La entrada principal está adornada por una especie de altar del que cuelga una vieja bicicleta de ruta de 1984. Es naranja con llantas finas y junto a ella sobresalen unos 30 cuadros que exhiben algunos de sus reconocimientos y premios. Al lado, un fermentador ostenta con orgullo el sello Ganador Pola Dorada 2023.
Sentado en un comedor de madera, con una pintura al óleo de monjes trapenses produciendo cerveza que resalta al fondo, Pablo Donado cuenta que la bicicleta pertenecía a su papá: Carlos Donado la mandó a fabricar con un artesano de Medellín, sin saber que años más tarde se convertiría en la inspiración de un gran negocio familiar que giraría alrededor del ciclismo y la “pola”: la cervecería Torrealta.
Con raíces en Medellín y un acento paisa bastante marcado, Pablo se fue en 2002 a estudiar a Europa y allí comenzó a adentrarse en el mundo de la fabricación de cervezas: exploración de sabores, obtención del mosto, maceración de la malta, filtración, cocción, fermentación.
“Cuando viví en Europa me llamó la atención toda esa cultura alrededor de la cerveza, sobre todo en Bélgica. Allá hace parte de la sociedad, pero no solo para emborracharse. La consumen en el almuerzo o después de hacer deporte. Es un abordaje muy distinto al que tenemos aquí”, comenta.
Los monjes belgas fueron parte importante de su inspiración. De los monasterios, a Pablo le llamó la atención que el peregrino siempre es bienvenido, se acoge, se le da de comer y de beber. “Estas comunidades tenían una ordenanza: tenían que vivir del trabajo de sus manos. Algunos hacían vino, otros queso y los belgas hacían cerveza”.
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Al regresar a Colombia, a su finca en el Oriente, ubicada exactamente en la vereda el Higuerón de Rionegro, Pablo se interesó más en la industria de la cerveza artesanal, encontrándose con un mercado bastante reducido con solo dos referentes grandes: BBC y Tres Cordilleras. Ahí le “picó el bicho” y quiso hacer más que solo comprar y probar.
“Empecé en este camino, que fue mucho de autoaprendizaje: de ensayos, de buscar conocidos, de hacer cursos aquí y allá, todo con la intención de montar en la finca un sitio para producir cerveza. Al principio era más para que la familia fuera a probar, pero luego fui afinando las recetas y aumentando la cantidad de producción”, recuerda Pablo.
Pero ese sueño fue escalando y en 2019, junto a su hermano Antonio, alquilaron un terreno en la llamada Glorieta Don Diego, vía que une a El Retiro, La Ceja y Rionegro con Medellín. Allí colgaron, por primera vez, el nombre Torrealta fundido en hierro.
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En el lugar no se ve nada exorbitante. Resalta lo rústico, la madera, el hierro, el óxido. Un espacio con un estilo industrial limpio, simple, con elementos estructurales y materiales crudos. Desde allí los hermanos Donado decidieron que se produciría cada mililitro de su cerveza.
El contrato de arrendamiento ya lo han renovado 10 veces. Pablo cuenta que se han expandido paulatinamente dado el creciente potencial que han tenido en el mercado.
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Al igual que los sabores, que nacieron de la curiosidad y exploración de Pablo, los nombres también son únicos. Estos, usualmente, son alusivos al ciclismo: El Gregario, El Rey de Palmas, El Pedalista. Sin embargo, hay uno que siempre llama la atención de quienes ven la carta: Niño sin Padre; una cerveza de tipo inglés, amarga con notas frutales de maracuyá, durazno, mango y cítricos. Refrescante, aromática y con 5,5% de alcohol.
Ni esto ni el nombre Torrealta se dieron porque sí. Todo está relacionado con la muerte de don Carlos, el padre de Pablo y Antonio, y el ciclismo.
“Siempre hemos sido muy apasionados por el ciclismo. Mi papá fue el primer gran campeón del Clásico de Ejecutivos El Colombiano en 1978 (...) La rutina de él era subir todos los días a un alto o una montañita que se llama Torrealta, que queda aquí en Rionegro. Le gustaba llegar, parquear la bici y ver todo el Valle de San Nicolás. Pero un día, haciendo la misma rutina, en la mitad de la subida le dio un infarto fulminante. Y murió ahí en su bici”, evoca Pablo.
Así fue que, 11 años después de aquel suceso familiar, y ya con la cervecería en construcción, los Donado decidieron registrar la marca como Torrealta. “Fue en honor a la muerte del viejo, pero más allá de eso, al ejercicio contemplativo de él cuando subía a esa montaña”, exclama Pablo.
De hecho, otro de sus sabores, El Pedalista, también está creado en su honor. Es catalogada en la misma carta como la “reina de las cervezas de abadía”, con un 10% de alcohol para que haga el homenaje. Es cobre oscura, casi negra, con notas al caramelo del sirope belga con que se elabora (sin ser dulce), sabores a ciruelas, higos y frutas oscuras deshidratadas.
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Producir cerveza artesanal requiere paciencia. La elaboración puede tardar entre uno y tres meses, dependiendo de factores como el tipo, los procesos de fermentación y acondicionamiento y el tiempo de maduración.
En Colombia, este mercado ha ido creciendo de a poco. Su participación aumentó de un 0,32% en 2020 a 0,45% en 2024, según datos de Rentas. Este aumento responde al creciente interés de los consumidores por productos locales de alta calidad, por lo que se pasó de una producción de cerca de 330 hectolitros en 2016 a más de 36.000 en 2023.
Una de las diferencias con la industrial, que se produce a partir de una receta estándar y que busca ingredientes y procesos económicamente viables, es que esta se prueba y modifica en infinitas ocasiones para encontrar la mezcla adecuada, con el gusto y el olor deseado.
Por ello, Pablo califica su trabajo como el de un artesano: desarrolla su propia fórmula para conseguir las variedades que más le gustan, que tenga el sabor y aroma deseado. Todo el proceso —malteado, molienda y maceración, filtración de mosto, cocción, fermentación, maduración y envasado— se hace de manera manual, con ayuda mínima de maquinaria. Esto hace que existan diferentes variedades y que cada cerveza sea única, por lo que es un poco más costosa que la industrial.
Aunque de momento no tienen planes de expandirse a otras ciudades del país, Pablo y Antonio quieren seguir posicionándose y ampliándose en el mercado paisa. Actualmente cuentan, aparte de la fábrica (que también es punto de venta), con otros cinco sitios entre El Poblado, Envigado, Laureles y Alto de Palmas. Este año estiman abrir dos más: en Patio Bonito en abril (proyecto Mixa), y en El Poblado hacia final de año (Wake 2). En 2024 duplicaron ventas y para este año proyectan hacer lo mismo.
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En reconocimientos, la marca tampoco se queda corta. Cuenta con 15 registros Invima que le permiten ofrecer gran diversidad de cervezas de diferentes lugares del mundo (principalmente Bélgica) y regularmente participa en copas cerveceras a nivel nacional e internacional, en los que ha ganado premios como Mejor Cervecería de Colombia (La Pola Dorada 2023 y 2024); Mejor Cervecería Colombiana de la Copa de Cerveceros Mitad del Mundo en Quito; y Mejor Cervecería de Colombia 2022 del Festival de Cerveceros Artesanales.
También patrocina equipos de ciclismo aficionados y juveniles como Ruta56, equipo Potencia o Fundación Correcaminos y apoya eventos como la carrera atlética de El Retiro y la competencia internacional de ciclismo de gravel “Transcordilleras”. Todos los diciembres producen una edición especial de la cerveza llamada Ya la Oveja Arisca, exclusivamente para el apoyo a obras sociales por medio de la fundación Correcaminos del municipio.
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Torrealta ha sabido captar la atención del público cervecero de la ciudad. Pablo y Antonio tienen algo muy claro y es que quieren seguir siendo un punto de encuentro en el que tanto ciclistas como familias puedan compartir y disfrutar de una buena “pola” y una pizza.
Desean, sobre todo, seguir replicando la hospitalidad de los monjes belgas y el respeto y compañerismo que caracterizan al ciclismo. Todo alrededor de la cerveza artesanal.