Este martes, el Boletín de Científicos Atómicos, un grupo de expertos de renombre mundial, ha vuelto a encender las alarmas globales. El famoso Reloj del Apocalipsis (Doomsday Clock), una metáfora visual que simboliza cuán cerca está la humanidad de su autodestrucción, ha sido ajustado a 89 segundos para la medianoche, el punto que representa el fin del mundo. Este es el momento más cercano a la catástrofe global desde que el reloj se creó en 1947, superando la marca de 90 segundos establecida el año pasado.
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El reloj, que no es un instrumento de medición temporal convencional, sino una advertencia sobre los riesgos que enfrenta la humanidad, se basa en un análisis riguroso de amenazas como la proliferación nuclear, la crisis climática, las guerras, las pandemias y los avances tecnológicos descontrolados. Su ajuste anual es un llamado urgente a la acción, una alerta para que los líderes mundiales y la sociedad en general tomen medidas decisivas antes de que sea demasiado tarde.
Durante una conferencia de prensa celebrada en el Instituto de la Paz en Washington, D.C., los expertos del Boletín explicaron las razones detrás de este sombrío ajuste. Daniel Holz, presidente de la Junta de Ciencia y Seguridad del Boletín y profesor de la Universidad de Chicago, fue claro: “El mundo no ha avanzado lo suficiente para evitar su propia destrucción. Cada segundo que pasa aumenta la probabilidad de una catástrofe global”.
Juan Manuel Santos, expresidente de Colombia y premio Nobel de la Paz, también participó en el evento, subrayando la necesidad de cooperación internacional. “Esto aún no es irreversible, todavía tenemos una oportunidad de mover las manecillas del reloj hacia nuestro favor. Dependemos de que los líderes del mundo se sienten a hablar para intentar encontrar una solución colectiva. Cada segundo cuenta”, expresó.
Además, Santos criticó duramente las políticas de algunos líderes mundiales, en particular la postura del presidente estadounidense Donald Trump, a quien calificó de “alarmante” por su impulso a la producción de combustibles fósiles.
El Reloj del Apocalipsis no es una predicción exacta, sino una herramienta simbólica diseñada para concienciar sobre los peligros que enfrenta la humanidad. Desde su creación en 1947, tras el lanzamiento de las primeras bombas atómicas, el reloj ha sido ajustado 26 veces. En su primera edición, marcaba siete minutos para la medianoche. El momento más optimista llegó en 1991, tras el fin de la Guerra Fría, cuando las manecillas retrocedieron a 17 minutos. Sin embargo, desde entonces, el reloj ha avanzado casi sin pausa, reflejando el aumento de las tensiones geopolíticas, la crisis climática y otros riesgos emergentes.
En 2007, el cambio climático fue incluido formalmente como una de las principales amenazas que impulsan el reloj hacia la medianoche. Desde entonces, este factor ha sido una constante en los análisis anuales, junto con la proliferación nuclear y, más recientemente, las amenazas biológicas y tecnológicas, especialmente con la Inteligencia Artificial.
El Boletín de Científicos Atómicos no está exento de críticas. Algunos acusan al grupo de fomentar el alarmismo, pero sus miembros, entre los que se encuentran varios premios Nobel, defienden su labor. Rachel Bronson, presidenta del Boletín, ha enfatizado en que lo que se pretende es recordarle a la humanidad que las decisiones que tomamos hoy determinarán nuestro futuro.
El reloj también ha trascendido el ámbito científico para convertirse en un icono cultural. Ha aparecido en películas como Teléfono rojo, ¿volamos hacia Moscú? de Stanley Kubrick y en canciones de bandas como Smashing Pumpkins, demostrando su impacto en la conciencia colectiva.
A pesar de la sombría advertencia, los expertos insisten en que no todo está perdido. El Reloj del Apocalipsis no es una sentencia irrevocable, sino una llamada a la acción.
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La humanidad se encuentra en una encrucijada crítica. Las decisiones que tomemos en los próximos años determinarán si el reloj sigue avanzando o si, por fin, logramos alejarnos de la medianoche. El tiempo, literalmente, se agota.