La reciente crisis diplomática entre Colombia y Estados Unidos puso en evidencia la fragilidad de las relaciones entre la Casa Blanca y América Latina. Si bien no era un secreto para nadie que la llegada de Trump endurecería la diplomacia entre Washington y los países de Centro y Suramérica, lo ocurrido con Colombia generó una alerta.
La amenaza parece clara: los países que no cooperen con las nuevas políticas de Estados Unidos se enfrentarán a duras sanciones. Colombia fue un caso ejemplificante que el nuevo obierno usó para dar cuenta de esto y así lo dejó ver en uno de los anuncios hechos por su portavoz, Karoline Leavitt. “Esto significa paz a través de la fuerza y los hechos, y este presidente no tolerará la inmigración ilegal y espera que todas las naciones cooperen con la repatriación de sus ciudadanos (...) Y como vieron, el Gobierno colombiano reculó y aceptó todas las demandas del presidente Trump”.
Aunque el Gobierno colombiano solicitó la noche del pasado domingo una reunión urgente de la Celac en un intento de consolidar un bloque, terminó cediendo ante la negativa de los demás países y la presión de Donald Trump para evitar sanciones comerciales y diplomáticas. Sin embargo, este episodio reavivó la discusión sobre la política exterior del republicano hacia la región.
La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) es un organismo de varios gobiernos creado en 2011 con el objetivo de promover la integración política, económica y social de la región, la alianza surgió como una alternativa a la Organización de Estados Americanos (OEA), pero sin la participación de Estados Unidos ni Canadá. Desde su origen, han intentando movilizar procesos económicos unificados, como lo fue la fallida negociación en bloque de las vacunas contra el Covid-19; sin embargo han logrado consolidar alianzas importantes para el desarrollo regional con la Unión Europea y potencias asiáticas.
Ahora, con Trump de regreso en la Casa Blanca, América Latina enfrenta una relación cada vez más tensa con Washington. La política de deportaciones masivas, la imposición de barreras comerciales a países como México y los polémicos anuncios del Gobierno estadounidense en recuperar influencia en sectores estratégicos de la región como el Canal de Panamá, son temas que la región analiza con cautela.
Tras su llegada al poder, Trump ordenó un aumento de deportaciones, que ya han alcanzado cifras récord en las primeras semanas de su administración. Usando como ejemplo el caso de Colombia, 17.000 colombianos fueron deportados en 2024 y, según datos de ICE, en 2025 la cifra podría superar los 25.000, generando gran turbulencia en la economía nacional por la disminución de las remesas y la llegada de miles de personas al mercado laboral.
La crisis migratoria: un frente común frente a Trump
En medio de esta situación, la Celac ha intentado asumir un rol más activo en la protección de los derechos de los migrantes. La cumbre extraordinaria que había sido convocada por la presidenta hondureña Xiomara Castro con el apoyo de Petro buscaba articular una respuesta regional a las agresivas políticas migratorias de EE.UU. Sin embargo, la falta de consenso llevó a la cancelación del encuentro, dejando en evidencia las fisuras del bloque para generar una postura unificada frente a Washington.
“La Celac no tiene la cohesión necesaria para negociar de manera efectiva con una administración como la de Trump”, afirmó el analista político Daniel Zovatto. “El problema es que muchos países dependen en gran medida de las relaciones bilaterales con EE.UU. y prefieren evitar confrontaciones que puedan traducirse en represalias económicas o diplomáticas”.
Colombia, que asumirá la presidencia pro témpore de la Celac en 2025, tendría la oportunidad de impulsar una agenda en materia de derechos humanos y cooperación regional, como ha querido hacerlo Petro, pero enfrenta un panorama complicado en el que el margen de maniobra frente a Washington es cada vez más estrecho, cosa que ya nos hicieron saber.
Otro de los puntos de conflicto en la relación entre EE. UU. y América Latina es el creciente interés de la administración Trump en retomar el control estratégico del Canal de Panamá. Desde su devolución en 1999, este ha estado bajo la administración panameña, pero la creciente presencia de China en la infraestructura del país ha generado preocupaciones en Washington. Trump y su secretario de Estado, Marco Rubio, han insinuado la posibilidad de renegociar los términos del control panameño sobre el canal, lo que ha generado un fuerte rechazo en la región. “El canal es un activo soberano de Panamá y no debería estar sujeto a presiones externas”, afirmó el excanciller panameño Jorge Eduardo Ritter. Sin embargo, la creciente dependencia económica del canal de los flujos comerciales con China complica el panorama, pues son estas dos potencias los principales usuarios del canal.
La CELAC entre China y la UE
A lo largo de los últimos diez años, la Celac ha fortalecido sus lazos con otras potencias globales, especialmente la Unión Europea y China. El bloque ha buscado consolidar una relación con estos actores y la reciente incertidumbre pone de vuelta el foco sobre este vínculo que podría ser el soporte ante una posible crisis comercial con Estados Unidos.
La relación de la Celac con la Unión Europea ha sido más estable, aunque realidades como las que enfrentan Venezuela y Nicaragua, se pueden convertir en obstáculos por falta de garantías en materia de Derechos Humanos y protección de la democracia.
Mientras que China se ha convertido en un socio clave para la región, con una creciente inversión en infraestructura, energía y tecnología. Según datos del Banco Interamericano de Desarrollo, el gigante asiático ya es el principal socio comercial de varios países latinoamericanos, incluyendo Brasil, Chile y Perú. Según expertos como Alicia Bárcena, China ha venido llenando vacíos dejados por EE. UU. en términos de financiamiento y cooperación. Situación que hoy pone en ventaja a América Latina, pues si la finalidad de Trump es recuperar la soberanía económica de EE. UU. será necesario construír relaciones más horizontales con estos países.
La próxima Cumbre Celac-UE, que se celebrará en 2025 en Colombia, será una oportunidad clave para fortalecer estos lazos y definir una agenda de cooperación más ambiciosa. Bajo la dirección del presidente Gustavo Petro, seguramente Colombia intentará fortalecer el rol de la CELAC durante el 2025, aunque la creación de consensos será clave para poder unificar políticas en bloque y consolidar una influencia real. Gobiernos como el argentino de Javier Milei y el salvadoreño de Nayib Bukele, supondrán posiciones controvertidas frente a las formas políticas y económicas que se usarán en la región, entendiendo que son estos dos los mandatarios que más se alinean con las políticas estadounidenses actuales y son fichas claves en el relacionamiento con la Casa Blanca. La capacidad de los países latinoamericanos para encarar el panorama actual, dependerá en gran medida de su habilidad para entablar diálogos plurales que acojan todas las necesidades de la región.
“Si no nos quieren en el norte, el sur debe unirse”, fue parte del mensaje de Petro el pasado domingo al solicitar la reunión extraordinaria de la Celac para abordar los temas de orden migratorio. Sin embargo el uso de la diplomacia del mandatario ha sido duramente cuestionado por sus formas, lo que podría convertirse en un obstáculo para suavizar las relaciones con Estados Unidos, que aún representa cerca del 43% de las exportaciones totales de la región.