La historia de un carguero que ha recorrido las calles de La Ciudad Blanca desde los 4 años

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La historia de un carguero que ha recorrido las calles de La Ciudad Blanca desde los 4 años

Michell Francois Romoleroux

17 de abril 2025 , 05:00 a. m.

17 de abril 2025 , 05:00 a. m.

La historia de un carguero que ha recorrido las calles de La Ciudad Blanca desde los 4 años

- Esta tradición data de 1556 y ha sido declarada por la Unesco como patrimonio inmaterial de la humanidad.

Michell Francois Romoleroux

Todos los martes y Jueves Santos, Santiago Valencia Quintero, se pone su gorro y su túnica, las alpargatas de cabuya, el cinturón de paño, el cordón y se encomienda a Dios. Es hora nuevamente de cargar los pasos en las procesiones de Popayán.

Los cargueros son quienes llevan sobre sus hombros las pesadas imágenes religiosas que recorren las noches de Semana Santa en el sector histórico de la capital caucana.

Santiago Valencia es ingeniero industrial y tiene 35 años de edad.
Francisco Perafán y cortesía

Santiago ha encarnado este papel desde muy niño. Empezó a los cuatro años en las procesiones chiquitas, un formato que nació a finales de los años cincuenta en La Ciudad Blanca, en la que se recrean las procesiones de Semana Santa con niños de cinco a 11 años.

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“Mi primer paso en la Semana Santa Chiquita fue el San Juan Evangelista en la procesión del Viernes Santo, luego fue la María Salomé. De ahí, hice el de El Señor del Huerto, luego estuve en el de La Cruz a Cuestas en la procesión Cristo del Perdón, de ahí estuve en los pasos de la Virgen de los Dolores, en la procesión de Nuestra Señora de la Soledad. Finalmente, en el 2001, cargué en la coronación también de los pasos pequeños”, contó este ingeniero industrial de 35 años.

En estas procesiones chiquitas, los niños son vestidos con los mismos atuendos simbólicos que usan los adultos en las procesiones principales. De esta forma, desde su más temprana infancia, se inician en los solemnes rituales de la Semana Santa y aprenden a portar los colores y las vestimentas de una tradición que tiene más de 460 años.

“Lo importante de estas procesiones de pasos pequeños o de procesiones chiquitas es que es el semillero para los futuros cargueros de la Semana Santa Mayor. Entonces esto es importantísimo porque uno allí aprende a cargar, aprende a pararse, aprende, a comportarse debajo del paso, a sentir el barrote y a cómo caminar”, destacó.

Algo que Santiago adoptó y nunca sacó de su vida es empezar el día con el pie izquierdo. Cuando se levanta de su cama, el primer pie que pone en el piso, es el izquierdo. Así se lo enseñaron desde que era pequeño en las precesiones, arrancar la marcha de los pasos con ese pie. “Para nosotros siempre es muy natural arrancar la marcha con el pie izquierdo. Así lo aprendimos desde niños bajo las andas de los pasos chiquitos”.

Desde muy pequeño, Santiago Valencia se dedica a este oficio.
Francisco Perafán y cortesía

Cuando cumplió 11 años, su vida como carguero en las procesiones chiquitas terminó, pero al año siguiente, en el 2002, tuvo la oportunidad de ejercer un rol que nunca había desempeñado: el de moquero.

Los moqueros visten de la misma manera que los cargueros, pero con una talega terciada, el moquero tiene la responsabilidad de limpiar la cera que chorrea, o 'mocos', de los altos cirios que iluminan los pasos, los cuales recoge en la bolsa que lleva consigo. Los niños que tienen a su cargo esta misión aprovechan el descanso de los cargueros para efectuar su trabajo. Son escogidos entre los postulantes y su edad debe estar entre los 9 y 12 años.

También, tienen una vara de tres metros de largo que llevan en sus manos, con la que encienden los cirios que se han apagado.

“La actividad del moquero es ir acompañando los pasos e ir limpiando las velas para que estas se vean más lindas y duren más tiempo. Uno va recogiendo en la mochila toda esa cera. Yo recuerdo que esa vez, hice un gran festín con esa mochilita llena y llegué a a la casa e hicimos velas con esa cera”, explicó Santiago.

Desde los 4 años de edad, algunos niños empiezan a dedicarse a la tradición de cargueros.
Francisco Perafán y cortesía

Las procesiones también son olores: el del incienso, el sahumerio y olor a laurel que emanan las velas.

Santiago recuerda “la vela que hice cuando tenía 12 años no era cualquier vela, ya que la mayor cantidad de velas que llevan los pasos son de cera de laurel que tiene un tono verde oliva y tiene un tienen un aroma bastante particular que solamente se encuentran en esta en esta ciudad y en ese momento del año. Las velas de laurel no se encuentran ninguna otra parte del mundo, solo acá en Popayán”.

Dicen que las procesiones son cerradas y que la tradición del carguío se debe heredar de padre a hijo. A esa tradición se le denomina recibir el barrote. Sin embargo, en el caso de Santiago no fue así. Este payanés no tenía ninguna ascendencia de cargues, sus padres ni siquiera eran de Popayán, eran de Manizales, por eso una vez terminó su ciclo en las procesiones chiquitas, tuvo que luchársela para ser parte de las procesiones principales. Su pasión y entrega fue la que le permitió ser parte de esta legendaria tradición.

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“Para los que no nacimos en familias, semanasanteras, nos ha tocado irnos forjando nuestro propio legado, nuestra propia historia, con nuestro relacionamiento, conociendo a las personas y uno se va abriendo el camino. En mi caso particular, yo en el transcurrir de mi adolescencia fui conociendo personas que estaban vinculadas a la Semana Santa y a través de ellos fue que en el 2009 pude cargar por primera vez el Viernes Santo en La Verónica, todo gracias a que uno de mis amigos de adolescencia tenía la sindicatura del paso”, dijo el carguero.

Para el carguero, este arte tiene un componente ritual.
Francisco Perafán y cortesía

El síndico es la persona que decide quiénes serán sus cargueros durante la Semana Santa.

La elegante 'tortura' de ser carguero

Con su esfuerzo, Santiago se forjó su camino. Por eso, desde el 2009, cuando tenía 19 años, hasta ahora, excepto en los años 2020 y 2021, debido a la pandemia del covid-19, ha sido carguero de las procesiones de Semana Santa y recorrido las calles, simulando la pasión de Cristo.

“El ejercicio del carguío es una actividad que lleva tu cuerpo al límite, pero no hay que verlo como un ejercicio completamente físico, si se ve así, la gente no lo haría. Uno carga con el corazón y no con el cuerpo. Cada persona tendrá sus propias convicciones o sus propias razones por las cuales cargar, pero indiscutiblemente esto es un acto penitenciario y cada persona debe tener una preparación mental y espiritual para poder afrontar este momento donde uno se enfrenta a diferentes sensaciones en el cuerpo, pero que uno va aprendiendo a sobrellevarlas, el cansancio, el peso”, relató Valencia.

Las imágenes, la mayoría con centenares de siglos de antigüedad, están ubicados en estructuras de madera con un peso que ronda los 500 kilos y que pueden llegar a medir 1.60 metros de altura. A veces sienten los cargueros que van a desfallecer, emular algo el sufrimiento que se supone padeció Jesús en su camino al Gólgota, no es fácil, pero su fe y devoción les da la fuerza para continuar.

Para este ingeniero, “el arte del carguío es justamente no doblegarse ante el peso del paso a cargar, siempre se debe hacer con elegancia, la cara no debe mostrar sufrimiento, claramente, con el desarrollo de las cuadras esto se va volviendo cada vez más difícil y hay momentos donde el paso te puede estar doblegando por completo pero la virtud del carguero es sobreponerse y salir adelante y se vea lo más lo más bonito posible”.

Durante las procesiones, cada paso es llevado por ocho cargueros por las 20 cuadras del sector histórico de Popayán. Al final de los desfiles cada persona habrá cargado un peso de 60 kilos durante aproximadamente, kilómetro y medio.

“Lo bonito del ejercicio del carguío es que son ocho personas las que están debajo de las andas. Todas las andas son iguales, implacables para todos, porque ahí no hay ninguna connotación social, económica porque para las andas eso no existe y debajo de las andas todos somos iguales, todos trabajamos en equipo”, señaló Santiago.

La vestimenta del carguero

El vestido de un carguero de la Semana Santa de Popayán representa varios significados litúrgicos, históricos y laicales:

El color azul oscuro representa el luto por la muerte de Jesucristo.

El túnico y las alpargatas son parte de como era la vestimenta que utilizaba Jesucristo y la gente de la época en la que vivió Nuestro Señor. Las mismas alpargatas representan también la humildad de los mismos cargueros.

El cíngulo y el paño representan las herramientas con las cuales José de Arimatea y Nicodemus bajaron a Jesús de la Cruz. Se resalta que estos elementos funcionan también como una faja para el Carguero.

El capirote es el objeto con el cual los 'penitentes' cubren su rostro para cubrir una posible 'vergüenza' por sus pecados que desean pagar.

La Semana Santa de Popayán, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad

Cada año, Popayán, se viste de solemnidad y fervor para conmemorar la Semana Santa. Esta celebración católica ha perdurado desde 1556, convirtiéndose en una de las tradiciones más antiguas y emblemáticas del país.

Las procesiones, que recorren las calles del centro histórico, han sido reconocidas por la Unesco en 2009 como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, destacando su autenticidad y significado cultural.

En total, son cinco las procesiones que se realizan entre el martes y el Sábado Santo, en las que participan entre 10 y 12 iglesias de la ciudad.

Santiago recorre la Procesión de Nuestra Señora La Virgen de los Dolores, el martes; y la Procesión del Señor de la Veracruz, el Jueves Santo. Su anhelo es hacerlas hasta cuando su cuerpo no pueda más, o hasta que le llegue la edad límite para cargar: los 60 años.

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