Mientras que para algunas personas la Semana Santa representa un momento ideal para hacer una pausa en la rutina, descansar y desconectarse, para los más devotos es la época de mayor conexión con la fe.
Para ellos, el Jueves y el Viernes Santo son fechas especialmente solemnes. El Jueves Santo conmemora la Última Cena de Jesús con sus apóstoles, la institución de la Eucaristía y el lavatorio de los pies, símbolo de humildad y servicio. Por su parte, el Viernes Santo es un día de duelo, en el que se recuerda la crucifixión y muerte de Jesús. Ambos días invitan a la oración, la introspección y la unión familiar, promoviendo un ambiente de respeto y espiritualidad.
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El propósito fundamental de estas recomendaciones es preservar el carácter religioso de la Semana Santa, promover un entorno de armonía y reflexión, permitir a los fieles desconectarse de las preocupaciones diarias y centrarse en lo que se considera verdaderamente importante: la fe, la familia y los valores que sustentan la convivencia. Estos días ofrecen una oportunidad para la introspección, la renovación del compromiso con los valores cristianos y la reflexión sobre el impacto de las acciones en los demás.
Según National Geographic, no solo se honra este tiempo con actos litúrgicos, sino también a través de acciones cotidianas.
Tres cosas que no se deben hacer un Viernes Santo
El Viernes Santo es un día de duelo en el que se rememora la crucifixión y muerte de Jesús. Desde los primeros siglos del cristianismo, ha sido observado como un día de ayuno y abstinencia, a diferencia de los domingos, que son días de celebración.
La Iglesia Católica invita a los fieles a abstenerse de actividades que desvíen la atención del sentido espiritual de la jornada, y a fomentar el recogimiento, la reflexión sobre el sacrificio de Jesús y la reconciliación.
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Esto implica evitar excesos o prácticas que contradigan el carácter solemne del día, promoviendo, en cambio, la introspección, el fortalecimiento de los vínculos familiares y la reflexión sobre el impacto de nuestras acciones en los demás.
Aunque algunas creencias carecen de un respaldo dogmático estricto, tradicionalmente se evita realizar actividades como: dejar puertas y ventanas abiertas, mirarse en espejos, clavar clavos, tener relaciones sexuales, jugar o reír en exceso, desvelarse, salir tarde, irse de vacaciones, consumir alcohol, vestir ropa de color rojo, participar en juegos de azar, caminar descalzo, bañarse en ríos, limpiar la casa o asistir a fiestas. Estas “prohibiciones” se sustentan en la idea de autorreflexión y respeto por el sufrimiento de Cristo.
El párroco Luis Carlos Ayala declaró al diario El Tiempo que el espíritu de estos días debe centrarse más en mejorar las relaciones personales y sanar las heridas del alma, que en adoptar una visión rígida sobre lo que está o no permitido.
“Se deben evitar las acciones que pueden lastimar a los demás y cultivar una buena relación con la familia. Más que hacer ayuno o guardar abstinencia, lo que pide la Iglesia en esta temporada es afianzar los lazos y reivindicar nuestras malas acciones”, explicó.