Sabaneta es ahora el corazón de la revolución energética en Colombia

Planta de biometano EPM (Itagüi - Antioquia).

Pocas veces hay vocación de realidad cuando se habla de hidrógeno verde en el mundo, por lo general el tema no va más allá de proyectos pilotos, proyecciones, renders y presentaciones en Power Point. Una de esas excepciones ocurre en Sabaneta, Antioquia. Ahí, en un lote de apenas 5.000 metros cuadrados, Hevolution —una empresa financiada por siete firmas: seis paisas y una de Bogotá— construyó y tiene funcionando la planta de hidrógeno verde más grande de América Latina.

El hidrógeno, para quien no lo sepa, es la alternativa que está más a la mano para reemplazar fósiles como el carbón y el gas natural y bajar las emisiones y con ello el calentamiento climático y posponer la catástrofe.

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Ayer, en un evento en el que estuvieron reunidos buena parte de los actores de la naciente industria del hidrógeno, el ministro de Minas y Energía, Andrés Camacho, se subió en una bicicleta y después a un carro impulsados con hidrógeno verde. Eso en Colombia solo es posible en Sabaneta.

El evento sirvió para que el ministro se tomara las fotos de rigor, montara en la bicicleta e hiciera algunas grandes promesas, pero, sobre todo, para compartir los aprendizajes de un proceso de cuatro años que tuvo todos los tropiezos, los errores y las lecciones que tienen siempre las primeras veces.

Es cierto que el proyecto todavía no está funcionando al total de su capacidad, pues faltan un par de piezas por ajustar, pero por ahora es el único que funciona en el país. Cuando esté a tope podrá producir 1.000 kilos de hidrógeno o 5.000 kilos de amoniaco al día, con los que a su vez se podrán tanquear vehículos, montacargas, producir fertilizantes y hasta cocinar. Incluso el desayuno para el ministro fue cocinado en una estufa de hidrógeno que hizo Haceb. Llamarlo laboratorio sería más preciso que planta.

De esos 1.000 kilos, buena parte se irán para Europa y Estados Unidos, donde hay más formas de sacarle provecho al químico. Justo en el evento había un rubio, claramente diferente al resto de los ingenieros y los funcionarios: era el agregado comercial de la embajada de Países Bajos en Colombia. En el puerto de Rotterdam están esperando que llegue el primer contenedor con hidrógeno verde de América Latina para hacer toda la parafernalia.

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Al pequeño lote al sur del Valle de Aburrá va gente de todo el mundo que quiere replicar el proyecto. Dijo en su exposición Diego Arboleda, CEO de Hevolution, que hace 15 días los visitaron en la planta unos brasileños que quieren construir 200 fábricas iguales y que de vez en cuando lo llaman unos africanos a preguntarle por qué se les queman los transformadores al tercer día de empezar a producir. Arboleda explicó que terminaron en Sabaneta después de que intentaron poner el laboratorio en Bogotá, Honda y Andes porque allí tienen hidroeléctricas cercanas, el transporte a la mano y hasta una montaña para poner algunos páneles solares. Pero sobre todo insistió en un mensaje: “Hay que hacerlo, no hay que intentarlo. Mientras nosotros sigamos con proyectos pequeños, pilotos o Power Points nadie nos va a voltear a mirar”.

Los 1.000 kilos diarios no son ni la primera ni la última fase del proyecto. La primera fue una pequeña estación que permitía tanquear una camioneta Hyundai, en ese momento se producían apenas cuatro kilos diarios. El salto fue de 250 veces en apenas dos años. El objetivo de la próxima etapa es de 20 toneladas al día, un salto por 20. Según el ministro Camacho, desde el gobierno quieren lo mismo: “Que en el país haya 100 o 200 plantas de producción de hidrógeno verde como estas”.

Aseguró que el reinado de Hevolution como la más grande del continente duraría poco: en diciembre pasado, Ecopetrol anunció que durante este año construirá en la refinería de Cartagena la planta de hidrógeno verde más grande de América Latina con capacidad de producir 800 toneladas del energético cada año, es decir, más del doble de lo que se podría producir en Sabaneta. Según el ministro, esa planta estará lista este año y empezará a producir el próximo. “Ya no queremos más proyectos pilotos. La tarea que me ha puesto el Presidente es que hagamos cosas en grande”.

Además, Camacho celebró que con la producción de hidrógeno verde se puede desarrollar en el país una gran industria de fertilizantes que pueda competir con los importados. Y es que con el hidrógeno se puede producir amoniaco con el que a su vez se produce nitrato de amonio, que es el mejor fertilizante para las plantas. La diferencia con la manera en cómo se producen ahora es que se hace a partir de gas natural y se libera carbono que termina contaminando el aire. “Esto nos permite avanzar para consolidar una reforma agraria y que el país recupere la producción de alimentos”, concluyó el ministro.

El proceso para producir hidrógeno verde parece sencillo: reciben energía de una hidroeléctrica (eso es lo que falta para que el proyecto esté a tope) a una subestación de la planta. De allí, el agua pasa a un electrolizador, que es donde ocurre la magia: se separan los dos componentes del agua (el hidrógeno y el oxígeno), se libera el oxígeno y se quedan con el hidrógeno.

Pero el hidrógeno es un gas y es difícil de transportar: en una tractomula solo habría espacio para 250 kilos, y eso es apenas lo que pesan en promedio cuatro personas. Por eso, para transportarlo, lo van a transformar en amoniaco, para que pueda moverse en estado líquido, como si fuera gasolina o cerveza.

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Para eso hay que tomar aire y quedarse solo con el nitrógeno. El amoniaco es NH3. Uno de nitrógeno por tres de hidrógeno. Con 1.000 kilos de hidrógeno se pueden producir 5.000 de amoniaco, que sí se pueden mandar en una tractomula para el Suroeste para producir fertilizantes para el café o en un buque hasta el puerto de Rotterdam.

En Colombia, se estima que la demanda de hidrógeno podría alcanzar 1,3 millones de toneladas al año para transporte y uso industrial.

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