colorantes.
“Hay personas que con una olla, un sartén y otros implementos de cocina buscan los químicos y comienzan a producir la sustancia, que les deja mucha rentabilidad. Ya el asunto es lidiar con los criminales que tienen controlado este mercado”, explicó un experto del conflicto.
Las autoridades ya están más pendientes del rastreo de las sustancias utilizadas para la producción de esta droga, teniendo en cuenta que algunas organizaciones criminales estarían enfocadas en monopolizar su venta, como si fuera un almacén de cadena, ya que la sustancia y su elaboración se “democratizó”.
El pasado 21 de febrero agentes de la Seccional de Tránsito y Transporte de la Policía de Córdoba interceptaron un cargamento que venía en un bus de Cartagena hacia Medellín con químicos que se usan recurrentemente para la producción del tusi.
“Este fármaco, conocido por su potencia y uso restringido en entornos médicos, era transportado como encomienda en un vehículo de transporte público que cubría la ruta Cartagena - Medellín”, expresó el mayor Edicson Patiño Salamanca, jefe de la seccional de Tránsito y Transporte de Córdoba.
De acuerdo con el informe policial, se incautaron 200 ampolletas de fentanilo, 100 mililitros de ketamina y 200 pastillas de éxtasis, lo que si bien no representa el golpe más grande contra los traficantes de esta sustancia, sí afecta las rentas criminales de las estructuras que ya están vendiendo las sustancias para que los interesados en vender esta droga la puedan hacer en sus casas.
“Hay varios tutoriales en redes sociales montados de cómo fabricar esta sustancia en las casas y hay jóvenes que se están aprovechando de eso para fabricarlos y comercializarlos en las fiestas”, alertó Quijano, añadiendo que actualmente el mercado rentable para las bandas es precisamente vender cada uno de los químicos, que les está dando las ganancias perdidas por la popularización en la venta y fabricación del tusi.
Hay que tener en cuenta que el tusi hecho en Colombia tiene mezcla de fentanilo, un medicamento usado para controlar enfermedades dolorosas y que es 50 veces más adictivo que la heroína y 100 veces más que la morfina.
Esta sustancia ha hecho que a medida de su consumo más recurrente, la efectividad se va volviendo menor porque el cuerpo se acostumbra, lo que hace que en las “cocinas” deban incrementar el suministro de fentanilo para no perder “calidad” entre sus clientes.
“Cada vez se están pidiendo más dosis de estos químicos porque con el paso del tiempo ya va perdiendo su efecto y esto hace que las incautaciones sean más grandes y que las personas se estén volviendo más adictas, por lo que se requiere una mayor intervención”, concluyó un investigador.