Golpes de esperanza: el boxeo que ayuda a transformar vidas en La Honda

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En carro subimos hasta uno de los puntos intermedios de La Honda y, aunque estábamos bastante arriba, aún no llegábamos al punto de encuentro. Por ello, continuamos con una travesía de casi 50 minutos, tiempo en el que recorrimos calles empinadas, escalinatas interminables y callejones estrechos, hasta llegar al lugar.

Nos recibieron en una casa en construcción, con grandes ventanales desde donde se ve el barrio y gran parte de Medellín. En ella, el olor del barro se mezclaba con el humo del fogón de leña de los vecinos, el sudor, la humedad y el dulce aroma del arroz con leche que se cocinaba en ese momento.

Junto a las escaleras que daban a la casa estaba Luisa, una pequeña que, sin importar la lluvia, salió a nuestro encuentro para orientarnos sobre por dónde bajar.

— ¡Profe Andrea, ya llegaron los invitados! —gritó antes de salir corriendo y saltando de charco en charco, mientras sus delgadas piernas quedaban salpicadas de agua y pantano.

En el fondo del callejón apareció Andrea González Duarte Van Der Leeuw, la líder y creadora de Mi Barrio, Mi Sueño, quien, con su español enredado combinado con palabras en holandés, salió a nuestro encuentro. Nos abrazamos en medio de la llovizna, aunque de lado, porque los ocho meses de su embarazo ya no le permiten abrazos de frente.

A un lado, dos pequeñas que no superaban los cinco años jugaban con el agua que descendía de una canalización. Disfrutaban tanto del chorro que caía sobre su cabeza que se veían hermosas y felices. Andrea solo atinó a sonreír al verlas y nos dirigió al interior de la casa.

En la primera habitación, a un lado estaba la cocina. Mientras sus colaboradores avanzaban con la cocción del arroz con leche, que serviría para alimentar a las pequeñas al salir de su clase de boxeo, en el otro extremo, la psicóloga impartía una clase de prevención en la que trataba de empoderar a las niñas para que no permitieran el abuso. Al terminar, subirían al segundo piso para su entrenamiento.

Su lugar en el mundo

Andrea creció en los Países Bajos y se radicó en Medellín en 2020, en plena pandemia de COVID-19. Lo recuerda y reflexiona: “Estaba acá por un propósito”. Antes había viajado y conocido varios países; luego se estableció por un tiempo en Curazao con su novio.

Desde que llegó a Medellín, supo que este era su lugar para ayudar, sentirse plena y desarrollar todo lo que aprendió en su país adoptivo, donde estudió Trabajo Social y Deportes.

Mientras repartía algunos mercados que había conseguido con aportes de amigos y conocidos, Andrea fue testigo de un hecho de violencia intrafamiliar. Del otro lado de las tablas con las que estaba construida la casa, el abuso era evidente.

Conmocionada, pensó en qué hacer para ayudar a las mujeres y a los niños de ese lugar. Amante de los deportes, conoció el programa de boxeo que Diego Beltrán tenía en la zona y decidió vincularse. Así nació esta iniciativa, que actualmente cuenta con 80 deportistas divididos en dos grandes grupos: los menores de 12 años y los adolescentes entre 13 y 17 años, la mayoría mujeres que han encontrado en esta disciplina no solo un arma para su defensa personal, sino un proyecto de vida diferente.

Desde entonces hasta ahora, Andrea ha ayudado a 200 familias, algo que le produce felicidad, pues siente que su regreso a Colombia, después de 19 años en los Países Bajos, le permitió encontrar su lugar.

—En casa de mis padres adoptivos no sentía arraigo, me veía diferente a todos. Mis reacciones latinas eran innatas y me criticaban. Por eso, cuando cumplí 18 años decidí venir a Colombia, buscar a mi familia en Bogotá —comenta Andrea, quien, tras conocer a su mamá y a sus cuatro hermanos, siguió su camino, pues la capital no le llamó la atención.

Algo distinto ocurrió en Medellín, donde se conectó no solo con el barrio y sus costumbres, sino con las necesidades de una comunidad y unas mujeres que ahora le agradecen el cambio que ha traído a sus vidas.

En el boxeo, niñas como Samantha Mosquera Rentería, de 12 años, han encontrado una opción para salir adelante y soñar con llegar lejos. Además de ser divertido, entrenan junto a otras menores que aspiran a convertirse en la próxima Ingrit Valencia, la medallista olímpica a quien muchas de ellas ven como inspiración.

Dayana Flórez, la entrenadora de boxeo que se formó en el barrio, ve en muchas de ellas un gran potencial. A pesar de las dificultades por la falta de un escenario idóneo y de implementos necesarios, destaca la tenacidad, las ganas y la disciplina de estas niñas, cualidades que pueden llevarlas lejos.

Andrea, por su parte, mientras espera el nacimiento de su hija, sueña con que estas niñas salgan adelante, tengan un mejor futuro y logren, con sus puños, alcanzar las metas que se han propuesto. Algunas entrenan a puño limpio, pues los guantes no alcanzan para todas.

Mientras los días pasan, siguen tocando puertas, buscando ayuda y entrenando. Esperan que pronto algún entrenador las observe y les brinde la oportunidad de formar parte de un equipo competitivo, el primer paso para cumplir su sueño de ser profesionales en este deporte.

Que una o varias de ellas lo logren es el mayor anhelo de Andrea y su equipo, pues su misión es darles una opción de vida diferente. Desean que salgan adelante y que, cuando cumplan sus sueños, regresen, como lo hizo Dayana, para ayudar, aportar y permitir que otras niñas y mujeres del barrio también tengan una oportunidad. Si usted lee este artículo y quiere ayudarlas, puede buscarlas en Instagram y sumarse a la causa del boxeo para cambiar vidas.

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