Falleció monseñor Armando Santamaría, líder en la protección de la infancia en Antioquia

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Este sábado se conoció el fallecimiento de monseñor Armando Santamaría, recordado por su invaluable labor en favor de la infancia y juventud de Antioquia.

Así lo confirmó a través de sus redes sociales la Gobernación, al expresar su pesar por la noticia y recordando el compromiso del religioso con la transformación de vidas a través de procedimientos médicos y del acompañamiento emocional en los Hogares San José.

El legado de monseñor Santamaría trasciende más allá de su labor pastoral. Su historia de vida es también la historia de cientos de niños y jóvenes que encontraron en él una oportunidad de salir adelante. Uno de los relatos que mejor refleja su espíritu solidario se remonta a más de 20 años, cuando una mujer desesperada llegó a la parroquia La Candelaria con un grupo de diez niños que habían sobrevivido a una masacre en San Carlos.

“En esa masacre mataron a todas las personas grandes: abuelos, papás y mamás, y solo se salvó aquella mujer, que estaba en unas vueltas médicas en Medellín y cuando llegó a San Carlos al día siguiente encontró a los niños en medio de la sangre”, relató recientemente el sacerdote. Ante esta situación, monseñor Santamaría abrió las puertas de los Hogares Infantiles San José, donde los menores recibieron protección, educación y la posibilidad de reconstruir sus vidas.

Hoy, aquellos niños que llegaron con el dolor de la violencia han logrado salir adelante. “Ya casi todos salieron y están grandes, de ese grupo solo queda una muchacha, que ya tiene 20 años”, compartió Santamaría en una reciente entrevista con EL COLOMBIANO, reflejando su orgullo por haber sido testigo de sus procesos de superación.

Monseñor Santamaría dedicó más de tres décadas a dirigir los Hogares San José, la institución de atención infantil más antigua de la arquidiócesis de Medellín, convirtiéndola en un refugio para menores en situación de riesgo. Su vocación de servicio, que se gestó en su infancia en las montañas de Jericó, lo llevó a ingresar al seminario menor a los 11 años y a ordenarse como presbítero en 1964, con apenas 23 años.

Su huella en la comunidad es imborrable. En vida, monseñor fue homenajeado por su compromiso con los más vulnerables, recibiendo el reconocimiento de diversas instituciones por su trabajo incansable.

Con su partida, Antioquia pierde a un líder social y religioso que dedicó su existencia a construir un futuro mejor para la niñez y la juventud. Su legado perdurará en cada vida que tocó con su bondad y entrega.

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